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Un día en el centro de rehabilitación de adicción a internet más duro de China

El tratamiento incluye sesiones de ejercicios militares, drogas para la depresión. El centro también ofrece un programa para "corregir" la homosexualidad.

Una hora después de que ingresé como paciente al Centro de Desarrollo Mental Juvenil de China, el campo de entrenamiento más duro de todo el país para rehabilitar la adicción a internet, una enfermera me conectó para hacerme un electroencefalograma (EEG). Me puso sobre el cráneo un sombrero de caucho lleno de electrodos fríos. "El resultado mostrará qué tan emocionado o deprimido está tu cerebro", me dijo. "Podemos ver si a tu cerebro le falta oxígeno o sangre, o si está fatigado. Mucha gente aquí tiene depresión leve, sólo unos pocos tienen depresión severa. Ahora cierra los ojos y no hables".

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Después de esto, un instructor con camiseta militar me quitó todas mis pertenencias. Me dijo también que debía completar una valoración psicológica obligatoria en computador para ayudar a determinar si estaba deprimido. Las preguntas incluían diferentes temas, como mi capacidad sexual, mi apetito y si deseaba terminar con mi vida. Fue como todas las conversaciones que he tenido borracho a las 4 a.m. condensadas en un quiz a las 10 a.m. en un centro de negocios desolado en el sur de Beijing.

El sonido del clic de mi mouse fue silenciado con el ruido que hacían los otros pacientes entrando y saliendo de las habitaciones cercanas. Muchos habían aplazado un año de sus estudios para poder internarse seis meses. El objetivo del centro es curarlos de su adicción a internet, que es reconocida como un trastorno mental en China. (El trastorno de adicción a internet, o IAD por sus siglas en inglés, todavía no ha llegado al Manual de Desórdenes Mentales de la Asociación Psiquiátrica de América, que es el manual de diagnóstico psiquiátrico que se usa en occidente, cuya última actualización fue en 2013). Según las estimaciones del gobierno chino, hasta 24 millones de personas tienen IAD.

El paciente promedio tiene 17 años, lo que hace que el ambiente de este lugar se parezca más al de un colegio que al de un campo de entrenamiento forzado. Las puertas metálicas de la salida de emergencia están bloqueadas por un enorme candado. Esto es un indicador de la gran controversia que hay en torno a estos campos de rehabilitación en China. La controversia es agravada por el hecho de que, como me di cuenta en mi visita un miércoles cualquiera, el campo también se usa para "curar" a los pacientes homosexuales de su aberrada sexualidad.

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"¿Por qué estoy deprimido? No sé. He estado aquí un año en total."

El profesor Tao Ran, un antiguo coronel del Ejército Popular de Liberación que dirige el centro, me prometió que mi experiencia como paciente sería lo más realista posible. La enfermera estaba haciendo, sin duda, su labor cuando me entregó los resultados de mi EEG impresos. Ciertas características psicológicas del cerebro se asocian con la depresión y la idea era poder utilizar estos datos junto con los resultados de mi examen psiquiátrico para poder evaluar mi salud mental.

Me llevaron a la cafetería, parecida a las que hay en los colegios, para que llenaran mi bandeja de metal con una montaña de arroz y vegetales grasientos. Me senté al lado de tres adolescentes risueños y tímidos.

"Esta es la tercera vez que él está aquí", me dijo un paciente que estaba a mi lado, mientras señalaba a su compañero. Según Tao, el índice de cura exitosa de los pacientes en este centro está entre el 85 y 90 por ciento, pero dicha estadística no se ha verificado. "Yo sufro de depresión severa", dijo el amigo del paciente cuando le pregunté por qué había tenido que volver tantas veces. "¿Por qué estoy deprimido? No sé. He estado aquí un año en total".

En el momento de mi visita el centro tenía unos 55 pacientes alojados. Se abrió en 2003 y cinco años después, en 2008, China se volvió el primer país del mundo en añadir el IAD a la lista de trastornos mentales. Los síntomas reconocidos incluyen utilizar internet durante más de seis horas diarias y ponerse ansioso durante cortes de luz o de señal de internet.

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Los pacientes, que son en su mayoría hombres, portan atuendos militares, hacen ejercicios de tipo militar y realizan diferentes tareas desde que suena un silbido para despertarlos a las 6:30 a.m. hasta que apagan las luces a las 9:30 p.m.. Los instructores los mantienen en fila mientras los profesores, doctores, psiquiatras y enfermeros les dan clases antiinternet, sesiones de terapia y drogas. Según Tao, la mayoría de los pacientes sufre de depresión clínica, pero se rehusó a contarme qué drogas administra.

El autor se prepara al sonar el silbido de las 6:30 a.m.. Foto: Giulia Marchi.

Un documental de 2014 filmado en el centro, lo mostró como un escenario miserable y carcelario. Lo que no reveló fue la tarea paralela que llevan a cabo de "corregir" la sexualidad de los pacientes gays. Tao me dijo que si los pacientes dicen que no están seguros de su sexualidad se les da lecciones proheterosexualidad y se les anima a pensar sobre los aspectos positivos que tiene ser heterosexual, como tener hijos.

Cuando cuestioné a Tao sobre esta perspectiva, junto con su declaración de que hay una diferencia entre ser "biológicamente" y "mentalmente" gay, dijo que ser gay simplemente iba en contra de la cultura tradicional china.

El gobierno chino está dando grandes pasos hacia adelante en términos de promover la equidad para los homosexuales en China. Ha estado trabajando más de cerca con la comunidad gay y con los líderes de la industria para promover asuntos sobre salud sexual, y recientemente comenzó a fomentar reuniones públicas con oficiales del gobierno para hacer muestras públicas de aceptación. Sin embargo, las opiniones homofóbicas están a menudo arraigadas al imaginario de las familias en China.

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Tao no hizo ningún esfuerzo por ocultar sus ideas. No parecía entender por qué yo querría desafiarlos, o decir algo sobre el daño psicológico causado por forzar la heterosexualidad en un individuo gay confundido, curioso o vulnerable. Tao insistió que él no intentaba "curar" a los pacientes que están seguros de ser gays. El hombre estaba ansioso por seguir con la conversación tras haber sentido mi preocupación sobre este tratamiento. Dijo que esperaba que dejándome experimentar un poco de la vida en el centro se mostrara un lado diferente a lo que se había mostrado en el documental.

El ruido en el centro hace que sea difícil poder estar quieto y tener pensamientos felices durante la rutina de EEG. Foto por Giulia Marchi.

Equipos como el escáner de EEG no son baratos, así que tampoco lo es el tratamiento en el centro: cuesta 9.300 yuanes (más de 4 millones de pesos) al mes, más facturas de comida y medicamentos. Muchos padres impulsados por el desespero que les provoca la obsesión de su hijo dicen que es su última esperanza. Antes de entrar a la base Tao me dijo que la mayoría de los pacientes tenían relaciones fracturadas con sus padres debido al abandono emocional o a los agitados horarios de trabajo. Llegan a internet buscando interacción social.

Muchos están obsesionados con los videojuegos; llegaron incluso a jugar por días enteros antes de ser admitidos en el centro. "Los dos juegos más populares entre los pacientes son League of Legends y World of Warcraft", afirmó Tao, quien parece una figura amable y gentil a pesar de la reputación que su trabajo y sus ideas supondrían. "Algunos jóvenes son tan adictos que usan pañales para evitar tener que parar el juego para ir al baño. Los padres empiezan a preguntarse por qué su hijo adolescente está comprando pañales".

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El paciente más joven que Tao afirmó haber tratado tenía nueve años. "Cuando era un bebé sólo paraba de llorar cuando tenía un iPad al frente", dijo. "El iPad era básicamente su niñera, lo tenía todo el día. Luego fue al colegio a los seis años y no se podía concentrar, tenía ADHD (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad)".

***

Después del almuerzo todos marchamos —literalmente— de vuelta al área de dormitorios alineados contra la pared del pasillo. Escuchamos un alarido a las 2 p.m., y empezó un periodo de descanso.

Estaba un poco preocupado de que mi conversación durante el almuerzo no hubiera resultado en una conversación procentro, y un instructor me llevó a una habitación tipo celda lejos de los dormitorios. Me dijeron que lo hacían porque estaba acompañado por una fotógrafa mujer y que durante el descanso los pacientes hombres estarían caminando en ropa interior.

"Si te quedas acá el tiempo suficiente te das cuenta de que es un lavado de cerebro".

A las 2:00 p.m., cuando todo el mundo estaba completamente vestido de nuevo, me permitieron volver al área de dormitorios. Un paciente de 18 años de la provincia Hebei me mostró cómo doblar el edredón con precisión militar. Me dijo que se volvió adicto a los videojuegos porque sus padres pasaban demasiado tiempo lejos de la casa. Acudió a los juegos buscando consuelo.

"Mis notas empezaron a ser cada vez peores y terminé faltando a clases y luego ni siquiera iba al colegio", dijo. "Perdí todas mis habilidades sociales y terminé tratando de suicidarme". Antes de llegar al centro, el paciente contempló suicidarse acostándose en los rieles del tren y saltando de un edificio.

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Habló de lo "satisfecho" que estaba en el centro y de lo "responsable" que era el personal. También me contó que un instructor le había amarrado las manos y los pies para contenerlo cuando tuvo una pataleta el primer día de su llegada. Más tarde, vi a un miembro del personal golpeando en el pecho a un paciente que no se estaba comportando.

Otro paciente de 16 años me contó que solía pasar el día entero en un café internet jugando Counter-Strike, y que en la base le habían "corregido algunos malos hábitos, [la] comprensión de internet y [la] mentalidad". "Me he vuelto más razonable y maduro", explicó. Después de hablar conmigo, estuvo media hora jugando sin pestañear con dos juguetes parecidos a los cubos Rubik.

El tiempo de práctica de deportes en el Centro de Desarrollo Mental Juvenil de China. Foto: Giulia Marchi.

Después de otro registro en fila en el pasillo marchamos de nuevo al patio para practicar deporte. Es básicamente un periodo de receso, y allí pude relacionarme con algunos pacientes demostrando mi increíble habilidad en basket, que en realidad es simplemente ser más alto que cualquier otro en el patio. Los padres se paseaban en la periferia del área deportiva; a ellos los animan para que se queden y estén disponibles para asistir a sesiones de terapia con sus hijos.

El espacio amplio y abierto también me permitió tener breves conversaciones lejos del oído inquieto del instructor.

"Si te quedas acá el tiempo suficiente te das cuenta que es un lavado de cerebro", me dijo uno de los pacientes, a quien le había hablado más temprano bajo supervisión. Me preguntó si sabía por qué me habían pedido que pasara por el centro un miércoles, cuando el horario, según el paciente, es menos estricto que los otros días.

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"¿Por qué?", pregunté.

"Porque los miércoles se rebela menos gente", dijo.

Otro paciente, delgado y tímido, sugirió que podría haber mucho más —o menos— sobre el supuesto alto índice de "cura" que Tao promulga.

"Mi primera vez acá fue por adicción a internet", me contó el paciente. Su voz apenas se podía escuchar y sus manos temblaban. "La segunda vez fue por problemas con las relaciones afectivas. Me criaron en la casa de mi vecina y eso me despertó un fuerte deseo por su amor. El deseo se transfiere a las mujeres que son mayores a mí. Me gusta una de las psiquiatras que hay acá".

Marchamos de vuelta a los dormitorios donde, sentado en un camarote, continué mi charla con el paciente tímido. Rápidamente él fue arrastrado fuera del cuarto por el sargento instructor que había pasado por su camarote y que se dio cuenta que estaba hablando conmigo. El ambiente se puso tenso inmediatamente, y me regañaron por tener esta conversación "no autorizada". A continuación el instructor amenazó con confiscar el equipo de mi fotógrafa. Habíamos planeado pasar la noche en el centro, pero decidimos que era un buen momento para irnos y decirle al instructor que ya salíamos.

A continuación, me quitaron mis pertenencias y me detuvieron detrás de las puertas de metal que bloqueaban la salida. Mi petición para tener mis cosas de vuelta fue rechazada. Una hora después de una tensa y absurda negociación me devolvieron mis posesiones. Quitaron el candado y me fui, todavía vistiendo mi camiseta militar.

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***

Incluso si me hubiese quedado por los dos días que había planeado, mi experiencia obviamente no me hubiera dado sino un pequeño vistazo de la vida como paciente en el Centro de Desarrollo Mental Juvenil de China. Me "protegieron"de las lecciones y las sesiones de ejercicios más 'hard core' que tienen lugar otros días de la semana. Pero aún así fue una inmersión parcial fascinante a una de las instalaciones más controversiales de China.

Incluso si la supuesta tasa de éxito del 85-90 por ciento es una mentira, estar seis meses privado a la fuerza de la cosa a la que eres adicto, con la amenaza de más tiempo en caso de recaída, es un método que mataría cualquier tipo de vicio. Especialmente a un vicio que no tiene ningún componente químico, a pesar de la descripción de Tao de internet como una "heroína eléctrica".

Una alineación estándar durante los entrenamientos en el centro. Foto: Giulia Marchi.

Se desconoce cuántos pacientes son llevados al centro más de una vez, pero es preocupante que una cantidad significativa de ellos haya sido aceptada repetidamente. ¿Cuántas sesiones de seis meses tienen que pasar fuera del sistema escolar y al interior de un complejo de altos muros antes de que se decida que tal vez el tratamiento en el centro no los está ayudando? ¿Está pasando esto porque se han agotado realmente todas las otras opciones de tratamiento? Cuando las relaciones familiares se desintegran completamente, ¿podrían estar algunos padres usando la base como un depósito conveniente que mantiene a sus hijos "fuera de la vista"?

Mi día como paciente del Centro de Desarrollo Mental Juvenil de China resultó en más preguntas que respuestas.

De cualquier manera, obtuve el resultado de un examen cerebral como 'souvenir'. Afortunadamente, la enfermera que me conectó al EEG me dijo que los resultados no sugerían ninguna condición mental negativa, a pesar de mostrar una ligera falta de oxígeno en un cuarto de mi cerebro. Quién sabe qué habrán revelado los resultados del examen psicológico, no volveré para recogerlos.