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Identidad

Mi pride íntimo

¿Cuál fue mi pasión gay? Yo los veía, ellos me veían y la química surgía. Les parecían divinas mis tetas y me pedían permiso para tocarlas.
Ilustración: Juan Ruiz.

Artículo publicado por VICE Colombia

Dicen que todos tenemos una época glam, una época techno y una época pop. En el caso de la sexualidad, también dicen que todos tenemos una época hetero, sin concesiones ni chistes políticos, y una época homo o trans.

En mi caso ha sido un poco diferente. Si bien no he tenido muchas noches lésbicas, sí puedo decir que para mí los hombres homosexuales se convirtieron en una búsqueda muy erótica durante una época de mi vida.

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En mi ciudad hay un gran semana del Orgullo Gay. Todas las calles se preparan para recibir a millones —no es mentira— de personas que vienen a brindar por su diversidad y pasan noches delirantes de la mano de conciertos de Kylie Minogue, carrozas con altavoces y mucho pectoral escrito con letras negras.

El Orgullo siempre me pareció una fiesta muy animada, ruidosa y hot. Pero con el paso de los años me hastió. Hoy en día ya no se puede entrar a los bares, toca hacer colas como en el estadio para poder pasar al baño, y la ciudad empezó a coger un hedor a letrina insoportable. El Orgullo ya no me hace salir a la calle como antaño.

Yo tengo mi propio Orgullo y lo saco a relucir cuando yo quiero en el mejor bar de este planeta de enero a diciembre. Pero tuve un año, el año 'feromonal', 2013, en que no salía de allí.

A este sitio se llega por unas escaleras anti borrachera. Se abre un bar con forma de un pasillo de 10 metros que rodea a una barra, y un baño mixto para hombres y mujeres insuflados de amor propio y amor por el otro.

Está en el barrio gay de mi ciudad y tiene una decoración que no ha cambiado en veinte años, fotos de Clark Gable, Bette Davis y divas de Hollywood cuelgan de las paredes de un techo abovedado que todo lo ha visto. Voy a este sitio desde que cumplí la mayoría de edad y sé que aquí siempre encontraré a los hombres más adorables y sexies que haya en ese momento en la ciudad.

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¿Cuál fue mi pasión gay? Durante un tiempo de mi vida tuve un clímax con los hombres gays imposible de comprender. Yo los veía, ellos me veían y la química surgía. Les parecían divinas mis tetas y me pedían permiso para tocarlas. Les gustaba mi forma de bailar, y me hacían un círculo, me daban abrazos, me compraban una cerveza o un ron y generaban hacia mí una especie de culto a la mujer que no sabía que existía hasta que entré a ese bar.

No todos los hombres gays son iguales, eso está más que claro. Pero yo, que pensé que alguien interesado en los hombres jamás se fijaría en mí, he oído en repetidas ocasiones: "por ti me estoy planteando la posibilidad de volver a tener sexo con mujeres". O "yo con una mujer como tú sí podría tener miles de eyaculaciones".

Aún no sé qué es, si es un tema de diseño anatómico o de actitud. Mi orgullo consiste entonces en celebrar con hombres gays que la pasan mejor que bien, que se saben todas las canciones que yo me sé, que no tienen problema con pagar una buena ronda de rones, que disfrutan de bailar a saltos y lo más importante: que festejan que la vida son esos instantes en los que te pareces a ti mismo por todo lo alto.

Claro que me parecen divinos, súper guapos en su mayoría. Franceses, españoles, mexicanos, todos con algo en común. Son gays. Y son interesantes, como aquel que me decía que era una nariz de Dior en Francia (un catador de aromas) y se pasó toda la noche oliendo mi cuello, mientras a mí me estaba dando ya un orgasmo eterno.

Por supuesto que me gustan y me hacen preguntarme para qué tanta definición con la orientación sexual, o con el género. Cuando llegan las cuatro de la mañana los suelo besar, y unos besan increíblemente bien. Y se ponen duros como piedras. Y veo por encima de su jeans su hermosa excitación. Y yo me digo: con este hombre, sea lo que sea, tendría una noche de sexo Baranda ya mismo.

Me lo han propuesto más de 100 veces, a veces solos y a veces con su pareja. ¡Vámonos de trío! Me dicen al oído entre besitos llenos de testosterona.

Jamás me he ido con ellos. Todo queda en esos besos de infarto que me hacen pensar que ni unos tan hetero ni los otros tan homosexuales. El Orgullo es para todos: para mí, es más por el sexo, por disfrutarlo y por hacer disfrutar a los otros. ¡Punto!