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Probé cinco tácticas para que los tíos me dejasen en paz en las discotecas

Algunas fueron más eficaces que otras.
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fotografías de Rhys Thomas
LP
traducido por Laia Pedregosa
tácticas para espantar tíos en las discotecas
Fotos: Rhys Thomas

Dejad que os describa una escena con la que desgraciadamente se identifican todas las mujeres:

Estás en un bar, has bebido tres copas, vas esquivando vasos de plástico tirados por el suelo y hombres que han decidido que es una brillante idea llevar un chaleco “con un rollo informal” en la vida real, cuando de repente un tío que apesta a cerveza se pone detrás de ti. Si tienes suerte, optará por evitar el contacto físico antes de decirte hola, aunque lo más probable es que te rodee la cintura con el brazo. Si eres muy afortunada, ese hombre, al que ni siquiera has visto la cara aún, se frotará la cebolleta contra ti.

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Llegados a este punto, lo normal es que te largues, Pero en alguna ocasión te encontrarás con tíos especialmente optimistas que interpretarán tu rechazo como un incentivo. Cuando te encuentras en estas situaciones, ¿cuál es la manera más rápida de acabar con ellas? Pasé una noche haciendo experimentos para averiguarlo.

LA TÁCTICA DE LA CARA

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Me llevó un rato escoger a la persona adecuada para probar esta; la mayoría de los tíos se me acercaban demasiado antes siquiera de haberme visto bien la cara.

Decepcionada, pero no sorprendida ni intimidada, seguía esperando la oportunidad perfecta. Al final, alguien se acercó a mí en la zona de fumadores. Me empezó a hablar, apoyándose en mí, mirándome directamente a los ojos. Me quedé mirándole, eché la cabeza atrás e intenté que me aparecieran tantas papadas como fuera posible.

Me miró confundido, pero siguió hablando y hablando. Y luego un poco más. No cambié mi expresión en ningún momento, y eso es mucho tiempo poniendo cara de pez globo: pero el tipo no se movió.

Al final, llegó mi amigo y el tipo se fue, así que en parte, ¿funcionó? La cara + el hecho de que no dijese ni una sola palabra claramente consiguieron que se diera cuenta de que no tenía mucho sentido seguir con su monólogo.

Puntuación: 6/10

LA TÁCTICA DEL RESFRIADO

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Antes de salir, le pregunté a mi novio qué le tiraba para atrás cuando iba de fiesta e intentaba hablar con mujeres. “Que estén enfermas”, dijo. “No me interesa una boca llena de gérmenes”.

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“¿Estás bien?”, preguntó. “¿Necesitas agua o alguna otra cosa?”.

“Hace poco estuve muy enferma”, dije.

“Ah, pues entonces a lo mejor te tendrías que haber quedado en casa”. Y dicho eso, se fue.

El tío era majo y me preguntó si necesitaba algo, así que no fue un resultado inmediato; pero está claro que funciona.

Puntuación: 8/10

LA TÁCTICA DEL GRITO

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Esta fue la que más me gustó poner en práctica: simple, eficaz, liberadora y una buena broma.

Iba abriéndome paso hacia la barra del bar, relativamente sudada y despeinada a esas alturas, cuando sin aviso ni presentación previos se pegó a mí otro hombre. Cuando me giré para mirarlo, me sonrió y se me inclinó hacia la oreja. Abrí la boca y dejé ir un chillido alto y agudo.

Frunció el ceño y, de manera un poco agresiva, preguntó: “¿Qué te pasa, guapa? ¿Qué problema tienes?” A lo que respondí gritando de nuevo. Al poco rato, tiró la toalla.

Puntuación: 10/10

LA TÁCTICA DE LAS PREGUNTAS PERSONALES

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Cuando le comenté esta táctica a mi novio, me dijo que los tíos simplemente se dedicarían a mentir, pero cuando tuviesen que lidiar con preguntas sobre sus raíces familiares, sus planes para dentro de 5 años y los hijos que quieren tener, ¿huirían como hacen todos los hombres de las telecomedias?

No lo hicieron. Tanto si estaban mintiendo como si no, esta fue la estrategia menos eficaz, y en realidad surgieron conversaciones muy interesantes.

“Mi madre tiene que vernos juntos, ya sabes”, dijo un tío. “Cuando vea que me quieres, también te querrá a ti”.

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Cuando pregunté sobre los niños que querían tener, otro tío dijo, “Tantos como Dios quiera darme”.

Puntuación: 2/10 para la estrategia, pero a las conversaciones les pongo un 10.

LA ESTRATEGIA DEL NOVIO

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Sorprendentemente, esta funcionó, pero creo que tuve bastante suerte de que se me acercase un tío muy respetuoso. Todo empezó de manera muy amigable, me preguntó mi nombre y de dónde era.

“Soy Nicole, de Guatemala”, dije.

“¡Qué guay! ¿Puedes hablarme sobre tu cultura?” En ese momento, interpretó mi respuesta —haberle dicho mi nombre— como una invitación para acercarse mucho a mi cara.

“Tengo novio”, dije.

“Ah, pues ya lo buscaré en la Wikipedia”. Y se fue.

Puntuación: 9/10

Aunque le he quitado hierro al asunto, lo cierto es que en 2019, las mujeres siguen sin poder pasárselo bien cuando salen de noche, siendo víctimas de manoseos sin consentimiento, bailes por detrás con frotes y toqueteos no deseados.

Toda esta experiencia dice mucho sobre el consentimiento en los locales nocturnos: se ignora y se esconde bajo la alfombra como si las normas cambiasen en el momento en que pagas el precio de la entrada. Por desgracia, parece que tenemos que repetirlo de nuevo, pero, hombres del mundo: si una mujer no responde de manera positiva a vuestras insinuaciones, permitidme que os de un buen consejo: Dejadlas en paz.

Este artículo se publicó originalmente en VICE UK.

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