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Especial de narrativa 2015

Especial de narrativa: Profe creatividad

Esto es lo que pasa cuando contratan a una persona para "impulsar la creatividad".

Si, algún día, un hombre apareciera en el campus, citado por el director de la universidad, un hombre con un buen traje, lo suficientemente viejo como para haber tenido una buena carrera en otro lado, pero lo suficientemente joven como para aún no estar en edad de retirarse, y anunciara que su trabajo es incrementar la creatividad y que para ello hará un pequeño recorrido por todos los departamentos, almorzará con los jefes de cada departamento, se reunirá en pequeños grupos para pedir ideas y opiniones y así determinará cómo la creatividad podrá jugar un rol mayor, los profesores estarían encantados y ansiosos por reunirse con él y participar.

O quizá no lo estén y más bien sospechen que el hombre fue para espiar y pensar en más tareas para darles, para incrementar su carga de trabajo con sus ideas "creativas" o, peor: para decidir que no son esenciales, que son empleados sin creatividad, y entonces los profesores lo ignorarían lo más que pudieran, cancelarían las juntas; cuando éste saliera del salón se reirían de él lo suficientemente fuerte para que alcance a escuchar mientras sus pasos resuenan en el pasillo. Además, ¿qué significa eso de "incrementar la creatividad"? Podrían llamarlo Hombre Creatividad o Profe Creatividad y evitar darle ideas, o darle ideas ridículas, ideas que para ese entonces él habría pensado durante semanas sólo para presentárselas al director, quien alzaría una ceja, juntaría los dedos y frunciría el ceño.

Pero, si un año antes, este mismo hombre, el Profe Creatividad, hubiera estado lo suficientemente lejos, del otro lado del país, cuando su esposa desde hace veinte años lo hubiera dejado, su jefe de doce lo hubiera despedido, y sus hijos se hubieran ido a la universidad, entonces quizá él buscaría otros lugares donde nunca hubiera vivido, trabajos que nunca hubiera tenido, con miedo, pero esperanza. Él no querría causar problemas, pero habría estado muy decaído hasta que su viejo amigo de la preparatoria, ahora presidente de una universidad del otro lado del país, le pidiera que fuera, haciéndole un favor en honor a su larga amistad y mostrándole una fe que él, el Profe Creatividad, ya no esperaba de otros y que tampoco tenía en sí mismo. Él acogió la oportunidad de ir al este, de empezar de cero (por dios, claro que podía hacerlo, ¿acaso no lo había hecho antes?), y quién sabe, quizá conocería a alguien, una mujer con la que pudiera envejecer. Entre tanto profesorado en esta región tan fría, en una ciudad tan pequeña, debería haber alguna divorciada, o viuda, aunque claro, no es que uno le desee eso a nadie.

Así que fue con esta determinación —no era entusiasmo, lo que se dice entusiasmo, sino más bien la terquedad humana que provoca que quienes están peor que él tomen las riendas y vuelvan al mundo de los vivos; "optimismo", podríamos llamarle— con la que él cerró su maleta y se alistó para el vuelo.