Los Chipi Chipi: la banda francesa que tocó en el Festival Vallenato en los 80

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Música

Los Chipi Chipi: la banda francesa que tocó en el Festival Vallenato en los 80

Escarbamos la historia de dos franceses que fueron el atractivo principal de este legendario evento.

Todas las fotos cortesía de Rémi Lajtman.

"Je vais te faire une maison dans les airs,
simplement pour que tu puisses y vivre…" 

*Traducción al francés de "La casa en el aire" del maestro Rafael Escalona.

Era el primer día del Festival Vallenato. 1983. La brisa nocturna de Valledupar pegaba en los cuerpos de cientos de personas convocadas para ver en tarima a sus ídolos, brindar con ron y embriagar la jornada al calor de los sones, de las historias de desamor, de las crónicas de la vida diaria en el Caribe. De repente, el maestro de ceremonias se montó a la tarima, agarró el micrófono e hizo un llamado inusual, macondiano.

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— "Ahí está el francés que ayer causó sensación en la parranda con Rafael Orozco e Israel Romero. Y va a subir a la tarima".

El francés era Rémi Lajtman. Rémi se subió con torpeza y casi a la fuerza a la tarima. Tenía guayabo. No esperaba que su hazaña de la noche anterior, cuando el Binomio de Oro lo invitó a vivir una auténtica parranda vallenata, y empezó a cantar "Déjenme quererla", le daría la legitimidad necesaria para montarse a cantar en el festival más importante que de esta música tiene Colombia. Quizás fueron los nervios los que lo traicionaron, quizás la resaca no lo dejaba concentrar: en todo caso olvidó la letra y empezó a improvisarla en su francés natal.

La gente aplaudió. Al día siguiente, periódicos como el extinto Diario del Caribe, el aún vigente El Heraldo y la sección Caribe de El Tiempo, reseñaban lo vivido la noche anterior.

En el Festival de Compositores de San Juan del Cesar.

***

Rémi tiene hoy 57 años y lleva más de 35 viviendo en Santa Marta. Cambió las crepes por la arepa é huevo, el vino por el ron, el rocanrol por el vallenato. Su acento, sin embargo, lo delata y él mismo lo confirma: "soy el propio parisino, 200%".

La banda sonora de su infancia y adolescencia era una mezcla de soul, blues, rock, punk, música negra y RnB. Era más fan de los Rolling Stones que de los Beatles y en un álbum de fotos que bautizó como "El baúl de los recuerdos" reposan imágenes de aquellos días en los que se asemejaba más al Morrisey de The Smiths que a su ídolo vallenato Diomedes Díaz. En las fotos cargaba una guitarra Welson y estaba rodeado de afiches de figuras como Eddie Cochra o James Brown.

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Antes del vallenato estuvo el rock y tener una banda llamada The Gangsters of Love. En ese entonces, antes de hacer covers de vallenatos como "Déjenme quererla" de Los Betos, le apuntaba a hacer versiones de la primera época de los Stones, de Marvin Gaye y figuras el soul de los 70.

Rémi en su cuarto parisino con su guitarra Welson.

The Gangsters Of Love. París, años 80.

Es hijo de inmigrantes judíos que vivían a las afueras de París durante la guerra. A su papá lo corrieron durante la famosa 'Redada del Velódromo de Invierno', cuando la SS, con la ayuda de la policía francesa, se llevó a miles de judíos en un estadio de la capital francesa. FInalmente, pudo escapar de los campos de concentración. Su madre, por otro lado, vivió escondida en una familia católica en el centro de Francia durante la Segunda Guerra Mundial.

Fue en París donde vivió su niñez y parte de su adolescencia. Sin embargo, pese a pasar más de la mitad de su vida en suelo colombiano, su único acercamiento a Latinoamérica lo tuvo en su adolescencia con el libro Moravagine, del suizo Blaise Cendrars. Toda su vida, me dice, odió el colegio y, apenas tuvo edad suficiente para dejar los estudios, lo hizo con el consentimiento de su papá.

Consentimiento en mano, se aventuró, a sus 15 años, a recorrer Sudamérica con un parche de amigos. La última parada de esa travesía fue Santa Marta, ciudad que, luego de bajarse del tren, los recibió robándoles las pertenencias. Durante meses compartieron playa con gamines e indigentes hasta que le cogieron cariño a la tierrita, a la de la capital del Magdalena.

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Luego de eso se devolvió a Francia, en donde ahorró durante tres años para volver al país que, me dice, "le tramó". En París, entonces, durante esos años de ahorro, trabajó en varias emisoras FM, entre ellas Radio Latina, la segunda o tercera más escuchada en la ciudad. Los domingos, en medio de un espacio de cuatro horas dedicado a la salsa, el ingeniero del programa, Jose 'El loco de la salsa', le cedió un espacio de 40 minutos para que hablara del vallenato para explicar quién era la vieja Sara, quién era Rafael Escalona, quiénes eran los que la gente tenía que escuchar y conocer. "Fue algo muy didáctico, para que los franceses pudieran entender y amar este folclor", me dice.

También en esa época se la pasaba en el bar "El Tango", un escenario mítico de la escena musical latina y africana en París, donde, asegura, se podía ver no solo una mezcla musical, sino cultural y económica: del millonario parisino sentado al lado del pobre africano, que iba bien vestido. Siempre le apasionó la salsa y la música cubana, sin embargo el ritmo que lo flechó fue el vallenato. En su primera visita a Colombia le gustó sin entenderlo; en la segunda, en los 80, se dio cuenta del poder de su melodía.

"¿Por qué cambiaron el rock por el vallenato?, les preguntaron en una entrevista a los que se conocerían despúes como Los Chipi Chipi, grupo que fundó con Jean Paul Ruard. "No lo cambiamos. Ambos son la expresión de un sentimiento real y verdadero", respondieron ellos.

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***

Ya con planes de devolverse a Colombia, Rémi andaba con Jean Paul, un punkerito con cierta fama en el circuito francés. Según Rémi, el hombre estaba al borde del suicidio porque lo había dejado su novia.

"El otro mes tengo un viaje pa' Colombia, si quieres olvidarte de Elena ven conmigo y ahí vas a disfrutar", me dice que le dijo. Jean Paul compró un tiquete de tres meses ida y vuelta y resultó quedándose. Casi 20 años.

Llegaron con el rock a montar su banda en Colombia, pero el vallenato no demoró en ser parte del repertorio. Era un grupo de dos guitarras con dos tipos que balbuceaban el español en medio de una obsesión con el género caribeño. Se la pasaban de toque en toque y de caseta en caseta, empapándose y conociendo a compositores y cantantes, emparrandándose en el Río Guatapurí.

Una de las parrandas en el Río Guatapurí.

Incluyeron covers y temas propios en su lista de canciones. Rémi era el encargado de suministrarle las ideas a Jean Paul y él a su vez se encargaba de componerlas: hacía tres o cuatro canciones de cualquier género en una sola noche. Todas hablaban de sus experiencias con el vallenato, del hecho de ser franceses y alumnos de los papás de aquel ritmo.

Los duros, los capos, los más.

Israel Romero y Beto Murgas en la primera parranda de Rémi en Valledupar.

Jean Paul, Rémi y Poncho Zuleta

Rémi y Beto Murgas escuchando a uno de los juglares del Caribe.

Primera aparición en el Festival de Valledupar.

Ese mismo año, en cuartos de final.

En la década de los 80 terminaron, sin saberlo, cantando en alguna ocasión éxitos del rocanrol de los 50 con Enrique Santos Calderón, quien después de aquella noche los invitó a tocar en la fiesta de bienvenida a García Márquez en la casa de María Jimena Duzán, un evento que celebraba la llegada de Gabo después de una temporada en México, según recuerda Remi. Allí los Chipi Chipi, Jean Paul y Rémí se mezclaban con la crema y nata caribeña, ministros, periodistas, el propio Rafael Escalona, el mismísimo Iván Villazón, el gran Cocha Molina.

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Esa noche, recuerda Rémi, sintió muchos celos por parte de Villazón y muchos celos por parte de Escalona cuando empezaron a tocar y a cantar sus canciones. "Incluso cuando Villazón empezó a cantar y nosotros estábamos hablando con García Márquez, él paró el grupo y dijo muy duro y de una forma muy seca: 'Usted puede ser muy francés, pero cuando yo canto me paran bolas'", recuerda Rémi.

Lo mismo sucedió años después en París, cuando, en un evento, estaban de nuevo Villazón y Escalona. El francés le recordó al primero aquella fiesta de Gabo y él lo ignoró, su desquite fue pararse en la tarima e interpretar "La casa en el aire", mitad en español, mitad en francés. "Esa vez vi la misma reacción de Escalona, así como que le había robado el show". El francés admite que la gente que más le gusta y sus amigos más cercanos eran más los compositores que los cantantes, pues para él muchos tienen el ego demasiado fuerte.

En esos días la cosa siempre fue difícil, "pero igual no necesitábamos mucha plata para vivir", dice Rémi. En algunas ocasiones tocaban gratis, luego consiguieron un trabajo donde tocaban todos los días en un restaurante francés en Bogotá que se llamaba "Le Montmartrre" y luego de un artículo publicado en la sección de cultura de El Tiempo, después de la presentación en la bienvenida de Gabo, lograron girar por un par de ciudades, tocar en las Alianzas Francesas y bares de la capital. En Valledupar consiguieron un trabajo fino en un sitio llamado "Ejecutivo 83", pero, más que hacerse famosos y ricos, lo importante era tocar y conseguir lo básico para sobrevivir, aunque a veces se encontraban con un contrato por $300.000 de la época, por tocar en un show privado.

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Toque en Valledupar en "Ejecutivo 83"

La historia de Los Chipi Chipi empezó a ver su final cuando Jean Paul decidió alejarse del vallenato y meterse en cosas de latin jazz y otros temas más espirituales a raíz de un viaje que hizo solo a la Ciudad Perdida de la Sierra Nevada de Santa Marta. Sin embargo, la banda siguió andando pese a que el otro francés, el compositor, vivió una experiencia mística en el momento de perderse en aquel viaje, y resulta dedicando su vida 100% al budismo.

En ese fue el fin de Los Chipi Chipi. No quedan más que fotos del recuerdo de lo que fue, porque incluso cuando quisieron grabar su proyecto en la CBS -el mismo lugar donde grababa Diomedes- el director artístico se encontró con un demo en el que había una mezcla de vallenato, blues y otros experimentos musicales, lo cual no tenía un enfoque comercial, asunto que impidió la firma de un contrato.

Afiche concierto de los Chipi Chipi.

Con Jean Lou Frickaer, quien reemplazó a Jean Paul luego de su retiro espiritual.

Hoy, más de 30 años después de su debut en el Festival Vallenato, Rémi sigue en Santa Marta, toma su siesta después del almuerzo y maneja desde hace 12 años uno de los sitios insignia de la capital del Magdalena: La Puerta, un lugar donde irónicamente no suena un vallenato porque su público lo odia, pero que, a cambio de esa ausencia, le echa un espaldarazo a la nueva música colombiana: Bomba Estéreo, Systema Solar, Ghetto Kumbé, algo de dancehall jamaiquino, champeta caribeña, música africana y salsa de la vieja escuela. Por otra parte, el ying de este yang, Jean Paul, cuenta Rémi, falleció en 2016 a causa de una hepatitis C en una isla francesa cerca de África.

Para alguien que dejó de lado su vida en el primer mundo para entregarse al vallenato del tercer mundo sería injusto que ese género que tanto lo obsesionó en los 80 no hiciera parte de su vida, así que su desquite, al no poder sonar vallenatos en su propio negocio, fue aliarse con un español que decidió montar un restaurante llamado 039, dedicado a la cultura vallenata en el que reposan afiches, trofeos, fotos y reconocimientos de Los Chipi Chipi, aquellos a quienes la historia absolverá como los franceses que, armados de guitarras con herencias del rock y el punk, se tomaron el maravilloso atrevimiento de apropiarse de algo tan autóctono.

De volverlo de repente algo tan exótico y luego desaparecer.