Primavera Sound 2019

Alabada sea la Torre del Oro, el mejor after del Primavera Sound

En esa pequeña plazoleta del Besòs se reúne toda la gente que sale del Primavera Sound a las seis de la mañana y que quiere seguir con la fiesta.
La Torre del Oro

Ha sido llegar a esa plaza y empezar a sentir una resaca terrible apuñalando mi cabeza. La mañana del martes 28 de mayo me he dirigido al barrio del Besòs de Barcelona para visitar ese emplazamiento tan conocido por los asistentes más trasnochados del Primavera Sound, es ahí donde se sucede el after no oficial del festival, juntando a decenas de personas —incluso cientos— en una sola plaza.

Desde hace varios años, la placita sin nombre que está rodeada por las calles Alfons el Magnànim, Ferran Valentí, Jaume Fabrelas y por la Rambla de Prim, se llena a partir de las seis de la mañana de los sábados y domingos del Primavera Sound de asistentes al festival que se niegan a terminar con la fiesta. Ese es el mítico “after de la Torre del Oro”, nombre heredado del bar que hay justo en la plaza, el bar “Torre del Oro”. Es necesario recalcar que hay otro bar justo al lado de la Torre, el “Bar Granja J.G”, pero no siempre está abierto y, qué diablos, su nombre es mucho menos atractivo.

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Todos coincidiremos —espero— en que es muchísimo más atractivo decir “peña, me voy al after de la Torre del Oro” que “peña, me voy al after de la Granja J.G”. “La Torre del Oro” suena titánico, poderoso, eterno.

La Torre del Oro

Es por eso que cuando esta mañana he pisado esta plazoleta me ha invadido esa sensación de estar viviendo una buena sesión de mañaneo, de haber pasado todo un fin de semana de parranda y de negarme rotundamente a volver a casa y descansar. Eso de ver el sol salir de nuevo y sentarme en el suelo y beberme latas de cerveza sin fin. La celestial sensación de cansancio y delirio que se siente al agarrar la fiesta con las uñas para intentar que se escape a otro lugar. Dios, habré estado ahí, en esa plaza y en esas condiciones, por lo menos tres o cuatro veces.

Pero ahora era hora de conocer esa plaza desnuda, sin ese rebozado de fiesteros, ruido y lateros, conocer sus habitantes habituales y descubrir qué diablos piensan de todo eso esto del after que se monta ahí una vez al año.


MIRA:


La Torre del Oro (el bar, no el after) es un humilde emplazamiento regentado por una pareja de inmigrantes chinos. En fin, los parroquianos del bar llaman a la mujer “María” y la verdad es que María no quiere hablar demasiado de toda la movida del after. La pareja huye de mis preguntas como de un baño sin papel de váter y me comentan que todo esto del botellón ya no pasa, que ya no es como hace años; ahora viene la policía y echa a quien esté en la plaza. La respuesta me suena a pacto de silencio. Ambos son totalmente conscientes de lo que lleva sucediendo en esta plaza desde hace años, algo maravilloso, por cierto, no lo estoy criminalizando para nada. Me comentan que, de todas formas, tampoco viene mucha gente, que solo son unas 50 personas o así y que se van cuando los vecinos llaman a la policía.

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Allí presentes hay cinco jubilados que comparten mesa con el marido de María y juegan a domino. Estos forman parte de la clientela habitual del bar, compuesta también por señores de 50 años que vienen a petarse un pacharán Zoco a media mañana; treintañeros bebiendo cubatas de Ballentine’s con Red Bull (cargados hasta los dos hielos) y rompiendo vasos de cubata sin querer y jóvenes africanos que deambulan por ahí bebiendo cerveza y fumando. El panorama no es mucho más alentador que el que tendrá dentro de unos días cuando eso sea un after.

La Torre del Oro

Cuando los jubilados del domino me escuchan hablar sobre los botellones se suman a la conversación lanzando sus sabias observaciones. “Vienen aquí a beber y hacer ruido y lo dejan todo sucio de botellas y latas de cerveza, y los vecinos están hartos, porque imagínate que tienes que ir a trabajar y no te dejan dormir o te levantas y ves todo eso”, espeta uno mientras se levanta y se va detrás de la barra para servirse un purito de una cajita.

Otro me dice que los del bar no me dirán nada porque “ellos están contentos con todo lo que ganan”. Cuando les pregunto si son muchas personas me lanzan la no-demasiado-objetiva-cantidad de 2.000 personas concentradas en estos 700m2. María se pone a hacer ganchillo y entiendo que la cosa no prosperará mucho más.

Al salir se me acerca Billy, un gambiano que estaba tomando algo en la terraza del la Torre del Oro. Me comenta que le encanta ver a toda esa gente que viene después del Primavera para seguir disfrutando de la fiesta, pasándolo bien y compartiendo la felicidad con otra gente. A él no le molestan y muchas veces se suma a la fiesta pero a algunos vecinos no les parece igual de divertido.

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Insiste en que la gente debería ser más empática e intentar disfrutar de la vida, que tanto vecinos como fiesteros deberían aprender a convivir. Billy cree que es muy positivo que el Primavera Sound traiga a Barcelona tanta gente y tantas culturas de todo el mundo y que la gente se dedique a disfrutarlo. Antes de despedirnos me dice que busque “Gambia” en YouTube, que es un país precioso y que todo el oeste de áfrica occidental es una maravilla, que "ahí no hay nada de violencia", insinuando de algún modo que en este país, de alguna forma, sí.

Corazón Latino

Tras despedirme de Billy me acerco a un bar que está en el pasaje Prim, otro spot bien conocido por los simpatizantes del mañaneo. Se trata del bar Corazón Latino. Ahí estaba Juan Chiquito, propietario del lugar. Me comenta que lleva un año y poco regentando el local pero que es vecino de la zona desde hace más de tres años y que, como mínimo, estos botellones (por decirlo de alguna forma) llevan realizándose todo este tiempo. A Juan le encanta que venga toda esta gente porque no hacen daño a nadie, además, por lo que él conoce, a las ocho de la mañana viene la policía y echa a todo el mundo.

Así que parece reafirmarse la teoría de que el after solo se alarga hasta las ocho. Juan me cuenta que este año, igual que el año pasado, unos días antes del festival vino la policía para darle una hoja informativa sobre la legalidad de ciertas actividades, como por ejemplo que no pueden permitir que los clientes salgan a la calle con las botellas, norma que Juan sigue a rajatabla. A él el after no le repercute mucho a nivel económico y le daría igual si, por ejemplo, el Primavera Sound se mudara a Hospitalet, su negocio no depende de ello para nada. Dice que lo único que tiene que ir controlando es que la peña no se descontrole, pero que por todo lo demás, “como vecino no me generan ningún problema”.

El after de la Torre del Oro sigue vivo (menos, pero vivo) y es un lugar maravilloso pero si estos días tenéis pensado pasar por ahí un rato, recordad las palabras de Billy y respetad a los vecinos y no dejéis la plaza hecha una mierda. Solo así podrá seguir existiendo este pequeño retazo de libertad llamada “La Torre del Oro”.

Sigue a Pol en @rodellaroficial.

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