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Música

Conoce a DJ Jigüe, la respuesta cubana a J Dilla

El productor ayudó a llevar el hip hop a la isla, pero ahora está listo para introducir sus eléctricos ritmos afro-cubanos al mundo.
Jude Goergen

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Este artículo se publicó originalmente en THUMP EUA.

Todas las fotos por Jude Goergen a menos que sea expresado

Mientras el sol abrasa las calles del pueblo antiguo de Santiago de Cuba, la puerta abierta de una vieja fachada azul me llama a un respiro del calor. Adentro, las paredes de concreto del edificio se están pelando, y los bloques y refuerzos de las escaleras están totalmente expuestos. La que fue alguna vez la grandiosa residencia de una familia adinerada, fue una casa colonial que el gobierno revolucionario luego convirtió en un solar, un alojamiento colectivo para un puñado de familias donde actualmente vive un par de docenas de ocupantes.

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Isnay Rodrígues, un hombre de 35 años que produce y se presenta bajo el nombre de DJ Jigüe, solía vivir aquí cuando era niño. Me dice que durante el auge de la escena de fiestas underground en Santiago a principio de los 90, hasta 300 adolescentes se apiñaban ahí dentro las noches de los fines de semanas, cuando él y sus amigos del vecindario organizaban fiestas salvajes a pesar de que Cuba estaba pasando por su peor período de austeridad. "Aquí es donde poníamos el sistema de sonido", dice Rodríguez, señalando una pared que antes no estaba ahí. "Hombre, nosotros llenábamos este sitio".

Conocí a Rodríguez a principios de mayo, dos días antes del Festival Manana –una fusión de música electrónica y folklórica nunca antes hecha en Santiago y que trajo un flujo sin precedentes de artistas extranjeros. Rodríguez –cuyo nombre artístico se refiere a una criatura del folklore cubano que habita en un río y asusta a viajeros desprevenidos– está de regreso en su ciudad de origen para la ocasión. El artista radicado en La Habana tiene una historia de éxito única, habiendo trabajado para llegar a la cima de las escenas nacientes del hip-hop y de DJs en Cuba. Hoy en día, tiene una carrera con giras internacionales como el DJ de la sensación del hip-hop del país, Obsesión, y se ha presentado en solitario recientemente en festivales como el SXSW. Aparte de eso, Rodríguez también maneja su propio sello, Guámpara Records, a la cual se refiere como la primer disquera independiente del país. Sus producciones cubren de todo, desde hip-hop instrumental, pasando por hits llenos de sintetizadores para el club, hasta temas lentos de house, basados en una paleta de ritmos afrocubanos.

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El enfoque restringido de Rodríguez de las destrezas del beatmaking y el sampleo lo hace algo así como la respuesta de Cuba a J Dilla –una comparación que hace sonrojar al modesto productor cuando lo menciono. Rodríguez también es excelente editando visuales, lo que lo llevó a ganar el premio al mejor video musical de Cuba el año pasado por el clip que hizo para acompañar a "Electrotumbao 2030", un track original que mezcla el tumbao –un ritmo estándar de bajo presente en la mayoría de la música afrocubana– con un puñado de corcheas y stabs con sonido de theremin. Encima de eso, Rodríguez maneja esta carrera propia del siglo 21 sin una conexión de internet en casa –un reto que muchos músicos cubanos también tienen que afrontar.

Con la normalización gradual de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, Rodríguez se prepara para ser uno de los DJs más exitosos de la isla. En julio, hizo su debut en la ciudad de Nueva York en el Afro-Latino Festival, en Brooklyn y en La Isla Bonita, en Staten Island. Programado para salir el 30 de agosto, su nuevo EP, ÑAPA, muestra a Rodríguez yendo directo a la yugular de la pista de baile, fundiendo ritmos cubanos como el makuta –un baile tocado con tambores del mismo nombre que data de la conga– con todo, desde un tema lento de afrohouse a un break casi de Baltimore club en "Dengele (Makuta Club)".

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Rodríguez ha estado involucrado en la cultura DJ cubana básicamente desde que comenzó en los 90. De hecho, es el antiguo director asociado de la Agencia Cubana de Rap –sí, en un país fuertemente burocrático, hay incluso una oficina gubernamental para el rap. Pero antes de que Rodríguez comenzara a incorporar hip-hop de los Estados Unidos en su repertorio, tomó inspiración de la cultura jamaiquina de los soundsystems, que fue clave en el desarrollo de la escena de DJs en Cuba.

El primer soundsystem de Cuba llegó a Santiago a finales de los 80. Perteneció a los Muteliers, una familia rastafari que imitaba la tradición jamaiquina de poner reggae y dub en un equipo que ellos llamaban "One Love". "Tocaban en el Callejón de los Perros, ni siquiera la policía se metía ahí", dice Rodríguez, refiriéndose a la cuadra peligrosa donde el crew One Love organizaba sus fiestas callejeras. La posición de Santiago en el extremo este de la isla también significó que Rodríguez y sus amigos podían sintonizar transmisiones de radio FM jamaiquinas.

Siendo todavía preadolescentes, Rodríguez y sus amigos también querían lucirse con lo suyo. El problema era cómo conseguir un equipo sofisticado para DJs y un soundsystem en un país con acceso limitado a alimentos básicos. En ese entonces, Cuba estaba atravesando su "Período Especial", un período de dificultades económicas que vino después 1991 con el colapso de la Unión Soviética, el socio comercial más importante de Cuba, y que duró hasta 1998. Esto trajo como consecuencia el desabastecimiento en medicinas, gasolina y comida –y ni hablar de herramientas sofisticadas de producción. Rodríguez y su crew idearon una solución ingeniosa: construirían su propio soundsystem con materiales conseguidos en el mercado negro.

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Para construir cajones para las bocinas, recurrieron a espuma que los estudiantes robaban de colchones de un internado estatal y fibras duras de restos de caña de azúcar. Los componentes de las bocinas provenían del papá de un amigo, un músico de giras que trajo dos subwoofers de México. Para erigir una estructura para apoyar las luces, usaron vigas metálicas y bisagras probablemente conseguidas de obreros que estaban construyendo hoteles nuevos en la ciudad. Para las propias luces, usaron bulbos suministrados por trabajadores del aeropuerto que afanaban lo que fuera que encontraran en la pista de aterrizaje. Mientras tanto, como el padre de Rodríguez era electricista, ayudó a soldar todo. También colgó una bola disco del techo de su solar. "Todas las partes eran recicladas, nada fue usado para su propósito original", explica Rodríguez.

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DJ Jigüe y el percusionista Iván Farías

Cuando le pregunté a Rodríguez cómo pudieron construir los tocadiscos, respondió riéndose y con un juego de palabras. "¿Toca-qué?". Los tocadiscos eran un lujo inimaginable en esa época. En lugar de eso, para poner música, Rodríguez y sus amigos usaban un par de caseteras que unos marineros cubanos habían traído de un viaje a Angola. Al principio, metían los dedos dentro del carrete del casete para subir y bajar el tempo. Luego, alguien con conocimientos eléctricos hackeó una casetera con una sobrecarga de energía y descifró que se podía acelerar o frenar el motor con ráfagas de electricidad –un ajustador de pitch primitivo. Todo suena increíble, pero Cuba perfeccionó este enfoque de "la necesidad es la madre de las invenciones" durante el Período Especial, cuando las bandejas de aluminio de las comidas se convirtieron en antenas de televisión, las partes desmanteladas de tanques del ejército alimentaban bicicletas eléctricas primitivas, y los motores de secadoras descompuestas se reutilizaban como ventiladores.

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La influencia de la cultura jamaiquina de los soundsystems llevó al nacimiento de una floreciente escena de fiestas en la Cuba oriental. "Pum Pums", como se le llamaba a estas fiestas de principio de los 90, fueron bautizadas por "Tu Pum Pum", la oda de 1988 a las partes femeninas escrita por el cantante panameño de proto-reguetón, El General. En ese entonces, el reggae y el dancehall, especialmente las versiones en español, eran el soundtrack de la escena temprana de soundsystems en Santiago.

DJ Jigüe en una fiesta "pum pum" en los 90. (Foto por el autor)

Además de los sonidos caribeños, la cultura de los soundsystems en Santiago fue influenciada más por la música europea que por la americana, debido al embargo. Para la época en la que el joven colectivo alcanzó su punto álgido cerca de 1993, con Rodríguez como el hype man (todavía no era DJ), el sonido dominante de la escena se había alejado de los riddims de dancehall y se acercó al pop cursi influenciado por el house traído por los turistas europeos que se aprovechaban de las vacaciones cubanas baratas durante el Período Especial. Los sets de esa era se leen como la lista de temas de un CD de Jock Jams del cajón de a dólar de tu tienda de discos local: los hits eran "All That She Wants", de Ace of Base, "What is Love" de Haddaway, "Pump Up the Jam" de Technotronic, "I Like to Move It" de Reel 2 Real, y "Show Me love" de Robin S. –efectivamente, los jóvenes santiagueros estaban locos por la música dance de 4/4. Rodríguez se refiere a esas noches embriagantes como "fiestas de música house", denotando un soundtrack distinto antes de que el hip-hop entrara en la escena.

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Por casi cuatro años, había fiestas pum pum cada viernes, sábado y domingo por todo Santiago, incluyendo en el solar de Rodríguez. Evocando la forma como nació el hip-hop en los 70 de crews en el sur del Bronx haciendo duelos de rap al ritmo del DJ nacido en Jamaica, Kool Herc, en Santiago, los primeros MCs se juntaban para competir por el derecho a presumir, muchas veces rapeando en un idioma inventado cuando la canciones tenían palabras en patois jamaiquino que no podían descifrar. Los diferentes crews organizaban competencias de soundsystems, donde Rodríguez continuamente se llevaba a casa el premio para el mejor hype man. "Era totalmente underground", dice firmemente. A pesar de que a veces la policía terminaba las fiestas por quejas por el ruido y porque había menores de edad bebiendo alcohol, en su mayoría fue una era dorada de la no interferencia de las autoridades. "Francamente, la gente joven no tenía nada más que hacer, así que el gobierno sabía que ésta era la única opción", explica Rodríguez.

Para 1996, esta actitud permisiva cambió abruptamente. Los mismos hoteles que inadvertidamente habían suministrado piezas para los equipos de los soundsystems finalmente abrieron sus puertas. Para continuar extrayendo los muy necesitados ingresos extranjeros de los turistas, los hoteles abrieron discotecas estatales –muchas de las cuales ponían los mismos tracks del top 40 que las fiestas underground. Pero, de acuerdo a la versión de Rodríguez, las drogas se abrieron paso en la escena de fiestas abierta a los turistas a través de la ciudad rival, La Habana, lo cual llevó a que el gobierno tomara medidas severas contra tanto los clubes nocturnos como los pum pums en todo el país. Ese año marcó el fin de la cultura floreciente de los soundsystems para Rodríguez y sus amigos.

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Con el fin de los pum pums, Rodríguez se acercó a la escena hip-hop que estaba ocurriendo en La Habana. Las transmisiones de radio que se escuchaban desde Miami resultaron en una pequeña pero dedicada comunidad de fans del rap en la ciudad, quienes tenían que eludir las acusaciones de que esa importación de los EEUU era un plan imperialista. Para 1996, habían convencido a las autoridades de que el hip-hop podía ser una expresión de la cultura cubana, y ese mismo año, el primer gran festival de hip-hop trajo a la isla a artistas de la talla de Mos Def, Talib Kweli, Common y Dead Prez, así como el debut de Obsesión, un dúo que se convirtió en el principal talento de exportación del rap de Cuba, y que luego contrataron a Rodríguez como el DJ de sus giras.

De vuelta en la Cuba oriental, Rodríguez inició su propio crew de rap, Regimiento, en 1999. El año siguiente, mientras estaba estudiando gerencia industrial en la universidad, convenció a la rama local de un programa de divulgación juvenil del Estado de que lo dejaran coordinar actividades, como talleres de hip-hop y concursos de improvisación. Regimiento compitió en la edición 2000 del Festival de Hip-Hop de La Habana, que fue una oportunidad que lo inspiro a convertirse en DJ y productor musical. Sus habilidades combinadas de artista y defensor finalmente lo llevaron a mudarse de Santiago a La Habana a mediados de los 2000, para ocupar un cargo en la recientemente refundada Agencia Cubana del Rap, la cual manejaba la escena del hip-hop del país a través de contrataciones en el extranjero, promoviendo festivales a nivel nacional y brindando espacios de grabación. Aunque es santiaguero de corazón, Rodríguez permanece con base en la capital cubana hasta el presente.

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El público en una presentación de DJ Jigüe

Ahora, 20 años después de que Rodríguez organizara su última fiesta pum pum, está de vuelta en la casa de Santiago donde tuvo sus inicios en la música, preparándose para una presentación privada que dará a un grupo de tres docenas de espectadores, mayormente extranjeros que están de visita para el Festival Manana. Dentro de la casa, decora las paredes con máscaras africanas y cuelga una bandera cubana en la ventana trasera, luego instala una laptop con Serato y una combinación de controlador y MPC en la escalera –todo conectado a una bocina. En el piso polvoriento, el percusionista Iván Farías alterna entre las congas y la pandereta. Juntos, él y Rodríguez tocan un set improvisado que mezcla los beats de medio tiempo de Jigüe con una sección rítmica en vivo. Es un anticipo de lo que tocará el dúo en Manana pocos días después, y al público –compuesto por muchos visitantes primerizos que han estado en Cuba por menos de 24 horas– los calla el asombro.

Al escuchar el set hipnótico de Rodríguez, recuerdo el discurso corto que dio antes de empezar, donde llamó a la presentación una "ceremonia solar" –una frase con doble entendimiento que se refiere tanto al sol caliente que cae afuera, como la casa comunal que crió su carrera musical. Dijo que quería bendecir este espacio, sugiriendo que, a pesar de todo el desenfreno juvenil ridículo que ocurrió allí, todavía es terreno sagrado.