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Música

El museo que te invita a reflexionar sobre la guerra contra las drogas

Retratos hechos de metanfetamina y otras exhibiciones que muestra el verdadero costo de un sistema injusto.

Todas las fotos son cortesía de Open Society Foundations

La política global sobre drogas de la Organización de las Naciones Unidas, criminaliza las formas más populares de que te pongas bien arriba. A menos que estés viajando con hongos legales en Dekmantel en Ámsterdam, o soplando en una tienda de pots en Decibel en Seattle, seguramente has sido cómplice de un intercambio ilegal de drogas—un red internacional en la que están enredados desde pequeños granjeros latinoamericanos hasta los afligidos padres de las víctimas de sobredosis.

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Históricamente, las ONU ha tomado una postura dura para enfatizar la prohibición de las drogas, más allá de su uso médico o recreativo. Estas políticas tienen una enorme influencia, ya que muchos países modelan sus leyes nacionales sobre drogas siguiendo estos acuerdos internacionales.

En la Convención de Drogas y Narcóticos de 1961, por ejemplo, la cannabis fue etiquetada como una "sustancia controlada" junto al opio y la cocaína, llevando a un estricto control sobre su cultivo y criminalizando la posesión individual. De forma similar, el MDMA fue considerado como "sustancia psicotrópica de orden 1" en 1986, lo que significa que la Comisión de Drogas y Narcóticos de la ONU cree que es un riesgo para la salud pública y no tiene valor terapéutico.

Mientras algunos países siguen el consenso—los Países Bajos, por ejemplo, históricamente han relajado las leyes antidrogas, aunque se mantienen en los libros para evitar la ira de la ONU—muchos otros han movido la línea, lo que se traduce en represiones policiacas en raves y clubes, niños muriendo tras tomar sustancias no probadas y afligidos padres preguntándose si estas muertes podrían haberse prevenido con una política de drogas más inteligente.

Pañuelos bordados en el lobby del Museo de las Políticas sobre Drogas.

Pero la dura sentencia de la ONU podría estar cambiando lentamente. En días recientes, estimulado por los países latinoamericanos molestos por la guerra contra las drogas que piden que se suavicen el prohibicionismo, los líderes mundiales se reunieron para la primera Sesión Especial de la Asamblea General de las Drogas de la ONU, desde 1998. En una broma en momento muy adecuado (pero probablemente poco intencionado), la conferencia de tres días, que apunta a revisar la postura de la ONU sobre las drogas, coincidió con la semana del 4/20, la festividad favorita de cada pacheco.

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La conferencia dio oportunidad de que personas pro-legalización y los postulantes antidroga debatieran en persona. Hubo discursos por parte de padres de víctimas con sobredosis que creen que la legalización habría salvado la vida de sus hijos y también de burócratas de la Oficina de Crímenes y Drogas de la ONU repitiendo sus conservativos puntos de vista. Incluso hubo una afterparty en Bushwick con DJs de global bass como el colombiano Dani Boom de Systema Solar, que fue a Nueva York como parte del contingente de activistas.

Lo que pasa por tu nariz, comienza con un humilde granjero en los Andes que reza porque la guerra contra las drogas financiada por la DEA de Estados Unidos no deje caer una lluvia de fuego sobre su granja.

Pero el lugar más reflexivo durante esta Sesión Especial fue una instalación en Manhattan llamada el Museo de la Política sobre Drogas que mostraba las contradicciones y las consecuencias de la actual prohibición global sobre las drogas. Patrocinado por Open Society Foundations, una institución de concesión de subvenciones de la justicia social, fundada por el financiero George Soros, que se mantiene en oposición a los diplomáticos sólo a unas cuadras de distancia, que en la última Sesión Especial pidió por un "mundo libre de drogas".

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Por tres días, los defensores de la reforma de la justicia penal, activistas de Black Lives Matter, gurús de la política antidroga, y el staff semi-desconcertado de la ONU y sus delegados serpentearon sobre una tienda de ventas al por menor en un edificio de oficinas sobre Park Avenue. Pañuelos bordados con los nombres e historias de los individuos perdidos en la guerra contra los cárteles en México se agitaban en el vestíbulo.

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Jesse Krimes pasó seis años en cárcel por una ofensa no-violenta relacionada con drogas y pasó su tiempo haciendo murales en sus sábanas a partir de recortes de periódico, gel de cabello y una cuchara.

Las instalaciones de arte ocuparon tres lados del cuarto, incluyendo una maqueta de productores de coca y un piso de tierra que mostraba una señal de indignación: "Coca no es cocaine". Dentro de una réplica de la celda de una prisión, los asistentes al museo podían experimentar la vida claustrofóbica de un ofensor no violento. Una edición de 1987 del juego de mesa "¡Sólo Di Que No!", seguramente aprobado por Nancy Reagan y Tipper Gore, descansaba en un empaque de cristal como monumento a la máquina mediática antidrogas de los Estados Unidos.

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Otras piezas de arte daban un giro a lo intensamente personal, pidiendo al espectador considerar lo que sucede en la cadena de eventos desde la manufactura hasta el mercado. Zefrey Throwell, un artista multimedia localizado en Nueva York, cuyo padre murió de sobredosis de metanfetamina, hizo un díptico de retratos, a partir de metanfetamina real y las cenizas de su padre cremado. El artista de Filadelfia, Jesse Krimes, que fue encerrado seis años por un cargo relacionado con drogas, mostró un colorido mural con recortes de periódico que hizo en sus sábanas, con gel para el cabello y una cuchara. Un retrato de una madre en duelo y un niño fantasmal fueron hechos en el sitio por un artista mexicano que cinceló la imagen en un lienzo de papel con un taladro.

Un artista mexicano liberó su duelo creando un retrato de su madre con un ladrillo.

El rango de personajes representados por el museo—usuarios, abusadores, víctimas, dealers, traficantes—se cruzaban entre individuos atrapados en un enorme sistema más allá de su control. El show hizo a los espectadores sentirse indefensos frente a la abrumadora fuerza que permitiría a la fumigadora fuerza estadounidense esparcir una granja colombiana con químicos tóxicos, o un cartel de drogas mexicano de mantener a todo un estado como rehén. Pero también era un recordatorio de que, sólo a unas cuadras de distancia, la gente con el poder de cambiar el status quo estaba haciendo tratos en la Sesión Especial, que podrían conmocionar a todos, desde una viuda en Ciudad Juárez hasta un joven que asiste a clubes en Londres.

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Así es el hotel donde cabe todo un pueblo desplazado por el narco.

Las negociaciones del tratado en la ONU normalmente son abstractas y alienantes, pero este museo emergente intercambio políticas de estilo sermón por aquellas personales—y mostró en un agudo relieve lo que está realmente en riesgo con la guerra global contra las drogas. Cuando me crucé con la profesora del Colegio John Jay de Justicia Criminal, Baz Dreisinger, en el lobby, ella enfatizó que la forma en que el gobierno piensa sobre las drogas necesita una revisión completa, para enfocarse menos en perseguir a los individuos y más en reparar un sistema roto. "Si la política [antidroga] es inmoral, injusta y de focalización desleal, entonces el problema es la política y no tú," comentó. "Un pánico moral es un pánico moral. Cuando la gente comienza a volverse ansiosa sobre la gente joven y las drogas, eso se esparce por todo el lugar."

"Un pánico moral es un pánico moral. Cuando la gente comienza a volverse ansiosa sobre la gente joven y las drogas, eso se esparce por todo el lugar."—profesora de justicia criminal, Baz Dreisinger

El mensaje general del museo, entonces, fue mostrar el panorama de consecuencias intencionadas y desintensinadas resultantes del propio sistema. La productora ejecutiva del museo, Daveen Trentmann, me dijo posteriormente que las exhibiciones se enfocaban en la aceptación, en el no-juicio y en la reducción de daño en lugar de la criminalización. "Si eres un usuario activo de drogas, lo aceptamos," mencionó.

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La exposición de tres días culminó en una plática sobre la injusticia racial de las leyes contra drogas por parte del magnate del rap, Russell Simmons, un crítico de mucho tiempo de la política sobre drogas de Estados Unidos, con "Purple Rain" de Prince en un fuerte tributo de fondo. En el backstage, Simmons reiteró lo importante que es conocer cómo las leyes contra drogas del país son muy injustas en su trato con personas blancas, en contra las personas de color.

El magnate del rap y fundador de Def Jam Records considera que los ravers obtienen un pase sobre el uso de drogas, pero la comunidad del hip-hop es detenida y golpeada.

"En el mundo rave es algo inocente y divertido y quizá un poco riesgosono es algo por lo que vas a la cárcel, es algo que pones en tu cuerpo y mente bajo un riesgo," comentó. "En la comunidad del hip-hop, son ocho veces más severos, puedes ir a la cárcel si eres negro y usas drogas."

Jasiri X, rapero de Pittsburgh, quien prendió al público antes del discurso de Simmons, mezclando algunos tracks como "10 Crack Commandments" de Biggie con el tema de acoso policiaco "10 Frisk Commandments", fue más directo en su crítica sobre el doble estándar racista inherente a la prohibición de drogas.

"En el mundo rave [el uso de drogas] es algo inocente y divertido y quizá un poco riesgoso—no es algo por lo que vas a la cárcel, es algo que pones en tu cuerpo y mente bajo un riesgo. En la comunidad del hip-hop, son ocho veces más severos, puedes ir a la cárcel si eres negro y usas drogas."—magnate del rap, Russell Simmons

"¿Alguna vez has escuchado que criminalicen a Skrillex?" me preguntó, refiriéndose a como los artistas blancos suele enfrentar menos escrutinio que sus contrapartes de color. "Cuando están presentándose, todo tipo de drogas se están usando en los conciertos, pero no los persiguen igual. ¿Cuándo fue la última ocasión que escuchaste que uno de estos grandes DJs fue detenido por uso de drogas?"

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Una solución para las disparidades raciales en las políticas de drogas es dejar de politizarlas por completo. Días atras, el jefe de Virgin, Sir Richard Branson, junto a los expresidentes de Colombia, México y Suiza, pidieron la descriminalización de todas las drogas, en todas partes. Mientras la Sesión Especial se quedó muy corta de llegar a un movimiento tan ambicioso y concluyó sin traer una tregua definitiva para la Guerra contra las Drogas, si dio algunos pasos de esperanza—especialmente en lo referente a la mariguana.

Jasiri X quiere saber porque los raperos van a la cárcel por posesión de drogas pero los DJs de EDM no.

Jamaica, donde el gobierno recientemente relajó su postura sobre la hierba, hizo un llamado por la descriminalización de la cannabis y llamó a respetar las tradiciones rastafaris. El Primer Ministro canadiense y chico maravilla, Justin Trudeau, anunció que el Gran Blanco del Norte finalmente votará para legalizar la marihuana el próximo año. El presidente boliviano, Evo Morales, un antiguo cultivador de coca, hizo un llamado a los Estados Unidos para desmantelar a la Agencia Antinarcóticos (DEA). Colombia, México y Uruguay (donde el presidente permitió a Krishna Andavolu de VICE fumarse un porro durante una reciente entrevista) se mostraron a favor de hacer experimentos con marihuana medicinal y acercarse a la descriminalización.

Uruguay, la república cannábica.

Este coro de países que piden un enfoque más sano hacía los narcóticos se suma a los esfuerzos del museo para empujar el debate sobre las drogas. El circo de la Sesión Especial ha dejado el pueblo y los duros defensores volverán a pelear en las trincheras de Viena—donde la Oficina de Drogas y Crimen de la ONU tiene su corte—pero afortunadamente, el museo ayudó a que más observadores casuales entiendan la severidad de la situación. En el Museo de Políticas contra Drogas, el arte y el activismo se combinaron para crear un caso poderoso para reformular la antigua publicidad de "Sólo Di Que No". En lugar de tácticas de miedo como "Así luce tu cerebro con drogas", el museo espera un futuro más alentador que muestre un "Este es tu cerebro con la política sobre drogas".