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Ratas, trapicheos y poca calefacción: así son los nuevos barrios españoles de Londres

Miles de españoles y latinoamericanos luchan por sobrevivir en los barrios del norte de Londres.

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"No te lo digo de coña", me explica Juan mientras salimos de la estación. "Ésta es la mejor zona de Londres para vivir".

Estamos en Manor House, estación frontera entre la zona 2 y 3 del metro de Londres. Detrás de nosotros se extiende Seven Sisters, una de las arterias de cemento que escala el norte, desde Camden hasta Totenham Hale. Frente a nosotros, la interminable cola de coches tan típica de la Green Lanes. No hace falta que le pregunte a Juan dónde vamos.

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"Vamos a casa", me dice.

Son las siete de la mañana. Taxis privados y take aways se amontonan en la acera. El aire es helador pero ya apesta a kebab y a fritura atascada en los extractores. Echamos a andar hacia el norte por la Green Lanes y, cómo no, se pone a llover.

HARRINGAY

A las siete y cuarto llegamos a la estación del Overground de Harringay Green Lanes. En las escaleras se apelotonan polacos y eslavos, peones de la construcción, todos ellos con Red Bulls y Monsters en las manos. Subimos la Green Lanes y anoto los precios de los take aways. El precio de una hamburguesa con queso puede descender una libra de una manzana a otra con facilidad. Las cadenas de comida cambian: de Sainsburys (pollo a 6 libras) pasamos a Tesco (congelado, 3 libras) y después a Iceland (productos entre 2 y 3 libras).

Dejamos atrás Mattison Road y nos internamos en una de las calles de la derecha. Allí las casas son idénticas: jardines descuidados en el mejor de los casos, piscinas de cemento y basura en el peor. Algunas de las casas tienen andamios. Se las señalo a Juan. "¿Vives ahí? ¿En una de las casas que están arreglando?"

"Ojalá", me responde riendo.

Entramos en una casa que hace esquina. Conozco en la cocina a Víctor. Tiene treinta y tres años, ingeniero. Me comenta que pagan 500 libras cada uno. Nueve inquilinos en cuatro habitaciones.

Le señalo el candado del calentador. Me comenta que los de la agencia tienen la llave y abren el gas a partir de septiembre. "El candado lo rompemos una vez que llega el invierno, pero vuelven a ponerlo. Es como un pacto: nosotros no vamos a quejarnos, ellos no quieren darnos más electricidad porque no están dispuestos a pagar más. Arreglan el candado y ya está. La verdad es que nos tratan bastante bien. Por lo que pagas no puedes pedir más."

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Juan me explica "quienes son los de la agencia": En Londres es fácil comprar una casa y realquilarla. Se asume que más de la mitad de las casas del norte están compradas y realquiladas, pero no existe ningún control sobre el número de personas por casa. No hay datos. La agencia de la casa de Víctor es en realidad un matrimonio de venezolanos, pero, ni su nombre ni el de ella aparecen como dueños, sino el del primo de la mujer que vive en Caracas.

"Pero no te cofundas", me explica Juan. "Ésta es la casa de lujo".

TURNPIKE LINE

Seguimos hacia el Norte por la Green Lanes hasta llegar a Turnpike Line. Allí las obras por la remodelación de la acera continúan desde el año pasado. Salimos de Green Lanes y llegamos a una casa adosada que hace esquina. Conozco a Iván, treinta y un años, biólogo. Me cuenta que allí viven ocho personas en cuatro habitaciones. La cocina no tiene suelo, pero eso no es lo más importante.

El jardín es un terreno lleno de piezas y herramientas de construcción. Sacos con trozos de madera y losas. Juan me explica lo que no puedo ver: los materiales para la construcción son caros y difíciles de conseguir en Londres, así que "La agencia" se encarga de "contratar" rumanos para que desmonten piezas de sus casas en Turnpike Lane y se las lleven a otras zonas situadas más al sur. "Puertas, tornillos, escritorios, estanterías, el suelo de una cocina…Lo que sea. Quitan piezas de una casa para ponerlas en otra".

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Precio por una habitación: 300-400 libras.

SEVEN SISTERS

Debido a obras de mantenimiento, Seven Sisters se ha convertido este verano en la última estación al norte de la línea Victoria. Cuatro policías custodian la entrada y salida por las escaleras mecánicas.

Pueblecito Paisa está justo a la salida de la estación. Se trata de un mercado creado por la comunidad colombiana residente en Londres. El sitio ha sido amenazado por la policía pero eso parece no haber afectado a los colombianos que han iniciado una campaña por defender Pueblecito Paisa.

Nos perdemos por sus pasillos donde sólo se escucha español mientras sobre nuestras cabezas cuelgan cables de electricidad y calefacción. Encontramos peluquerías, bares donde se ven partidos de fútbol retransmitidos desde Latinoamérica, un videoclub de películas en latino y anuncios de conciertos acústicos. "Esto es el hogar", me dice Juan. "Los españoles y los hispanos necesitamos un lugar para formar una comunidad. Ese lugar es el norte de Londres".

WOOD GREEN

Llegamos al final de la Green Lanes. "Fíjate bien", me dice Juan.

Y entonces veo el cartel, al lado del graffiti.

"Hay anuncios como estos por todo el barrio, aunque la mayoría de los españoles funcionamos con contactos, grupos de Facebook y cosas así. Trabajamos en negro como una comunidad de carpinteros y albañiles. Arreglamos entre nosotros las casas y la de algún paquistaní o indio que no quiera hacer factura. También gestionamos la comida y el transporte".

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"¿El transporte?"

"Aparte de comprar alimentos en España y revenderlos aquí, tenemos un contacto con un inglés del metro de Whitechapel que cada mes nos da doscientos bonos de metro, zona 1 y 3, a precio reducido. Aquí no puedes funcionar con la Oyster Card porque estás pillao, pero sí puedes funcionar en papel".

De camino a vuelta encontramos una cama en la calle. "Espera".

Juan saca su iPhone 6 del bolsillo y llama por teléfono. Esperamos treinta minutos de reloj hasta que una furgoneta blanca aparece, dos ecuatorianos bajan y cargan con la cama en la parte de atrás. La furgoneta se pierde enseguida más allá de la Green Lanes.

Bajamos hacia Harringay hasta llegar a un Barclays donde la cola del cajero rodea la manzana. Nos sentamos en el bar de enfrente". Siempre que hay partido nos dejan poner la bandera", me dice. "Ya nos conocen"

Pedimos Stella, la cerveza conocida en Inglaterra como la que beben los "wife beaters", los maltratadores, por ser la más barata. Brindamos. Cheers.

Breve kit kat: De acuerdo con las cifras de la Embajada Española, se cree que hay ochenta mil españoles viviendo en Londres. Pero esta cifra contiene veneno: la Embajada cuenta los inmigrantes registrados, pero de nuevo (si hacemos caso a sus propias mediciones) la cifra real podría multiplicarse por tres, hasta los doscientos mil españoles. Sólo se sabe que no sabemos nada.

MANOR HOUSE

A las seis llaman a la puerta. Es David. Juan le da veinte libras y David le entrega una bolsita con marihuana

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Juan me cuenta que conoció a David hace seis meses. Trabaja para una de las bandas de turcos, aunque los más peligrosos siguen siendo las bandas de ingleses. Juan me habla de cuando pensó en hacerse mula, pero le dio miedo y se echó para atrás. Conoce a un chaval de Sevilla que puede ponerle en contacto. Es relativamente sencillo: tragarte dos bolas, aguantar las náuseas, rezar para que no se abra la bolsa en el estómago, coger el avión y cagar la bolsa nada más llegar. El resto es fácil.

Se hace de noche. Desde el sofá del salón distinguimos los zorros que se acumulan en el jardín de cemento, revoloteando entre los restos de basura. Me habla de que el fin de semana irá a la despedida de un español que vive en Turnpike Lane. "El cabrón ha conseguido dinero y ahora se va a un barrio bueno del sur, con su estudio bien amueblado y todo. Se va el domingo y el lunes ya entra en su habitación un pringado de Valencia que se cree que va a visitar el Museo Británico todos los días. Pero tendrá tiempo de adaptarse. Como todos".

Le pregunto a Juan si él no piensa en mudarse de barrio. Es entonces cuando me cuenta su plan:

Juan quiere comprar una casa en Manor House. Concretamente, una casa en Harringay, o en Totenham Hale.

"Pero estas casas son una mierda", le hago ver. "Nadie querría vivir más de dos años. Haría falta cambiar todo…"

"¿Cambiar? No, qué va, no hace falta cambiar nada. Por eso me saldrá barata. El alquiler sube como la espuma en Londres cada año. Si los españoles están pagando ahora quinientas libras podría hacer que paguen seiscientos en cinco años. Conozco a un par de chicos que ya han empezado a mirar precios así que tenemos que ser rápidos".

"El negocio en Manor House es comprar una o dos casas y alquilarlas a españoles, o a los rumanos. Los pobres no hablan nada de inglés pero trabajan como condenados y aguantan lo que les echen. Ganaré dinero con ello y me iré a la zona 6 de Londres donde todo es más barato y alquilaré un estudio mejor a los venezolanos o a los italianos, o quizás me vuelva a España. Si empiezo a ganar tres mil libras al mes podré hacerlo".

Me doy cuenta de que hace frío. "Perdona. Los cabrones aún no van a conectar la calefacción hasta dentro de dos semanas. Espera", me pide Juan.

Enciende el horno de gas y abre la puerta. La ola de calor nos llega en seguida. Empiezo a escuchar un ruido por las paredes. "No te preocupes", me dice. "Son ratas. He tapado con maderos los huecos del fregadero. Ahora ya no tienen dónde ir".

Y ahí nos quedamos.