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Música

Cuatro postales de paz a através del beat

La paz también se hace desde la pista de baile.
Asistentes a Tresor, imagen por Oliver Wia vía.

Nuestro mundo está construido en base a binarios. Está arriba y está abajo; la derecha y la izquierda; el género masculino y femenino. Está el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto. Estoy yo y estás tú. Y luego está la música, la que no tiene binarios sino que nos recibe a todos. La que no tiene nacionalidad, territorio ni barreras. La música que es libre y nos libera, que no nos condiciona y nos permite, en ella, ser.

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En Colombia se firmó un tratado que dio fin a una guerra que duró más de 50 años, pero hay muchos retos que aún faltan por superar. Nos queda aprender a perdonar, reconciliarnos y aceptar las diferencias que tenemos. En THUMP creemos que el baile y la fiesta son canales en los que lo único que importa es el amor a la música y todas las diferencias políticas y culturales quedan por fuera de la pista. Pensando en eso, encontramos ejemplos históricos en los que la música electrónica ha servido como espacio de convergencia, paz y reconciliación en países que han sobrevivido conflictos armados, regímenes de segregación racial y revoluciones políticas.

Cómo las ruinas del muro fueron los cimientos del techno de Berlín

Dos guerras perdidas, un país dividido y un sonido que fue el encargado de reunificar a una nación. Cuando cayó el muro, cuando quedaron los edificios desocupados, y nadie daba un peso por las ruinas, una generación de jóvenes que se resistía a seguir reprimida y un sonido nuevo fueron catalizadores del que tal vez sea el movimiento underground más respetado del mundo.

Un underground literal, sin reglas, sin leyes, que se desarrollaba en sótanos y estaciones abandonadas, que no solo se llenaban de música sino de color y de arte. La escena era nómada. Un día en el este, otro en el oeste; un día en un edificio de apartamentos que fueron abandonados, en una bóveda de banco (Tresor), o en una planta de energía que ya no producía más (Berghain). "Luego de que cayera el Muro, muchos espacios se encontraron repentinamente disponibles para las fiestas, pero eso también trajo consigo el entusiasmo de muchos chicos del este. Los chicos de la Alemania Oriental estaban impulsando un sonido mucho más duro. No querían vocales ni pianos. También eran ellos los que buscaban nuevas locaciones: estaciones eléctricas, bunkers, hangares, estaciones subterráneas. Debió haber sido liberador bailar en lugares donde anteriormente te hubieran disparado por allanamiento", asegura Feliz Denk, autor del lirbo Der Klang der Familie. Y así, de a poco, personas divididas por género, raza, orientación política, se fueron acercando en torno al techno.

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Sudáfrica, por medio del house, sigue celebrando el fin del Apartheid

Después de años de 44 años de segregación racial en Sudáfrica, el país quedó con las secuelas socioeconómicas de la división. Ante esto ha habido una salida: la música. Siendo un país en el que hay más de una decena de culturas diferentes, la diversidad, tanto de lenguajes como de costumbres, es enorme. Pero ha habido un factor común: las nuevas generaciones, llenas de jóvenes curiosos e innovadores, han recurrido a los sintetizadores, las máquinas y los instrumentos nativos de esta nación tan culturalmente rica para crear un sonido híbrido entre la herencia negra del país y el aporte cultural de los blancos. Así han surgido géneros como el kwaito, durban gqom, shangaan electro, o la apropiación cultural que se hizo del house.

Y es que aunque aún falta camino por recorrer en cuanto a pobreza, crimen e injusticia, en Sudáfrica la música suena duro. Los niños, blancos o negros, sueñan con ser DJs; en taxis, centros comerciales o restaurantes se escuchan los beats electrónicos de una Roland 303. En Sudáfrica, a punta de música hecha digitalmente, todavía se celebra el fin del Apartheid.

En el club The Block, en Tel Aviv, no hay diferencia entre árabes ni judios

El 1 de junio de 2001, Saeed Hotari, un joven palestino perteneciente al grupo terrorista Hamas perpetuó una de las masacres más recordadas en la ciudad de Tel Aviv. Hotari se inmoló frente a la discoteca Dolphinarium, causando la muerte de 25 israelíes que esperaban entrar al club. Después del ataque el gobierno israelí defendió con más fuerza la finalización de la construcción del muro que aísle a este país del resto de Cisjordania. La rivalidad entre estos dos pueblos es enorme, sin embargo, desde un club se está haciendo la diferencia.

Palestinos e israelíes no trabajan juntos, no conviven, así compartan un espacio geográfico. The Block es el sitio al que árabes y judíos pueden ir a bailar juntos, a escuchar a sus DJs favoritos y bailar hasta que amanezca. Allá no son dos grupos diferentes, son todos amantes de la música que saben que están en una zona de riesgo y que esta noche puede ser su última. A The Block no llegan cargados de rencores ni rivalidades, no le son fiel a una patria, le son fieles a la música, al techno, al acid, al house, a los beats que los unen. Cómo dice Asaf Samuel, DJ residente de The Block, "Creemos que todo lo que hacemos puede marcar la diferencia. Podemos romper otro ladrillo de este "muro del odio" que nuestros gobiernos están construyendo. Unir a los israelíes con los palestinos y que dancen música árabe en un club en Israel literalmente te hace sentir que algo está cambiando, justo delante de tus ojos. Tal vez está pasando lento y subliminalmente, pero está pasando".

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Foto via Telaviv-price.com

Kazantip, refugio en medio del conflicto en el Mar Negro

La república independiente de Kazantip, que ha llamado nuestra atención recientemente, se establece durante un mes en el que la música, la fiesta y las libertades individuales de los asistentes son protagonistas. Estas dos semanas que desde 1992 han acogido principalmente a ciudadanos de Rusia, Ucrania, Georgia, Turquía, Rumania y los países circundantes al mar negro en un ambiente libre de hostilidades, en donde la única "viZa" que necesitas es tu tiquete de entrada al festival.

En 2014, cuando el conflicto militar entre Rusia y Ucrania a causa de la disputa sobre el territorio de Crimea (sitio donde suele llevarse a cabo este festival), Kazantip fue fundamental para que los ciudadanos de la zona afectada pudieran sobrellevar la situación. En una entrevista publicada en 2014, Nikkita, el organizador de Kazantip dice: "Estoy de acuerdo en que la situación fuera de las fronteras de nuestra república está muy politizada. Los ucranianos están sufriendo la pérdida de Crimea, y especialmente de Kazantip, de una manera muy dolorosa. Es una mezcla de celos e histeria descontrolados en lugar de sentido común. Estamos preparados para sanarlos".


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