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Música

En Colombia el techno también se baila "pegaíto"

La intención de este texto es resaltar ese acto tan elegante, tan elocuente y tan nuestro, que se ha venido apoderando del dancefloor en Colombia.

Con el pasar de los años, la escena electrónica en Colombia ha ido mutando de a poco: los eventos masivos le han cedido terreno a fiestas más 'íntimas', los lugares de culto han ido quedando atrás para darle paso a improvisados clubes e incluso, esa "etiqueta" en el dancefloor electrónico de mantener la distancia unos con otros se ha ido reemplazando con un swing más "cachete con cachete, pechito con pechito".

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Seguramente muchos se estarán preguntando de qué putas estoy hablando. Pues bien, la idea central de este texto no es profundizar sobre la dinamización y desarrollo de la escena criolla, ni mucho menos hablar sobre los aspectos puristas de la música 'underground'. Mi intención es resaltar ese acto tan elegante, tan elocuente y tan nuestro, que se ha venido apoderando de las pistas de baile en nuestro país: bailar techno "pegaíto", como si fuera el más íntimo perreo.

En una sociedad con una problemática social avasalladora, donde en los estadios nos matamos, en la calle nos robamos y en las marchas uribistas pedimos bombas –y no precisamente de Levon Vincent–, el hecho de poder aislar toda esta serie de contrariedades los fines de semana, constituye un respirito necesario en el diario vivir del colombiano. Tener la determinación de adentrarse con tu compañera sentimental en un trance cadencioso al son de Marcel Dettmann, Robert Hood o Zenker Brothers, donde las miradas se cruzan formando un revolcón de utopías, los labios se rozan con delicadeza y las manos sirven de custodio para esos bolsillos de denim, conforma una representación digna de nuestra necedad tropical, una oda a esos antepasados que prendían las fiestas durante el periodo colonial español.

Según relatos antiguos, en el siglo XVIII la cumbia se bailaba de noche, alrededor de una fogata, y los músicos se situaban a un lado de los bailadores. Si contemplamos el panorama actual, esta práctica no dista mucho de lo que se vive hoy en día dentro de un club: el baile sigue vagando por la noche, la fogata pasó a ser el "candeleo" del DJ, y los hombres se siguen situando alrededor de las bailarinas, solo que han dejado de ser músicos para convertirse en aves carroñeras, listos para atacar a la primera presa que se aleje de su manada. Cuando surge el contacto visual, ambas partes comienzan una danza similar al ritual de apareamiento propio de las aves del paraíso, logrando una plácida simbiosis, donde los movimientos perfectamente descoordinados y el roce entre ambas telas despliegan expresionismo abstracto en sus niveles más puros.

Ya llegarán los más puritanos a defender la autonomía dentro del ámbito del baile musical electrónico, tildando de guiso o mañé a todo aquel que busque un poco de calorcito mientras suena uno de sus discos favoritos. Mi pregunta es, ¿acaso en clubes de culto como Berghain no se junta algo más que un par de piernas?, ¿será que en los programas que dominan el MTV de hoy en día, sus protagonistas no 'bluyinean' en pleno rave? En tiempos donde Major Lazer y su moombahton han puesto a perrear a medio planeta, no me parece pertinente que se juzgue y critique a cuanta parejita manifieste su amor al ritmo de un track que marca 130 BPM, o que se tiren sus pasos vallenateros al son de Traumprinz o Fatima Yamaha. La habilidad del colombiano para acoger ritmos toscos y fríos, convirtiéndolos en inmaculado movimiento pélvico, integra una virtud casi que anhelada por cualquier sociedad en el mundo.

La prueba más fehaciente de comprobar la química y vibra entre dos personas es la música. Si a la chica le gusta la misma música del man, y la bailan "pegaítos", bien por ellos. Encontrar eso es muy difícil; mantenerlo es un tesoro.

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Cope está en busca de una chica con quién bailar pegadito. Escríbele por acá si tu eres la indicada.