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Cultură

¿De dónde sale tanto desempaquetador tonto y raro?

Sus vídeos dan miedo

Las armas nucleares puede que nos hayan dado el poder de destruir el planeta entero, pero son cosas como los vídeos de desempaquetar cosas (aka el género “Unboxing”) las que te harán querer usarlas. Los vídeos de desempaquetar cosas son el equivalente post-humano al acto del striptease. Y el inequívoco anuncio de que las máquinas finalmente han ganado. ¿De dónde han venido, por qué están creciendo en popularidad y qué podemos aprender de ellos? (No voy a responder a ninguna de estas preguntas, pero quedan bien)

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Se ve que los dichosos vídeos de “unboxing” han estado rulando por ahí durante mucho tiempo, pero yo sólo me topé de casualidad con ellos la semana pasada, cuando mi gato se tragó algo raro y decidí indagar un poco en YouTube por si la situación empeoraba. Tal y como su nombre sugiere, estas pequeñas películas son una ventana mágica al apasionante deporte de observar cómo un desconocido saca algún producto de su envoltorio. No es un concepto muy blockbuster, precisamente, pero tan sólo unos segundos de pesquisas en Google me han permitido concluir que se puede encontrar un vídeo de estos para casi cada tipo de producto imaginable.

Si vas a hacer el panoli ante todo el mundo, por lo menos lava antes el esperma de tus muebles.

El tema es que esta majadería de vídeos me ha empezado a gustar, pero también me emocioné cuando abrieron un Cybercandy cerca de mi casa, así que quizá ande escaso de capacidad crítica. Anoche, sin ir más lejos, y en pos de mi trabajo de “investigación”, estuve viendo cómo un hombre (diría que muy excitado sexualmente) quitaba un nuevo Kitchen-Aid verde de su correspondiente caja. Toda la experiencia tuvo una rara intensidad religiosa. El vídeo estaba fechado de un par de años atrás. Supongo que desde entonces el tipo ya habrá entrado en un orfanato con un rifle de caza.

Nadie está a salvo del desempaquetamiento, pero es la industria tecnológica –y el sector de los videojuegos en particular– la que ha permitido prosperar a más desempaquetadores. Los mejores de ellos aportan una torpeza física innata combinada con una atención intensa y totalmente seria por los detalles.

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La industria tecnológica es, al fin y al cabo, la que pone las cosas más relucientes en las cajas más brillantes. Compañías como Apple y Microsoft invierten millones de dólares en conseguir que su producto sea interesante de desempaquetar para que así lo volvamos a comprar cada año.

Sea lo que sea que motive sus creadores, el típico video de desempaquetar cosas suele estar grabado con el mismo tratamiento de audio, luz y encuadre con el que los fanáticos religiosos hacen una lista de sus complejos lamentos filosóficos antes de llevar a cabo alguna sangrienta atrocidad. Está concebido por ese tipo de persona que describe a la tecnología como algo “sexy”, y suele referirse a lo que desempaqueta como un “kit”. “Eso es un kit muy sexy”, diría esta persona, rozando con un dedo la hebilla de su cinturón mientras sobre las cualidades de la pieza de poliestireno en forma de L de la cual acaba de sacar una tarjeta de memoria. Mi única reacción, como ser humano comprensivo y piadoso que soy, es ir a sacar un clavo de la vía del tren para clavársela en la frente.

Tras pasar los últimos días viendo al menos diez de estos videos con el propósito de burlarme de ellos unos cinco años después de que lo hiciera todo el mundo, me vienen a la cabeza algunas preguntas. Primero, ¿qué es lo que realmente esperábamos que saliera de una caja? ¿Un cocodrilo? ¿Petróleo? ¿Es que en el fondo ansiamos que alguna parte del envoltorio se desprenderá violentamente y le cortará una arteria esencial al desempaquetador, y podremos ver como gorgotea y le sale espuma por la boca y mentalmente retrocede a esa granja de Missouri en la que se crió, mientras su vida se desvanece poco a poco ante nuestros ojos? No, yo diría que lo más probable es que dentro de la caja encontremos cables y fuentes de energía, o quizá una tarjetita en la que se nos cuenta que Steve Jobs plantó árboles en alguna parte del mundo porque le importaba este planeta. Son cosas que puedes ver y experimentar tú solo en casa, y sin que una pesadilla humana se explaye contándote lo bonito que está todo bien empaquetado.

Por otra parte, ¿por qué les conmueve de tal modo el proceso de desempaquetar el Gadget de turno? Lo divertido de un microondas no es quitar el plástico de burbujas y enchufar un cable. Lo divertido es meter en él un tenedor y encenderlo a máxima potencia, o convencer a un vecino anciano que en realidad es un teléfono para hablar con Dios, y que debe meter la cabeza para comunicarse con el Creador.

Finalmente, ¿con qué tipo de fuerzas estamos tratando aquí? ¿Y si alguno de estos vídeos de desempaquetar mierdas acaba accidentalmente en una sonda a lo Voyager y es enviado al espacio profundo? ¿Y si nuestro embajador en un hipotético y avanzado mundo alienígena no es Shakespeare, Beethoven o un locutor radiofónico imbécil sino cinco minutos del estratega creativo de Infinity Ward Robert Bowling –o al menos de sus delicadas manos y muñecas– abriendo la edición de lujo de Modern Warfare 2 mientras musita algo medio cachondo al hojear las páginas del libreto?

Illustration de Cei Willis