Yo fui porro: una fiesta de puñetazos y puntapiés
Miles de estudiantes marcharon hace unos días para exigir que salgan los grupos porriles de la UNAM. Foto: Cuartoscuro.com

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Yo fui porro: una fiesta de puñetazos y puntapiés

Origen, desmadres y utilidad política. Conversamos con porros y expertos sobre ese modo de sobrevivir a la etapa estudiantil.

Los grupos de choque se volvieron noticia luego de las agresiones a preparatorianos en la UNAM. En VICE Noticias recogimos un coro de voces para entender –un poco– qué diablos son y qué hacen los porros en las explanadas de los campus de estudio. Aquí la primera entrega de la miniserie "Yo fui porro".

Artículo publicado por VICE México.

“El dirigente es a quien debes obedecer y es quien da las órdenes, no puedes ir en contra de él porque es un castigo, es como si fuera tu mamá o tu papá, a veces el castigo era que todos te tenían que pegar. Era casi casi de que si levantabas la voz te soltaba una cachetada”, explica Sara, quien participó en grupos porriles en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco, donde estudió a principios de este siglo.

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La autoridad de los antaños –así les llaman a los dirigentes veteranos– es incuestionable para los integrantes de los grupos de choque. O al menos eso refieren exporros y estudiosos del tema.

Sara participó en los colectivos 8 de Octubre y Porra Estudiantil Universitaria (PEU). Su corta pero intensa aventura le permitió conocer las entrañas de estas organizaciones, famosas por talonear alumnos, armar fiestas llenas de excesos, pelearse con porros de otras escuelas y que la semana pasada protagonizaron agresiones brutales en contra de dos alumnos de la UNAM, en medio de una manifestación pacífica en Ciudad Universitaria.

En tercer semestre, Sara ingresó al 8 de Octubre donde la organización era anárquica, pero los más viejos mandaban y eran quienes ponían las reglas. “La mayoría de los que manejaba a los grupos de porros eran tipos que llevaban muchos años ahí, gente grande, tú entras de 15 y ves un antaño de 30 o 40 ahí, así se les llama a los que dirigen”, cuenta a VICE la exuniversitaria, quien pudo ver cómo los líderes elegían chicos al azar para pelearse con otros porros y éstos no podían negarse.


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“Iban a Bachilleres 1 y los picaban o los robaban, contra bandas contrarias que tenían las mismas intenciones”, relata Sara y recuerda que le tocaron peleas campales rumbo al metro Ferrería, donde los porros de uno y otro bando se atacaron con palos, cadenas y botellas. Una fiesta de puñetazos y puntapiés, motivada por el mero “desmadre”.

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“Así sacábamos varo”

Ernesto, exalumno del CCH Vallejo, cuenta que en el plantel localizado en la delegación Gustavo A. Madero, la organización era propia de una banda, con un par de dirigentes que movilizan a sus bases. “Hay unos grupitos que son los que forman la base en general, cada uno se junta en puntos específicos dentro del CCH y seas del que seas, al final todos son 3 de Marzo”, comenta el joven escritor, quien se involucró con estos grupos desde hace 10 años.

Ernesto recuerda que al ingresar todavía le tocó la época de los “porros manchados”, ya que se confrontaban con otras escuelas de la UNAM o del IPN y talonear a los alumnos era una práctica común. “Así sacábamos varo”, confiesa y dice que fue a varias marchas y eventos políticos a “hacer bola”, aunque nunca le tocó reventar manifestaciones.

En cuanto al modo de financiarse, Sara recuerda que, en su segunda experiencia con la Porra Estudiantil Universitaria (PEU), los responsables de manejar el dinero eran los líderes y no recibían un pago o sueldo, sino que pactaban con políticos locales. El trato consistía en que el político les facilitaba espacios para organizar fiestas porriles como un salón, un jardín o un parque, a cambio de llevarlos como acarreados en eventos proselitistas.

“El dirigente porril lo que hace es cobrar por ese lugar, le cobra a los que van a las fiestas y ese dinero se lo queda”, agregó Sara sobre el financiamiento de los porros, aunque en su paso no supo de vínculos con autoridades escolares.

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“Cuando eres de la base no sabes, ya después te vas enterando, por ejemplo, que, para hacer el aniversario en cierta zona, el presidente municipal o delegado pide que vayan a una marcha. Y como al final íbamos nomás a hacer presencia y nos movíamos en corto, creo que eso fue el pedo y ya no nos tiraron paro”, contó Ernesto sobre los nexos que mantenían con autoridades delegacionales.

Son políticamente funcionales: Ordorika

Aunque durante la época ceceahcera de Sara y Ernesto, la intensidad y presencia de los porros iban a la baja, el doctor Imanol Ordorika Sacristán, quien ha investigado el fenómeno de los grupos porriles, explica que persisten porque “están enquistados en los planteles universitarios, mantienen relaciones de poder con las autoridades locales, o de varios planteles”.

El investigador universitario comenta a VICE que, en ocasiones, las relaciones se producen porque las autoridades escolares no tienen los elementos suficientes para enfrentarlos, no se deciden, o en ocasiones porque hay “franca complicidad” y les resulta más fácil pactar con ellos que hacerles frente, aunque señaló que también hay colusión y complacencia de las autoridades judiciales de la Ciudad de México, lo que explica la presencia de los porros actualmente.

A decir del especialista, desde que son conocidos, los porros han sido utilizados para distintos fines, pues son útiles en campañas políticas o para controlar movimientos de protesta en los planteles. “Son funcionales para imponer candidaturas, para acallar voces opositoras, o también tienen esa fuerza que les da el ser el núcleo central del narcotráfico en las preparatorias o CCH’s”, indica Ordorika.

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Orígenes hostiles

Los porros tienen sus orígenes en la década de los cuarentas, cuando comenzó una fragmentación ideológica entre los estudiantes universitarios de la tradición conservadora y la popular. A raíz de ello, en la Universidad Nacional comenzaron a surgir cotos de poder a cargo de grupos católicos y conservadores, que llegaron de la mano con prácticas violentas y de exclusión sobre agrupaciones estudiantiles con un pensamiento distinto.

A partir de esa ruptura, y con el apoyo de autoridades escolares, el fenómeno de los porros comenzó a institucionalizarse y así ha perdurado hasta nuestros días, aunque han podido mutar para adaptarse a los cambios de régimen político y la diversificación de partidos con poder, como explica Ordorika en su investigación Violencia y “porrismo” en la educación superior en México.

Sobre el origen etimológico de la palabra “porro”, también se remonta a mitad del siglo XX y se cree que es una adaptación de la palabra “porra”, como se les conocía a los grupos que animaban a las escuadras del futbol americano, los cuales estaban nutridos de alumnos, quienes poco a poco comenzaron a ser cooptados por grupos de choque.

El actual director general de Evaluación institucional de la UNAM ha mencionado en anteriores ocasiones que a pesar de que surgieron en la Universidad y se han señalado los vínculos con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el fenómeno de los porros no es exclusivo de un partido, de la UNAM, ni tampoco se da únicamente en la Ciudad de México. También se han presentado con autoridades delegaciones del PRD, con el PAN en la Benito Juárez, e incluso ha llegado a otros estados como Hidalgo y Tamaulipas.

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De acuerdo con una investigación publicada por Jesús Ramírez Cuevas, quien será director de comunicación social en la Presidencia de AMLO, en 2004 había más de 30 grupos porriles y derivados, repartidos en todas las escuelas de bachillerato y estudios superiores de la UNAM. Por aquel año, el periodista calculaba que había entre 200 y 400 expulsiones de porros de la universidad, además de denuncias presentadas en las procuradurías, aunque estos salían con facilidad y volvían a los planteles a atemorizar a los alumnos que los señalaron.


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Al respecto, el rector de la UNAM, Enrique Graue Wiechers señaló por medio de un videocomunicado, que tenían elementos para pensar que entre los elementos había integrantes de los grupos porriles 32 del CCH Azcapotzalco, 3 de Marzo del CCH Vallejo y la Federación de Estudiantes de Naucalpan.

Punto de inflexión

Dana coincidió en CCH Azcapotzalco con Sara y juntas formaron parte de la PEU. Aunque a algunos los atraían con mentiras, ella sabía perfectamente el tipo de personas con las que se relacionaría. “A muchos niños los cuenteaban para entrar, a mí no, yo sí sabía, recuerdo perfectamente que me dijeron que podía seguir entrando a clases normal, pero con nosotros vas a echar desmadre también”, confiesa a VICE.

A la distancia, recuerda que su experiencia fue muy tranquila, sin la violencia que se presentó hace una semana frente a la torre de Rectoría el pasado lunes, cuando en medio de una manifestación de alumnos que pedían más seguridad en la UNAM y que se aclarara el feminicidio de una alumna del CCH Oriente, un grupo de porros llegó a reventar la protesta como era común en el viejo régimen priísta, con bombas molotov y navajas incluidas.

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Cuando vio que uno de los agresores señalados en redes sociales llevaba un jersey con las siglas de la PEU, quedó muy sorprendida pues en su época era un grupo que buscaba resurgir. “Se supone que estábamos hechos para proteger la escuela de los otros porros del IPN y Bachilleres”, platica Dana, quien no duda que las autoridades o políticos estén involucrados, ya que, así como a ellos se les acercaron para ofrecerles favores a cambio de asistir a un mitin político, “nunca va a faltar quien diga por una lana sí voy y hago un desmadre”, explica la joven estudiante de derecho.

Este momento de crisis que vive actualmente la universidad por los brotes de violencia, el cual tiene en paro indefinido a muchas escuelas, es considerado por Ordorika como una oportunidad para romper la dinámica de complicidad entre porros y autoridades, presente después de 60 años de historia.


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A decir del especialista, es necesario un rediseño de los cuerpos de vigilancia de la universidad, no para convertirlos en cuerpos armados, pues rechaza los cuerpos disuasivos que confrontan, pero sí para tener elementos más profesionales y mejor capacitados.

“Que abandonen cualquier idea de que son un cuerpo de control político como han sido durante años, para atender emergencias de todo orden y situaciones como la que se vivió el otro día, que tengan estrategias de cómo se puede intervenir para evitar al máximo situaciones de violencia en perjuicio de las personas”, explica quien fuera dirigente estudiantil.

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Ordorika Sacristán comenta que estos cambios forman parte de una discusión pendiente en la UNAM, sobre el papel de los cuerpos colegiados, la gestión de las escuelas, transparentar la designación de autoridades, democratizar los procesos administrativos, a fin de erradicar cualquier nexo o complicidad que se haya generado con estos grupos porriles.

Cuentas pendientes

A más de una semana de las agresiones sobre alumnos del CCH Azcapotzalco, ya fue dado de alta Joel Meza, quien se encontraba internado en la clínica Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS desde el pasado 4 de septiembre. En tanto, Emilio Aguilar sigue en observación debido a la lesión que le causaron en el glúteo, su estado es delicado pero estable.

Por su parte, aunque faltan agresores por identificar, la UNAM ha procesado la expulsión de 18 alumnos, nueve de ellos del CCH Azcapotzalco, dos de la Facultad de Ingeniería, uno de la Facultad de Filosofía y Letras, uno de CCH Naucalpan, uno de la FES Cuautitlán, uno de FES Zaragoza, uno de FES Iztacala y dos de la FES Acatlán, aunque uno de ellos, Fernando Tinajero, negó haber participado en los desmanes y la universidad ya atrajo el caso.

Otro que fue dado de baja fue el coordinador de Vigilancia UNAM, Jesús Teófilo Licona Ferro, quien fue evidenciado por medio de grabaciones de alumnos, donde aparece en medio de los porros cuando iniciaron su ataque en la explanada de Ciudad Universitaria.

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Aunque la UNAM presentó dos denuncias ante la Procuraduría General de Justicia (PGJ) de la CDMX y la Procuraduría General de la República (PGR) en contra de Joel Rojas Argüello, conocido como “ El Carter” de 27 años e inscrito en la FES Aragón, y Erik Linares Torres, alias “ El Lucas” de 33 años y exalumno del CCH Azcapotzalco, quienes fueron detenidos por su participación en los ataques, para la madrugada del viernes las autoridades capitalinas los dejaron en libertad, alegando que nadie presentó acusaciones en su contra. Ambos sujetos fueron incluso señalados por el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, como involucrados en las agresiones de CU, pero para la Procuraduría de la Ciudad de México no hubo flagrancia.


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El último sujeto vinculado a proceso por los ataques del pasado 3 de septiembre, fue identificado como Marco Antonio Camargo, alias “El Mamitis”, de 29 años, a quien señalan por el delito de motín. El juez de control que lleva el caso dictó prisión preventiva, la cual deberá cumplimentar en el Reclusorio Norte, no obstante, la madre de Marco Antonio señala que él acudió a intercambiar banderines con motivo del clásico universitario de futbol americano y fue utilizado como “carne de cañón” por “El Carter”.

Enrique Alvarado en Twitter: @kikin_agz

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