​Cinema: la historia de un negocio de familia
Doña Maíta, patrona de Cinema.

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Música

​Cinema: la historia de un negocio de familia

De cómo la dinastía Pachón Fonseca fundó una de las más recordadas catedrales de la fiesta capitalina.

Las luces de Octava se prenden, iluminando todo el lugar. Es miércoles después de almuerzo, el sol en la mitad del cielo calienta por dentro el lugar, que se erige en plena 63 con 8 como una capilla de piedra de laja, y hasta su silencio se asemeja al de una iglesia, pues no hay nadie adentro. Sin gente bailando, el lugar se puede apreciar mejor: el lobby nos recibe con una fila llena de espejos enfrentados que reflejan un entramado de triángulos, la figura que, Nicolás y Gerardo Pachón, con ayuda de Paola Calderón, decidieron que sería el distintivo de esta discoteca o "club social", como ellos lo denominan.

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Efectivamente, hay triángulos por todos lados: en los espejos, en los baños, en el _DJ booth,_ en la barra y en algunas partes del techo. Hay triángulos hasta en las paredes, que están recubiertas de una espuma gris escarchada, haciendo que el lugar parezca de púas. "Todo partió de un referente que tenía Gerardo, el de una sala anecoica, la cual absorbe totalmente el sonido", me cuenta Nicolás.

El club Octava, que en menos de un año desde su inauguración se ha convertido en uno de los cubiles favoritos para los DJs de Bogotá, también nos recibió con un olor peculiar, dulzón. No estoy totalmente segura de si era un olor agradable o no, pero en todo caso imagino que así olerá un lugar después de mucha fiesta acumulada, después de que el humo del cigarrillo se disipa, junto con el sudor del baile y el tufo de las conversaciones de pasillo, de baño y de dancefloor.

Así imagino que olía también Cinema entre semana, el primero de cuatro lugares que abrió la familia Pachón Fonseca, que desde hace más de veinte años vio en la naciente fiesta electrónica local, no sólo una oportunidad de disfrute, sino de negocio. Quizá el olor de Cinema era mucho más dulzón que el de este (prácticamente) nuevo lugar, pues acumuló los residuos de la fiesta de una ciudad durante 20 años, de 1990 a 2010, tiempo en el que se convirtió en un templo feliz y decadente para los feligreses del dance en Bogotá.

Cuando Nicolás y Gerardo, que en ese entonces vivían en un barrio cualquiera de Alamos Norte, montaron a sus 17 y 15 años la miniteca Station Dance, no tenían ni idea de que esto sería el inicio de todo. "Teníamos el sonido, teníamos luces de la época, bola de espejos y hasta unas tarjetas divinas que Nicolás había diseñado", me cuenta Gerardo, que lleva siendo DJ autodidacta, como muchos, desde hace casi un cuarto de siglo, además de tener su emisora Gerard Radio desde 2012.

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Como cuando a uno de bebé le enseñan a caminar y a usar el baño, a los Pachón les enseñaron desde niños que la música tenía que sonar siempre en su mejor versión: impecable. "Mi papá siempre trabajó vendiendo sonido para clubes", continúa Gerardo. "Más adelante Nicolás empezó a montar sistemas de sonido y luces para discotecas en Bogotá, antes de empezar con el tema de ser DJ. Esto fue en el 82, 83 más o menos".

A mitades y finales de esa década, un nuevo aire fluía por las calles bogotanas, un aire que parecía venir de afuera. Nombres como Alberto Ahumada, Jairo Namur o Nelson Carrillo se oían en los lugares de moda en Bogotá: Space, Amnesia, Club Disco, Reina de Corazones, Discovery y Keops. El común denominador de estos lugares no era ni el vallenato ni la salsa ni la música popular. Era el disco, el mismo que tenía encandelillado al mundo con su bolita de espejos desde finales de los 70 y que sirvió como fundamento para el desarrollo de todo lo que vendría después: la electrónica de baile, el DJ, la cultura del club.

El brillo había llegado de a poquitos a escarchar estas tierras sabaneras, disfrazado de undergroud. "No era el disco que uno conoce como disco", me aclaran los Pachón, quienes se montaron al bus de este género desde sus inicios, encantados. "Era un disco mucho más dance, para nada comercial". Los recuerdos de esa década siguen intactos para ambos. Por ejemplo, recuerdan a Alberto Ahumada y su discoteca Amnesia, que quedaba en la 97 con 15 y fue la primera en no tener sillas, reemplazándolas por un espacio de baile enorme y un sonido muy superior al de la época. También tienen muy presente a su mentor Nelson Carrillo, el DJ más famoso y más guapo de la época, el showman del disco, quién terminó en la calle por culpa del basuco, "fumándose hasta los vinilos que puso a sonar alguna vez". O a Luis Forero, Lucho Beat, cómo le decían, quien manejaba la emisora Radio Fantasía en AM, y era, según los Pachón, uno de los tipos que más viajaba y más traía música a Bogotá, un punto árido musicalmente en ese entonces. "Lucho viajaba cada 15 días a Baltimore a una tienda en específico y compraba dos copias de cada vinilo, una para quedársela y otra para venderla", me explica Gerardo, son sus sienes ya un poco entrecanas. "Yo tengo discos de Grecia, de Suiza, Bélgica, Alemania, todo gracias a lo que él traía. Todos nos peleábamos para conseguir vinilo durante esos años".

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Los fines de semana Lucho hacía un programa que se llamaba Fantasía Discoteca, que no sólo fue fundamental para estos dos hermanos, sino para marcar el preludio de la escena electrónica de la ciudad. "Todo el mundo llamaba a preguntar 'Oiga, ¿cómo se llama ese track?". Nosotros grabábamos pedacitos para averiguar los nombres de las canciones", me cuentan ambos, quienes estrecharon su relación con Lucho al convertirse en sus asistentes, ayudándolo a poner 45's en tornamesas con brazos de madera y sin pitch, equipos que no se pueden ni comparar con los actuales.

Esas fueron sus primeras mañitas mezclando.

La novedad se sentía en el aire. La música, la gente, los sitios de fin de semana, las fiestas. Nicolás y Gerardo, picados por el bichito, aprendieron a mezclar en diferentes sitios, al tiempo que le ayudaban a su papá Carlos en el Templo del Sonido, el negocio en el que él trabajaba, vendiendo en plena 7 con 57 equipos importados para el sonido de las discotecas que empezaban a florecer, como brotes bullosos, por toda la ciudad. Mientras Nicolás se interesaba más por el negocio de su papá, Gerardo se especializaba más en la labor de la mezcla: "Me metí a tocar en la discoteca Discovery, donde duré dos años, y después me subí a una en La Calera que se llamaba Zambuca", me cuenta, afirmando que era uno de los DJs que más cobraban en la época, con sumas de casi millón y medio al mes. Este Pachón, que en esa época podía tocar hasta cuatro veces por semana, vendía discos en una tienda de música en la 19 con 9, en un sitio que aún hoy sigue siendo epicentro para los melómanos de la ciudad. "Uno se regía en ese entonces por la revista Billboard, por el top 100 de música de clubes. Yo miraba el comportamiento de los tracks, lo que subía y lo que bajaba, y así sacaba música".

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Se podría decir que en ese entonces Gerardo marcaba el ritmo, siendo uno de los principales dealers de música para las discotecas de la ciudad.

Publicaciones acerca del lugar, que era punto de referencia para famosos y paparazzis. Foto archivo de los hermanos Pachón Fonseca.

La idea de Cinema ni siquiera salió de ellos mismos, sino del suegro de Gerardo, que en ese entonces no era sólo su suegro, sino su camarada de fiesta todos los fines de semana. "Parecía mi hermanito y un día me dijo 'Guevón, ¡montemos nuestro propio sitio!". Así, Gerardo desde los decks, Nicolás desde la administración y José, el otro hermano Pachón, desde la puerta, fundaron Cinema en 1990. "¡Y mi mamá Maíta!", exclama Gerardo, con los ojos bien abiertos. Durante los veinte años que duró Cinema en pie, Hilda Fonseca de Pachón fue la mano derecha de sus hijos, ayudando en la taquilla y luego en la barra, turnándose el trabajo con episodios de baile arriba del booth, algo que todavía haría a sus 76 años, si no fuera porque sus hijos la convencieron de quedarse en casa por su salud.

"A Maíta la aman", me dice Nicolás. "Todo el mundo nos sigue preguntando por ella. Hace poquito vino un rato a Octava y todo el mundo era enloquecido, sacándola a bailar. A ella le encanta".

A la tripulación Cinema se le fueron pegando con el tiempo amigos y recomendados, todo un ejército de gente al que, a criterio de ambos hermanos, se le pudiera confiar el lugar. Luego llegaron Mafe, hija de Nicolás, quién se volvió los ojos de la puerta (un trabajo clave para que un club se mantenga vigente, según ambos hermanos), y Paola Calderón, quién pasó de ser una pelada de menos de 18 años que convencía al bouncer de entrar, a ser la novia de Nicolás, luego DJ residente y, ahora, como DJ Pao C, en una de las mujeres más brillantes en los decks de la capital.

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Hilda Fonseca de Pachón, más conocida como Maíta. Foto archivo de los hermanos Pachón Fonseca.

Cinema comenzó mal. "Se montó el sitio y no sé qué pasó", me explica Nicolás. "No hubo expectativa, no le pudimos llegar a la gente. Arrancamos con una fiesta crossover porque quisimos replicar lo que Gerardo estaba haciendo en otras discotecas, pero no sé, no funcionó". Los hermanos le atribuyen este fracaso inicial a su falta de identidad musical y a que el club, ubicado en la 75 con 15, en un lugar que antes funcionaba como un café teatro, quedaba cerca de un sector de universidades con estudiantes que entraban sin pagar y no se gastaban un centavo adentro. "Se nos llenaba el club, pero íbamos a ver plata y nada. Lo que nos ganábamos el fin de semana, lo teníamos que invertir en arreglar todo lo que dañaban".

Dos meses duraron así, sin un peso y corriéndole a los bancos, pues los Pachón, como casi cualquier mortal en este país, montaron su negocio con un crédito bancario de casi cien millones de pesos que no los iba a esperar. Finalmente Nicolás tuvo la idea que los sacó del foso, y empezó a trabajar de la mano de Leo, una amiga dueña de un bar de público gay femenino, Isis, localizado en la 34 con 13, quien cuando vio su bar, vio en él un posible hábitat natural para las asistentes de su bar. Finalmente hicieron negocio: "Nico: yo me traigo a mis amigas, pero hay que poner más chucu chucu, más salsita, más merengue", les dijo ella. Los hermanos aceptaron, y trajeron a un amigo, Jairito, a que les llenara de chucu chucu el lugar. "Entonces comenzó a llegar gente gay, más que todo mujeres", me cuentan. "Y empezó un proceso de poco tiempo en que las cosas empezaron a nivelarse y, de repente, empezaron a llegar muchos hombres gay".

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Un público que, en la fiesta, siempre se ha consagrado como profesional.

En esta época, los bares gay eran un territorio claramente disputado entre hombres y mujeres, quienes sostenían una rivalidad paradójica para la fiesta: donde entraba el uno, no era bienvenida la otra. Así, cuando el sitio se les empezó a llenar de hombres, la mayoría de lesbianas salieron despavoridas. "Comenzaron a llegar muchos tipos que odiaban el chucu chucu pero que les encantaba el dance de la época, así que acabamos con eso… ahora Cinema iba a ser puro dance. Poníamos videos de Madonna, de Depeche Mode, de The Cure… de todo. La rumba gay es la verga, es muy explosiva", recuerda Gerardo. Ya con la llegada de público masculino gay, los Pachón empezaron a ver buenas fiestas y muy buena plata. "Veíamos al hermano de Carlos Vives venir, a Hernán Zajar, a ministros, hasta a un cura que era marica… siempre gente súper bien, pero cuando empezamos a ver a Paola Turbay con su manada de escoltas, dijimos: 'Jueputa, ¡esto se creció!'".

Alrededor de 1996 empezó la tercera etapa de Cinema, la época que los volvió un mito: público hétero, covers carísimos, trago aún más caro y filtro más que exigente. El público gay se sentía traicionado por la llegada de tanta gente: "Teníamos al cliente que era profesor y que se empezó a encontrar a sus alumnos; al oficinista enclosetado, a hombres casados con hijos que eran gays… ese choque hizo que este público se empezara a rayar y dejara de ir", sentencia el mayor de los Pachón.

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Contra las críticas de muchos feligreses de su iglesia, Cinema finalmente tomó una difícil decisión: mezclar todos con todos. "Hubo gente que nos juzgó muy duro porque finalmente crecimos y nos volvimos famosos gracias a la población gay… en un momento se vio como si los hubiéramos sacado".

Pero más que centrarse en un público específico, los Pachón se concentraban en la música. "Después de Madonna y los Pet Shop Boys tuvimos una época trancera, porque estaba muy de moda: Paul Van Dyk, Paul Oakenfold… luego empezamos a poner techno y la fiesta se puso más fuerte". Desde el 97 Cinema se fue por el lado de la textura en el sonido, música sin vocales que era novedosa en la época, pero que cada vez conseguía más público concentrado en lo que era: bailar con los ojos cerrados.

Luego, llegaron las drogas.

"El cambio en la fiesta fue bárbaro. Uno nota en la noche cuándo la gente está tomada: se toma sus traguitos, rumbea rico y ya… pero con la rueda, la gente es muy diferente". Las pepas llegaron al club por medio de un amigo inglés que no solo les importaba discos, sino les traía noticias sobre los sintéticos que estaban imperando del otro lado del charco. "Eso conllevó al cambio musical, a esa transición instrumental que luego nos llevó al progresivo, al house mainstream y ahí sí a que despegáramos con toda".

Para el 96, el año en que volvió a despegar Cinema, decidieron que, con todo las tendencias que estaban emergiendo a nivel de iluminación, sonido, ritmos e incluso drogas psicotrópicas, el sitio debía reinventarse, y hacerle frente a la coyuntura nocturna. Los Pachón cerraron las puertas de su club y lo acicalaron, como quien se arregla para salir de fiesta, solo que en el caso de Cinema, esta fiesta parecía ser eterna. "Remodelamos todo el lugar. Quitamos las mesas y las reemplazamos por una barra gigante, salimos de la bolita de espejos a las luces robóticas y nos tocó estudiar programación de luces". Implementaron hasta nuevas salidas de emergencia, las cuales incluían un tubo como el de los bomberos, que conectaba el segundo piso con el primero y que se iba a convertir en una de las mayores atracciones del club cuando se prendía la fiesta. Con la reinvención llegaron las nuevas ideas, y una constante sed de creación dentro del lugar. También entraron a funcionar en forma los bookings, una palabra que todavía sonaba muy ajena en el país. Estos iniciaron de manera improvisada, con el típico "Yo tengo un amigo que es un DJ que está tocando en Barcelona" o DJs que venían de vacaciones, y se amañaban los fines de semana en el club.

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Carl Cox, Timo Maas, Âme, Marco Carola, Deadmau5, Darren Emerson. Fueron años de clímax, de trastorno, de extravagancia, pero sobre todo de novedad, que muchos recuerdan como sus mejores años de baile en la ciudad. Gomelos, actores, políticos, menores de edad, universitarios y dealers se codeaban unos con otros una vez lograran como fuera, pasar el estricto filtro del lugar, bailando al son del eterno lema de la fiesta, en el que un desconocido en la vida real, es un amigo en la pista de baile. Cinema era eso.

Si le pregunto a los hermanos por la fiesta más memorable de su club, la respuesta no es inmediata. Sin embargo, casi todos coinciden en que Deadmau5 fue la noche más cerda que recuerdan. Fue el 14 de junio de 2008. "Era la primera vez que venía y en esa época sonaba mucho más progresivo, luego sí le vendió el alma al diablo y se volvió EDM", asegura Nicolás, quien también tocó esa noche. Sin embargo, esa noche Deadmau5 estaba en la cima y Cinema también. Todo el lugar estaba repleto de ratones de espuma, y la gente, en medio del culmen de la loquera empezó a arrancarlos para quedárselos de recuerdo: "yo todavía tengo amigos que tienen su ratón firmado", recuerda Gerardo.

Ya para entonces Cinema traía a un promedio de tres artistas internacionales por mes, de todas las tallas. Un promedio que hoy por hoy no suena tan impresionante, pero que siete años atrás era algo inconcebible.

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Deadmau5 en Cinema. Foto archivo de los hermanos Pachón Fonseca.

Eso era lo que Cinema estaba haciendo en su momento, hacer concebible lo inconcebible. Pero lo inconcebible les llegó después de un fin de semana de casa llena, como cualquier otro. En octubre de 2010, la policía, por orden de la localidad de Chapinero, llegaron en frente de Cinema con la orden de sellamiento definitivo, el sticker maldito, tan repudiado en los antros bogotanos. Nicolás me explica que desde hacía más de diez años, Cinema tenía un lío jurídico que habían postergado. "Cuando cogimos el lugar, estábamos dentro de uso permitido de suelo para alto impacto. Luego hubo un cambio y nos quedamos una cuadra por fuera del POT (Plan de Ordenamiento Territorial) y ahí comenzó la pelea". El negocio iba muy bien, por lo que ambos hermanos decidieron seguir con el club en ese mismo lugar y armarse de un buen equipo de abogados. Y sin embargo, en ese octubre, perdieron la pelea. "Teníamos un vecino que tenía todos las conexiones del mundo y el tipo nos hizo la guerra", cuenta Nicolás. "hasta que de un momento a otro nos pusieron sello definitivo".

En dos meses, Cinema cumplía sus 20 años.

Cinema no se pudo despedir. O al menos no desde su base de operaciones. Ambos hermanos y el resto de su equipo decidieron hacer una fiesta en el Teatro Metro, el 5 de marzo de 2010, donde tocaron Mono Caparroso, Gerard, Pao Calderon y Nicolás. "Lo bueno de Cinema es que terminó arriba, nunca nadie lo dejó morir", comenta Mafe, la hija de Nicolás. "La gente siempre lo va a recordar en su mejor momento, como Marilyn Monroe, que murió siendo emblemática, siendo divina…".

La diva murió, pero dejó legado.

Hoy, tres sitios después, los Pachón montaron Octava, una versión mejorada, en muchos aspectos, de su legado, reclamando un espacio que por derecho les corresponde en el actual panorama musical bogotano, en donde Cinema no es ni la diva que murió, ni la lápida en un cementerio de nostálgicos, sino una piedra fundamental para el desarrollo de una escena vital, vigente, y que continúa bailando.

***

Hoy en día, Gerardo Pachón sigue tocando como DJ Gerard y amplificando sus sonidos desde su emisora web Gerard Radio y su club Octava, del que son socios su hermano Nicolás y Paola Calderón. En cuanto a Maíta, que cuando quiera la sacamos a bailar. A todos, gracias.

Nathalia quiere seguir aprendiendo de lugares de culto de la fiesta colombiana. Síguela en Twitter.