Hace más de cinco años que no bebo y nunca he fumado ni me he drogado. De hecho, nunca he tenido una resaca, ni siquiera cuando bebía. Para mí el día después de una noche de fiesta, acabe cuando acabe, se resume en estar cansado y un poco embobado porque he dormido poco y mal, pero sobre todo en comer pizza para revitalizarme. Poco más. Sin embargo, para muchos de mis amigos —en especial para aquellos que cuando yo estoy comiendo pizza recién levantado están siguiendo con la fiesta del día anterior haciendo un vermut y con las pupilas del tamaño de un frisbee— el proceso es un poco más doloroso y traumático, dependiendo lo que hayan tomado, las cantidades y todas las demás variables que se ve que hay que tener en cuenta cuando te drogas.
Publicidad
El caso es que como yo no tengo nada que explicar al respecto que no haya dicho ya, he pedido a varias personas que compartan conmigo y con vosotros sus peores bajones químicos.Yo siempre he sido de substancias más psicodélicas y nunca me han gustado los estimulantes. Tampoco me fío de las farmacéuticas. Un día sin embargo decidimos probar un medicamento el Romilar, que lleva DXM (dextrometorfano), un disociativo parecido a la ketamina. Queríamos pillar Codeína, pero hacía falta receta y no pudimos. Un amigo y yo nos partimos una botella y al cabo de media hora empecé a marearme y tuve que irme al baño a vomitar. El efecto disociativo del DXM hacía que me viera vomitar a mi mismo, desde fuera de mí. Cuando pasó una hora o dos y fui capaz de levantarme del plato de ducha desde el que me amorraba al wáter, me tumbé en el sofá. Eso era un viernes por la noche, al despertarme al día siguiente no podía ni hablar, ni levantarme y lo único que me consolaba espiritualmente eran los porros. No podía procesar nada con mi cabeza, no podía pensar. Estaba quieto, en posición fetal, como protegiéndome… En definitiva, hecho polvo. Moraleja: las drogas legales no son buenas.Sergi, 24 años
MIRA: El alquimista del cannabis
Era el primer día del año 2010. De hecho, era la primera mañana. Acababa de salir la fiesta de fin de año de El Row 14 cuando antes de coger el bus, mientras observaba la fauna local a la que yo había pertenecido hasta ese mismo momento, saqué la poca hierba que me quedaba para saborear uno de esos porros que entran tan bien antes de emprender el camino a casa. Ya no me quedaba más sativa, sólo un chivato de índica, pero pensé que para el caso iba a dar lo mismo, que así me iba a relajar y ya. Lo que vino después fue totalmente inesperado: aquel porro multiplicó el efecto de todo lo que me había tomado antes y además me golpeó a la vez que me daba el bajón del speed. Me perdí en las hierbecillas que crecían en medio de la carretera y en el sol que estaba ya bien arriba. No recuerdo el viaje de vuelta en el autobús. Solo recuerdo que vomité y al llegar a casa le pedí a uno de mis colegas que nunca más me dejasen tomar speed.Ignacio, 24 años
Viaje astral vía jarabe para la tos
MIRA: El alquimista del cannabis
El porrito de después
Publicidad
"El efecto disociativo del DXM hacía que me viera vomitar a mi mismo, desde fuera de mi" — Sergi, 24 años
La semana del terror
Publicidad
15—M(DMA)
Bajón colaborativo
Publicidad
"Durante una de esas semanas terribles, fui a hacerme todas las pruebas de ETS porque estaba convencida de que por culpa de lo que hice tenía alguna y me iba a morir de eso o de otra cosa peor" — Anna, 25 años