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Música

Krautrock: la sigilosa revolución que cambió la música moderna

Géneros como el hip hop, el techno o el post rock tal vez nunca habrían aparecido sin esta escena de la extinta Alemania Occidental.

Este artículo fue publicado originalmente en Noisey , nuestra plataforma de música con noticias diarias, videos y reseñas que no son aburridas.

Tal vez el término krautrock no te suene demasiado. Aún así, es altamente probable que entre los últimos sonidos que emanaron de tu iPad, dispositivo móvil, radio, o plasma LCD, se encuentren indudables reminiscencias de este –aún para muchos- desconocido género musical de origen teutón.

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Brian Eno, ex miembro de Roxy Music, creador multifacético y productor de algunos de los álbumes más aclamados del rock y pop contemporáneos, dijo alguna vez que entre los ritmos más importantes del siglo XX –además del afrobeat de Fela Kuti y el funk de James Brown- se encontraba el hipnótico -y monótono- ritmo motorik de Neu!, una de las bandas más representativas del krautrock en los 70. Esta escena experimental o kosmic musik, un producto de la Alemania Occidental de posguerra, fue el aire fresco del cual se alimentó el siempre adelantado David Bowie para producir su célebre trilogía de Berlín ( Low, Heroes y Lodger). Como bien supieron ver Eno y el Duque Blanco, entre las bandas de la escena krautrock habían algunas que poseían "algo" más que potencial artístico: si no fuera por ellas, géneros como el hip hop, el tecno, el ambient o el post rock tal vez nunca habrían sido posibles o, al menos, no se habrían desarrollado tal como los conocemos.

En aquellos años, estas bandas eran consideradas marginales, cuando no derechamente ignoradas. En general, los jóvenes alemanes de la época, al igual que los periodistas musicales ingleses, al que los músicos les deben el sugerente epíteto kraut (repollo o hierba), no vieron en ellas nada que les quitara demasiado el sueño. "Estaban más interesados en las agrupaciones angloamericanas, que las del krautrock hacía todo lo posible por apartarse, mientras que los integrantes del grupo Kraftwerk eran considerados 'poco divertidos', ya que los veían como ´música disco´ y, por lo tanto, una ofensa para el rock", señala desde Londres el periodista David Stubbs, autor de la última guía definitiva sobre krautrock, Future Days, editado en español en 2015 por la editorial argentina Caja Negra.

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Lo que unía a estos músicos era el gusto por la improvisación, la inclinación por experimentar con la electrónica, la tendencia a juntar aspectos de la alta y la baja cultura, y el afán por desplegar, en un sonido que fuese fresco, original e innovador, todas las técnicas y el imaginario de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX. Como indica Stubbs en su libro –quien fue miembro de la mítica Melody Maker, la revista New Musical Express ( NME), y posteriormente editor de The Guardian y Wire- estas bandas buscaban "reinventar la música, crear un nuevo legado sonoro que se conectara con tradiciones alemanas más antiguas con base en la negación a replicar las formas del blues y el rock que eran dominantes en esa era. Al hacerlo, crearon originales patrones que años después han sido tomados como referencia, una y otra vez".

Pero el krautrock -esa extraña música que renegaba de la lírica, y cuyas performances eran en gran medida instrumentales- hundía sus raíces en uno de los procesos más dolorosos y convulsionados de la historia moderna: "Implicaba reconstrucción, un territorio fresco y fértil, una curación de heridas pasadas, un proceso redentor y renovador", explica el periodista. Más que una forma de tocar -o una escena que ofreciera visionarias exploraciones sónicas- el krautrock fue la metáfora artística perfecta del ansia del pueblo alemán por superar las aún frescas heridas de la Segunda Guerra Mundial, así como de la necesidad de la juventud alemana de experimentar un nuevo renacer cultural, moral e identitario.

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Alemania, año cero

En los años 60, Alemania Occidental seguía corroída moralmente por las heridas de la guerra. Aunque era una sociedad mayormente próspera -y altamente industrializada, por obra del Plan Marshall-, sus jóvenes sentían una enorme vergüenza por el materialismo desatado por la "Coca-colonización", la ocupación de tropas inglesas, francesas y norteamericanas, y la falta de un auto examen moral por parte de sus mayores respecto a las culpas del Tercer Reich.

Este contexto de baja autoestima, imperialismo cultural y ausencia de una identidad nacional unificada, sumado al rechazo a la guerra de Vietnam y al apoyo a los movimientos anticoloniales y antiimperialistas del Tercer Mundo, generó, desde París y el resto de Europa, el caldo de cultivo propicio para que en mayo del 68 miles de jóvenes salieran a las calles en una revolución contracultural que invitaba a sanar las heridas de la guerra y a mirar hacia el futuro partiendo desde un nuevo comienzo.

En su libro Posguerra: una estudio de Europa desde 1945 el historiador británico Tony Judt afirma lo siguiente: "Si alguna vez existió una generación cuya rebelión estuvo realmente basada en un rechazo a todo lo que representaban sus padres –todo: el orgullo nacional, el nazismo, el dinero, Occidente, la paz, la estabilidad, la ley y la democracia-, esos fueron los 'hijos de Hitler', los revolucionarios alemanes occidentales de la década del sesenta".

Protesta estudiantil alemana de 1968 Mientras estas manifestaciones tenían lugar en calles de ciudades como Berlín, Hamburgo o Múnich –y al tiempo que florecía un movimiento artístico: en lo literario el Grupo 47, en el cine el Nuevo Cine Alemán y en las artes visuales el Movimiento Fluxus- se incubaba a fuego lento una escena musical, contracultural y subterránea, que buscaba apartarse de los lugares comunes del beat, el rock and roll y el free jazz angloamericanos. El centro de operaciones de estos "legisladores no reconocidos de nuestros tiempos" eran oscuras galerías dedicadas al arte sonoro, como el Zodiak Free Arts Lab, de Berlín. Comunas artísticas radicales, y refugios apartados en las profundidades de los bosques de Bavaria.

Los arquitectos de un nuevo sonido

Lo que con los años se daría por denominar "movimiento krautrock" fue un grupo selecto de artistas que actuaron de forma simultánea, pero en ciudades distintas, como Berlín (Tangerie Dream y Cluster), Hamburgo (Faust), Múnich (Popol Vuh), Colonia (Can) Düsseldorf (Neu! y Kraftwerk) y en comunas artísticas suburbanas (Amon Düül II).

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