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Es que ni la última gala estuvo a la altura. Hasta ayer, acostumbraba a pasar en finales de "Masterchef" que los candidatos a llevarse el título conseguían dejar bien al programa. Cocineros que durante diez semanas habían demostrado no saber lo que era una esterificación se convertían súbitamente en chefs de "El Bulli" en su etapa más experimental. Cocineros que no habían sido capaces de elaborar un postre en condiciones en la finalísima parecían capaces de vacilarle hasta a Jordi Roca. Y cocineros que habían exhibido la creatividad de una nuez de repente inventaban preparaciones de autor que daban el pego. Milagros de la tele, seguramente, pero cuando menos se conseguía dar apariencia de gala importante y de trabajo bien hecho.Ayer ni eso. Por primera vez en la historia del concurso los finalistas necesitaron tiempo extra para acabar sus preparaciones; y por primera vez, también, los dos candidatos dejaron para la posteridad dos menús de muy baja exigencia creativa. Especialmente el de Virginia, la ganadora. Hombre, si se hubiera tratado de una gran final de cocineros de hospital, entonces sí que podría tener sentido su triunfo. Pero tratándose del formato televisivo de cocina más prestigioso a escala internacional, lo de personarse ante el jurado ilustre con unas anchoas en vinagre, un taco de carne marcado y un tocinillo del cielo tiene delito. Y lo que tiene aún más delito es que esas preparaciones le valieran la victoria. No sé, si es que hasta el realizador apenas hacía primeros planos de los platos, consciente de que en comparación con las finales anteriores aquello parecía el menú para un paciente recién trasplantado de hígado.Y es que si algo confirmó la final de ayer es que esta ha sido la peor edición de 'Masterchef'
Desconozco si los platos de Ángel, el otro finalista, estaban más ricos que los de Virginia. Pero lo que sí era evidente es que su apuesta fue más imaginativa, técnica y atrevida. Y por supuesto más acorde a lo que siempre ha perseguido "Masterchef": que la final mostrara con pelos y señales la evolución y el aprendizaje de un chef amateur. Virginia se limitó a maquillar y cuidar más la presentación de tres platos de domingo en su casa, y con eso tuvo suficiente para llevarse el gato al agua. En las redes ayer la palabra tongo era trend topic: nadie que haya seguido esta temporada y esté en su sano juicio puede llegar a creerse que Virginia sea la mejor cocinera de esta edición. Y mucho menos que ese menú merezca salir a hombros de un jurado integrado por Subijana, Arzak, Berasategui o Cruz. Por los motivos que sean –perfil, target de público, tipo de cocina…– interesaba la victoria de Virginia, y así se produjo. De primero de pucherazo.Si se hubiera tratado de una gran final de cocineros de hospital, entonces sí que podría tener sentido su triunfo