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Orgullo 2018

Entrenamos con la selección argentina gay de fútbol masculino

Vivimos y transpiramos en carne propia la pretemporada de Los Dogos para el próximo Mundial LGTB de Francia 2018
​Fotos del autor.
Fotos del autor.

Artículo publicado por VICE Argentina

A pesar de ser un oficio inquieto, el periodismo puede ser un trabajo bastante sedentario. Por ese motivo —y a modo de entretenimiento durante la hora y media que tardó el 55 en llegar de Palermo al Bajo Flores—, intenté recordar la última vez que había practicado algún deporte. Al no poder cumplir la consigna, quise engañarme a mí mismo argumentando que, por tratarse de un equipo amateur, entrenar con Los Dogos no iba a ser una experiencia tan exigente. Como era de esperarse, me equivoqué. Nada de esto es casualidad: vienen de salir campeones sudamericanos en Uruguay, de ganar la medalla de bronce en las Olimpíadas LGTB el año pasado en Miami y ahora mismo se están preparando para el Mundial de Francia 2018.

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El martes 22 de mayo fue un verdadero caos de tránsito en la ciudad de Buenos Aires, lo que hizo que llegar puntualmente al Club Deportivo Español se convirtiera en toda una epopeya. Al entrar al predio, la baja temperatura contrastó con la cálida bienvenida por parte del cuerpo técnico y los jugadores, quienes el día anterior habían disputado un amistoso y se preparaban para un cuadrangular el fin de semana. Como decía Pablo Sandoval, el espectacular personaje interpretado por Guillermo Francella en la película El Secreto de sus Ojos, “el tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia (NdR: de novio o chongo, en este caso), de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar: no puede cambiar de pasión”. Y en el entrenamiento de Los Dogos se respira pura pasión por el fútbol.

Como no cuentan con ningún tipo de sponsor y tampoco están reconocidos por la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), cada jugador paga una cuota con la que alquilan la cancha y compran lo que hace falta para entrenar. Incluso, para ir a representar al país en el próximo Mundial de Francia, todos tuvieron que abonar su propia inscripción y pasaje, de la misma manera que van a tener que hacerse cargo de los gastos de estadía, comida y viáticos cuando lleguen a allá. “Hay tres jugadores del equipo titular que no van a poder viajar por un tema económico así que vamos a tener que encontrar variantes a través del recambio que tenemos”, le contó a VICE Yonathan Baldo, el director técnico. Además, explicó que estas ausencias van a afectar el directamente el esquema del equipo, que venía jugando con un 4-3-3 y ahora tendrá que hacerlo con un 4-4-2 clásico, “tratando de que los volantes por afuera lleguen más al área rival”.

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La mayoría de los veinte jugadores habían llegado listos para ponerse a trabajar a las órdenes del cuerpo técnico. Los que no fuimos tan prácticos, debimos cambiarnos rápidamente contra el alambrado que bordeaba la cancha. Una vez preparados, nos agrupamos cerca del área donde el preparador físico, el director técnico y el presidente me dieron la oportunidad de presentarme para contar un poco qué era lo que estaba haciendo ahí, mientras mis rodillas chocaban por el frío. Ninguno de los presentes se sorprendió cuando aclaré que lo mío no era el fútbol: mi encorvada contextura física y el buzo de Star Wars ya habían spoileado el dato de antemano. La práctica empezó con algunas vueltas al trote alrededor del campo de juego. Al promediar la quinta, mis pulmones ya me reprochaban los dos cigarrillos que había armado durante la tarde. Luego de entrar en calor, armaron una circunferencia de conos en las que practicamos distintos ejercicios aeróbicos.


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Hasta ese momento, tenía una pequeña esperanza de terminar las dos horas de entrenamiento a la par del resto. Esa esperanza se vino abajo cuando el reloj marcó que sólo habían pasado 20 minutos y el cambio de aire comenzaba lentamente a transformarse en un mito urbano. Como acto de buena fe, el preparador físico me sugirió que, si en algún momento lo necesitaba, me tomara un descanso. Le agradecí, pero le dije que todavía no era necesario. Lo que desconocía, y él sabía muy bien, era que estaba por comenzar el circuito de movimientos tácticos por toda la cancha con definición al arco incluida. Al cabo de unos minutos, tuve que apelar al recurso de simular que sacaba fotos para la nota cuando, en realidad, todo era una pantomima para rescatar desesperadas bocanadas de aire.

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Durante gran parte del entrenamiento mis intervenciones fueron esporádicas hasta que, como un artista al que le llega la inspiración, sentí el tan ansiado cambio de aire. Mi cuerpo activó como hacía años no lo hacía. Esta renovada energía me entusiasmó a ir a la par del resto mientras a tarareaba en voz baja la canción de Rocky y comenzaba a transitar cierta satisfacción personal. Había conseguido lo que había ido a buscar: estaba entrenando a la par de Los Dogos. A los pocos segundos de empezar a fantasear con la idea contar esta gran anécdota en el próximo asado con amigos, sucedió lo peor: sentí un tirón muy fuerte en el abductor derecho. Game Over. Una vez terminada la parte táctica y aeróbica de la noche, me ofrecieron gentilmente jugar con ellos en un partido de media hora. De esta manera, y con todo el dolor del mundo —aglomerado mayormente en mi pierna “hábil”— tuve que excusarme de la invitación y argumentar que iba aprovechar para recolectar testimonios mientras disimulaba la renguera.

Una vez iniciado el partido, aproveché para hablar del otro lado de la línea de cal con Bernando Vleminchx, el presidente del club. Me contó que todo había comenzado a fines de los noventa por iniciativa de un grupo de amigos hartos de tener que lidiar con la homofobia del fútbol. Al principio jugaban en cancha de cinco, pero se fue sumando tanta gente que terminaron en la de once. Un año después, se fueron a jugar la Copa del Mundo LGTB en Ámsterdam y lograron el cuarto puesto. “El nombre de Los Dogos surgió en el 2007 en el Mundial que ganamos acá. La prensa empezó a llamarnos selección porque éramos el único equipo abiertamente inclusivo que representaba al país en el exterior”, recordó. Al mismo tiempo destacó que, al ser una propuesta diversa, también cuentan con algunos jugadores heteros y que actualmente son dos los equipos que representan a la Argentina “porque en este tipo de competencias no necesariamente tiene que haber uno solo por país”. Por supuesto, al igual que en un clásico de barrio, admitió que con la S. A. F. G. (Selección Argentina de Fútbol Gay) “hay pica, pero en el buen sentido”, mientras esbozaba una sonrisa cómplice.

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Como en todos los ámbitos populares, siempre hubo rumores alrededor del fútbol, sobre todo en torno a la sexualidad. Lo cierto es que no existen casos de futbolistas de primera división y en actividad asumidos abiertamente homosexuales. Acerca de esto, Vleminchx opina que “el fútbol es el deporte más machista y homofóbico que hay en el país y que eso se refleja todos los fines de semana en los insultos y los cánticos de las hinchadas”. Además, agregó que muchos jugadores no lo asumen “porque corre riesgo su carrera y lamentablemente acá todavía no estamos preparados para ese tipo de cosas”. Como ejemplo de esta situación, también le contó a VICE que “hay muchos casos de chicos en las inferiores de distintos clubes a los que relegan y dejan en el banco de suplentes por su orientación sexual”.


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Actualmente, Los Dogos como personería jurídica no existen más, pero se reinventaron como la Asociación Argentina de Deportes Diversos (A. A. D. D.) para no estar atados a un deporte ni minoría en particular. Sin embargo, siguen siendo de los pocos representantes sudamericanos en los torneos inclusivos junto a Chile y Uruguay. De hecho, a pesar de que Brasil está armando su propia liga LGTB, aún no participa de las grandes competencias internacionales. Por otra parte, los mayores exponentes en América son Estados Unidos y Canadá porque ahí están las dos organizaciones de eventos deportivos LGTB más grandes del mundo. A pesar de eso, Bernardo destaca que Argentina “nunca baja de los cinco mejores en todas las competencias” y que “los europeos son más físicos, pero no tan ágiles con la pelota”.

Finalmente, el entrenamiento terminó empatado en dos goles para cada lado y se definió por penales. Al mismo tiempo que el cuerpo técnico juntaba los elementos de trabajo desperdigados por la cancha, los jugadores se abrigaban para emprender la vuelta a casa. Las caras eran de cansancio, pero al mismo tiempo de satisfacción. Cuando fui a despedirme del presidente y del resto del grupo, me comprometí a volver para saldar la deuda de jugar un partido con ellos. Luego de varias risas y gastadas, me contestaron al unísono que me iban a estar esperando, que la idea siempre es pasarla bien y, fundamentalmente, juntarse a jugar al fútbol tal como uno es.

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