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yoga para evitar desfases

Sobre cómo hacer yoga en festivales de música puede cambiar la manera en que sales de fiesta

Cada vez son más los festivales musicales que incorporan clases de yoga a su programación y los djs que pinchan para gente que hace ejercicio.
Imagen cedida por Wanderlust

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El crepúsculo de la tarde baña la jungla de Uvita, en Costa Rica, y yo estoy exhausto Llevo cinco horas entrevistando a hippies sobre la felicidad y sobre salir de fiesta hasta el amanecer en el Envision Festival. Resisto la tentación de tumbarme sobre una de las hamacas que quedan cerca de donde estoy, y me obligo a visitar una tienda gigante que el festival ha bautizado como el "templo", para asistir a una clase de yoga en compañía de otros 40 festivaleros.

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Nuestro instructor, que viene de Trinidad, nos advierte socarronamente de que muchas de las posturas que vamos a ejecutar resultarán "extremadamente inconvenientes". Cuando finalmente salgo de la tienda al final de la sesión — 90 agotadores minutos de intensas cabriolas al son de un relajante trip-hop — me siento rejuvenecido, flexible, y totalmente energizado.

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El pensamiento de que un sudoroso y bohemio devorador de verduras fracase al ejecutar la postura del perro mientras un Dj con rastas deja caer un tema de los Thievery Corporation, basta para disparar la mayoría de los reflejos cómicos del personal. Claro que en refugios hippies como el festival Burning Man, en los clubes de Brooklyn y en festivales como el Movement de Detroit o el Bonnaroo de Tennessee, la cultura ravera parece converger con el yoga de tal manera que parece que esté cambiando incluso la manera en que la gente concibe el salir de fiesta.

Festival Envision. Imagen de Jack Pacsco Photography

A lo largo de los últimos años, tanto la escena del yoga como la de los festivales de música ha crecido en números, especialmente entre el público más joven. Según la revista Forbes, el número de personas que practica yoga en Estados Unidos ha pasado de los 20,4 millones a los 36,7 millones de 2016, y según el Huffington Post el 40 por ciento de ellos tienen menos de 34 años. En España no tenemos estos datos, pero no debemos andar lejos en porcentaje. Además, la revista Billboard publicó en 2015 un informe que concluía que 32 millones de estadounidenses visitan anualmente alguno de los centenares de festivales musicales que se celebran en el país, un aumento del 44 por ciento respecto a las cifras de 2014, en la que habría que contar a14,7 millones de millenials.

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La desenfrenada proliferación de titulares en los que se informa de la muerte de festivaleros por consumo de drogas, podría verse atenuada con iniciativas como la de ofrecer clases de yoga. Para muchos profesores de yoga, discjockeys y promotores de este emergente movimiento, cuadrar tu postura del perro con el vaivén de la música electrónica es una combinación que prometerá disminuir las aceleradas revoluciones del ravero; o, en última instancia, a alentar que adopte un estilo de vida un poco más saludable.

"Creo que la música es una manera perfectamente reivindicable de introducir el yoga a gente que, de otro modo, es posible que nunca se hubiese cruzado con él en su camino. Ahora, se les ofrece la posibilidad de practicar yoga mientras su DJ favorito está pinchando", opina Elena Brower, una instructora de yoga que impartió clases en el festival Burning Man el año pasado, al son del trance de Above and Beyond.

Kevin Courtney dando una clase en Bonnarooo en 2013

Kevin Courtney, quien ha trabajado como instructor de yoga en Bonnaroo desde 2012 reconoce que muchos festivaleros que participan en sus sesiones lo hacen después de noches de mucho desfase. De hecho, él diseña sus clases para gente que está de bajón. "Yo no doy la misma clase aquí que la que doy en TriBeCa para un grupo de neoyorquinos nerviosos", explica Courtney, quien produce música electrónica en su tiempo libre. "Cuando doy clases de yoga en un festival asumo que el 90 por ciento de la gente está de reenganche o colocada".

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La cofundadora del festival Envision, Sofiah Thom, una profesora de yoga y bailarina costarricense que acostumbra a dar clases en el evento, está convencida de que el hecho de hacer yoga en un festival puede cambiar para mejor la manera en que la gente salga de fiesta— en especial, enseñarles a cómo disfrutar de la moderación en un escenario mayormente consagrado al hedonismo y al exceso. "Se trata de saber cómo decir no", explica. "Yo le enseño a la gente a cómo escuchar a sus cuerpos, a contarles lo que pasa, para que así, puedan disfrutar del día siguiente".

Deep House yoga. Imagen por gentileza de Tasha Blank

Por otro lado, el yoga también se está abriendo a una cultura ravera de gente que no pertenece a la escena de clubs. "Creo que el viejo modelo de la música de baile, en el que el cabeza de cartel comparece a las 2 de la madrugada cuando la gente ya está hasta el culo, excluye al 98 por ciento de la gente que se ha despertado temprano por la mañana y que no tiene interés alguno en sentirse para el arrastre al día siguiente", explica Tasha Blank, un bailarina y DJ neoyorquina que acostumbra a pinchar en raves matutinas como Daybreaker.

"Se trata de un estilo de vida que no conduce a una forma de vida más saludable, por mucho que yo creo que bailar es lo más saludable que uno pueda hacer", opina de la cultura ravera.

Mientras que los instructores de yoga acostumbran a diseñar playlists para sus clases, un festival que se autoproclama como "festival de yoga" y que responde al nombre de Wanderlust, se ha especializado en una programación en que la música y el yoga convivan al mismo nivel. Se trata de un festival organizado por el matrimonio formado por Jeff Krasno y Schyler Grant, que fue fundado en el Squaw Valley de California en 2002. Allí han tocado bandas como Common o Bassnectar, y actualmente se celebra ya en ciudades de todo el mundo.

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"Hemos aprendido que, en lugar de dirigir dos eventos distintos, uno para el yoga y el otro para la música, podíamos integrarlos", explica Krasno. "Nosotros empezamos a combinar yoga con disc-jockeys y músicos en vivo — en el interior de las clases — y diseñar grandes espacios con elevados niveles de producción"

Imagen por gentileza del festival Wanderlust

La idea que subyace, explica Krasno, es que la experiencia de todo el mundo moviéndose y respirando al mismo tiempo, desemboque en una suerte de euforia colectiva — algo que no distaría mucho de la energía que se genera en una gran pista de baile.

Obviamente, pinchar música para cuando los practicantes están haciendo estiramientos exige una aproximación que no tiene nada que ver con pinchar en un club en una noche cualquiera, opina DJ Drez. "Cuando pinchas para una clase de yoga, sigues sobretodo al profesor y a los alumnos, y buscas sincronizar tu sesión con la palabras del profesor o de la profesora, o en el lenguaje corporal del personal".

Y en cuanto al potencial del yoga para cambiar las ideas que pueda tener la gente sobre la cultura festivalera, Dj Drez considera que la practica debería de ayudar a los raveros a dejar de lado sus inhibiciones — sin sustancias. "El yoga es como una droga de evasión para moverse de maneras interesantes, y para usar tu voz interior en público", opina. "El yoga te puede llegar a liberar realmente de los esclavismos mentales y físicos que arrastras. Algunas de las pistas de baile más enloquecidas en las que he pinchado, eran clases de yoga".

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DJ Soul Rising en Wanderlust. Imagen por Julianne Lesinski para el festival Wanderlust

Hay quien cree, incluso, que el yoga puede resultar beneficioso para aquellos fiesteros que luchan contra la adicción. Elena Brower lleva dos años sobria. Ella no duda en señalar a los eventos que combinan música y yoga como instrumentales para ayudar a la gente a encontrar un autocontrol en un contexto descostumbrado. "El yoga puede amortiguar el bajón que te sobreviene después de una noche de fiesta", opina. "Yo solo puedo hablar a partir de mi experiencia, y a mí el yoga me ha ayudado mucho a encontrar el camino de la tranquilidad".

Puede que la moda de practicar yoga en festivales y en clubes sea pasajera, y que no tarde en caer en el olvido. Para la dj Tasha Blank es absurdo intentar etiquetar el concepto del yoga Deep House. Sin embargo, incluso en el caso de que todo esto no sea más que una tendencia pasajera, está cuestionando la manera de salir de los fiesteros y la manera de utilizar los espacios de ocio noctámbulo, logrando una nueva dimensión a la experiencia de la música de baile.

Puedes seguir al autor de este artículo en Twitter: @dlgarber

Este artículo se publicó originalmente en Thump.