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Música

El techno salvó mi vida social

"La rumba electrónica, con todo su abanico de posibilidades, me sacó de la cueva en la que el pánico social me había encerrado".
Foto por El Gato Fotógrafo.

Este texto originalmente se publicó en THUMP Colombia.


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Querido lector: lo que encontrarás a continuación es mi experiencia personal con este universo loco que es la fiesta.

Estudié en un colegio solo de mujeres. La etapa en la que comencé a asistir a las fiestas de 15 de mis compañeras fue esperada con ansiedad. De verdad. Siendo de las menores de mi promoción tuve una ventana de casi dos años entre mi primera invitación y mi propia fiesta, y la verdad es que con cada una a las que asistía la ilusión de esa noche dedicada a mí y mi paso de adolescente a mujer iba desapareciendo.

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Y no es que dejara de soñar con ese marcador social de "tienes 15 años y ya eres una señorita independiente", sino que toda la parafernalia social que con estas fiestas venía me generaba pánico, y pensar que esas minitecas del demonio en la música saltaba de Daddy Yankee a Dragón y Caballero, dándose un paseo por los clásicos bailables de hoy y de siempre, la hora loca del carnaval y luego un par de hits del momentos… hombre, desalentadora la idea de que así fuera a ser la fiesta por el resto de tu vida, idea que, de alguna manera, se encajó en mi mente durante varios años y me costó mucho trabajo desechar.

Esta etapa la superé, pero ese miedo no tanto. Lo que siguió fue la rumba clandestina porque era menor de edad, y después la rumba frenética porque se estrenó la cédula. Y lo peor es que para este punto yo ya estaba cansada de esa parafernalia social que te exigía ir en parche, vestirte bien y además, saber bailar. Porque qué pereza salir a escuchar reggaeton, tropipop, merengue, salsa y chucu chucu y que no lo saquen a uno a bailar por feo.

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Lo malo fue que estando en un momento de mi vida en que la socialización en público era tan importante, me fui alejando de mi círculo cercano. No iba a los cumpleaños y mataba las amistades; salía el viernes de clase y el plan era ir a tomar y luego fiestear y creo que es por negarme a todos esos planes es que en la universidad no tengo amigos. Realmente me deprimía llegar a esa cuadra del demonio a elegir en cuál infierno meterme. Se queja mi alma con tan solo recordarlo…

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Todo este preámbulo oscuro y con tono misántropo tiene un propósito, lo prometo. Aquí viene el plot twist.

Existe otro tipo de fiesta. Una que me mantuvieron en secreto durante muchos años y en la que, aunque también hay códigos y rituales muy precisos, son más inclusivos y permisivos. Son noches con menos fórmulas, más espontáneas, en las que se percibe una homogeneidad extraña porque en últimas, he sentido que a nadie le importa si decides no serlo. Un tipo de fiesta más inclusivo pero que a la vez te da esa libertad de ser tú, y que tú en esa individualidad busques la manera de conectarte con quienes están ahí.

La fiesta electrónica con todo su abanico de posibilidades me salvó. Me sacó de la cueva en la que el pánico social me había encerrado, me salvó de ser una joven ermitaña que se esconde de los eventos a los que la invitan. Y ha sido increíble, ¿saben? Me ha quitado un peso de encima a la hora de ser en relación con los otros. Me volvieron las ganas de salir, de rumbiar y armar parche. Y aunque me siguen generando ansiedad enfrentarme a la noche y a los desconocidos, ya no digo que no cuando me invitan a algo. Me ha servido, incluso, para reconciliarme con el crossover y a aprender a disfrutar de los otros tipos de fiesta. Porque lo que me pasó cuando fui a mi primer rave (¿le podré llamar así?) fue que me encontré con un mundo de posibilidades distintas a todas las que me habían pintado. Fue encarnar el mito de la caverna de Platón, pero ambientado en el universo de la fiesta de la capital colombiana. Me dieron opciones, unas muy variadas. Y bueno, aunque todavía considero que me falta camino por recorrer en cuanto a mi experiencia fiestera sé que ya tengo un favorito, uno en el que todos estamos bienvenidos y que le gusta hasta a mi mamá.

Gif por Natalia Mustafá.

Vanessa se está dejando llevar de a poquitos. Síguela por acá.