Anthony Blind: el DJ ciego que trabaja en el McDonald's de la 93
Foto: Pablo David G. | Noisey Colombia

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Música

Anthony Blind: el DJ ciego que trabaja en el McDonald's de la 93

Esta fue la fugaz trayectoria detrás de los decks del del primer seleccionador invidente en Colombia.

Como lo lleva haciendo durante los últimos 10 años, Juan Antonio González madruga de lunes a viernes para llegar al McDonalds del Parque de la 93 en Bogotá a cumplir su única labor: entregar los pedidos de hamburguesas, papas, helados, ensaladas y nuggets a los clientes que se pasan por el restaurante en carro. A él le pasan las bolsas acartonadas con la comida adentro y su parte consiste en agarrar los toppings que tiene organizados perfectamente enfrente suyo, meterlos con el resto del pedido, adjuntarle las bebidas y pasárselo a los hambrientos que diariamente consumen los productos de la multinacional del payaso.

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Si usted ha pasado por ese Drive Thru, seguramente ha visto a Juan como un empleado más a quien le recibe su comida de afán y le da un "muchas gracias", si mucho. Es un tipo bajito, narizón, lleva camisa y gorra azul, en el brazo tiene un tatuaje tribal gastado y siempre lleva sus ojos cubiertos por unos lentes oscuros. Nada fuera de lo común a primera vista, pero justamente ese último elemento es el que delata su ceguera, una que lleva cargando casi la mitad de su vida y que le dio el título del primer empleado de McDonalds con discapacidad en Colombia.

"Hermano yo he salido en Semana, Yo José Gabriel, Séptimo Día, Arriba Bogotá, Bravissimo, el Q'hubo. Eso mejor dicho…", fueron las primeras palabras que soltó mientras me invitaba a un tinto en una de las mesas del McDonalds donde trabaja. Y es que aunque no pueda ver, es un tipo que está acostumbrado a los reflectores y a la vanidad de los medios de comunicación, que en la década pasada mojó cuanta prensa pudo a punta de notas coloridas sobre superación personal que le supieron dar sus buenos 15 minutos de fama.

Cuando le pregunto sobre su vida se queda asombrado: "¿A lo bien usted ya no se sabe mi historia, no la ha leído en prensa?", me dice como con voz del que genuinamente no le cabe la vaina en la cabeza. Le respondo que no, se agarra la cara y se echa el cuento de su vida, que parece sacado de una telenovela. Según cuenta, nació en Armero y gracias a un tío se salvó de la avalancha que arrasó con parte del municipio el 13 de noviembre de 1985 cuando todavía era un niño pequeño. Allí murió casi toda su familia, menos su mamá y algún hermano con los que se desplazó a su cabecera, Armero Guayabal, "donde estuve hasta que acabé el bachillerato", dice.

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La tragedia lo siguió hasta el 2001 cuando duarte un paseo en Mariquita, Tolima, un muchacho disparó afuera de un lote prohibido y una "bala perdida, pero no tan perdida" le dio en la cara, dejándolo vivo pero a oscuras con apenas 18 años. "¿Pero bueno hermano, usted en qué quiere enfocar su nota?, ¿En lo de la música?", pregunta como con tono del que quiere salir rápido del asunto. Y sí, nuestro encuentro fue para hablar del segundo título que ostenta, pero del que poco habla: el primer DJ invidente en Colombia.

La electrónica se maneja más con golpes y un DJ fácilmente puede tocar con los ojos cerrados porque se manejan son los beats. Yo tocaba con los ojos vendados.

En ese momento Juan cambia el ritmo acelerado que llevaba y con un tono de respeto casi sagrado, nombra a Fabio Alzate, uno de los "abuelos" de la electrónica nacional que acompañó por más de 20 años a toda una generación de oyentes de La X Electrónica en Bogotá y que también fue su maestro en el tema. "Como a los 21 me vine a Bogotá para el Centro de Rehabilitación para Personas Invidentes y cuando terminé el programa, quería demostrar que esa penumbra no me iba a frenar", afirma alevoso. Consiguió una beca para estudiar comunicaciones, le llegó la oportunidad en McDonalds y comenzó a dar conferencias sobre superación personal. "Luego me interesé por la música y después de un paso por la escuela de DJs de Canal Uno, me fui a buscar a Fabio Alzate para que me enseñara a tocar electrónica".

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Así fue como a mediados de 2009 llegó al "DJ School" del maestro de los más de 4,000 vinilos, que después de escuchar su historia lo recibió como si fuera un estudiante común y corriente. "No por ser invidente enseñarle fue más complicado, el hombre es muy pilo y de todas maneras por su condición el oído lo tiene más despierto. No conozco otro caso de un DJ invidente en Colombia", sentencia Fabio. "Él aprendió a manejar los equipos, se alcanzó a comprar unos propios y estuvimos como una o dos veces en eventos".

Juan enfatiza que lo clave para domar los decks fue haber utilizado mucho los sentidos, sobre todo el tacto y el oído: "La electrónica se maneja más con golpes y un DJ fácilmente puede tocar con los ojos cerrados porque se manejan son los beats. Yo tocaba con los ojos vendados". Y es que además de haber sido alumno de Alzate, junto a él y con su alias de DJ Anthony Blind recién estrenado, puso a sonar los mixes de house y techno curados por su profesor en pequeñas fiestas en el McDonalds de la 93 y en una discoteca por la zona que se llamó El Sitio, donde antes de comenzar, fue presentado por el mismo Ronald McDonald en una fiesta en la que según él, "había más de 3,000 personas".

"¿En serio? ¿Alguna vez hicieron una fiesta en el McDonalds de la 93?", le pregunto a Juan, que muy ligeramente responde que hace unos 5 años, el gerente que había le dio un espacio cada viernes para ponerse sus temitas en el McCafé. "Al hombre le parecía bien y encima de todo me pagaba un extra, negocio redondo", recuerda. Literalmente se podría decir que fue el DJ residente del McDonalds de la 93 por unos meses.

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Pero como todo no podía ser electrónica y como buen hombre de provincia, Juan sostiene que lo que siempre le gustó más fue poner música en rumbas crossover, algo que me iba sospechando después de preguntarle por sus DJs favoritos reiteradamente y no recibir ninguna respuesta. El amor por las mezclas del crossover se lo pasó Santiago Díaz, uno de sus profesores en la escuela de DJs que se especializa en el lado más guapachoso de la rumba: "Yo le enseñé a mezclar salsa, merengue y otros ritmos aparte de la electrónica, en el momento de enseñarle se le dijo cómo eran los controles, cómo iban y manejó el tema a la perfección. Hasta llegamos a alternar en toques alguna vez".

Una cuestión que para Juan no solo es de gustos, sino una necesidad para sobrevivir en el mundo de los DJs porque "las personas piden su música" y "la electrónica es algo más para muchachos". Aún así, asegura que a diferencia de sus profesores, él nunca pensó en vivir de la música, sino que simplemente quería demostrar que podía hacerlo. En medio de eso, claro, también comenta que en esos días tuvo sus buenos levantes al final de las fiestas porque "si uno mezcla bien, la gente se le viene encima de uno".

Foto por Pablo David G.

Como sea, no todo le salió al derecho a Juan cuando se metió de DJ, y después de tomar su último sorbo de tinto, escupe las dos razones por las que decidió retirarse. La primera, recuerda emputado, fue el robo de unos equipos después de un toque en 2012: "Yo cargaba mis cosas después de tocar y las subía a un taxi. Un día un man se ofreció a ayudarme en la calle y cuando me di cuenta ya iba con las cosas como a una cuadra". Es claro al decir que nunca faltaba el "lamparozo" que quería aprovecharse de él por su discapacidad y que aparte de todo, no conocía muy bien la ciudad por esos días.

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La segunda razón y con la que seguramente se puedan identificar muchos DJs, fueron los pagos precarios por parte de algunos promotores de eventos. "Cuando comencé era bueno, me pagaron $600,000 en El Sitio. Luego la gente se comenzó a vender por nada, media botella de guaro o unos $80,000 pesos. Los promotores contratan al que les sale más barato y no…", dice, agregando además que no le valoraban un extra por el esfuerzo que significaba no tener sus cinco sentidos y sentenciando con que "la gente no valora el arte".


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Para ese momento, Juan ya había dejado de ser una novedad para público y promotores, se quedó sin toques, hasta en su querido McDonalds de la 93. La prensa no lo asediaba más y ese fue el final de DJ Anthony Blind. Al final de nuestra charla, sonríe y bota orgulloso el dato de que desde que dejó el tema a un lado hace unos cuatro años, se está haciendo de a $800,000 por charla de superación y que las temprano, alejándose de "cualquier tema de la noche". Dice que ahora organiza rumbas crossover en pueblos con un socio, pero que anda más enfocado en su hijo y su pareja, con los que se va a ir a vivir en un apartamento en El Tintal.

Luego viene la última pregunta, "¿Hermano y no le sonaría revivir a Anthony Blind?". La respuesta llega rápido: "¡Obvio! ¿Qué le parece si lo cuadramos entre los dos? Eso es que yo hablé con los muchachos y sale, yo pongo el sonido, las luces y usted el lugar". Acto seguido se viene un silencio incómodo, pero gracias al cielo nos interrumpe una compañera de Juan cobrándole los tintos que nos acabábamos de tomar y pidiéndole que regrese al trabajo. Me paro, le doy la mano y quedamos de "hablar luego". No creo que sea yo el indicado para traer de vuelta a Anthony Blind, pero por lo menos espero que contando su historia no se nos olvide que ya hubo un primer DJ invidente en Colombia.

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