FYI.

This story is over 5 years old.

#Vice8Años

#VICE8Años: Monas, sicarios y sapos alucinógenos: todo lo que pasa cuando grabamos nuestros documentales

Las cosas más extrañas que nos pasan mientras buscamos historias extrañas.

Desde hace ocho años hemos buscado por todo el país las historias más relevantes y más extrañas del rumbo, aunque para hacerlo muchas veces haya que empaparnos de lodo, DMT, cotorrear en cementerios con sicarios o correr el riesgo de ser levantados. Pero como el mundo no solo gira cuando le damos grabar al aparato, muchas de las cosas más irreales ocurren mientras preparamos el equipo o no se nos permite filmar. Aquí hay algunas de las cosas más extrañas que nos han pasado mientras grabamos estos documentales:

Publicidad

¡Me hubieras avisado, primo!

Nuestro plan para aquel día era recoger a unos músicos del movimiento alterado, llevarlos a Jardines del Humaya —(mejor conocido como "el panteón de los narcos"— y terminar entrevistando a uno de ellos en casa de su primo, pues era una casa más grande y bonita que la suya. Mientras grabábamos en el cementerio, un cuidador del lugar se acercó y me dijo que sus superiores lo habían mandado a decirnos que dejáramos de grabar. Jardines de Humaya es de los lugares más extraños que he visto en mi vida, y sabía que nos faltaba mucho por grabar. Le pedí al cuidador que me llevara con la persona que nos había negado el acceso para pedirle disculpas y decirle que ya nos íbamos (esto con la intención de ganar un poco de tiempo mientras el camarógrafo seguía grabando).

Caminé un par de kilómetros con el cuidador y llegamos con su jefe, quien sólo me tuvo que ver y decirme "Salte en este momento de aquí, periodista", para darme cuenta que nuestra huida tenía que ser rápida. Cuando salimos, el cuidador me dijo que nos fuéramos rápido porque habían llamado unos hombres para irnos a levantar. Llegué con el equipo y les dije que nos teníamos que ir en ese instante; guardamos nuestras cosas y nos metimos a los coches cuando entró una pick-up con hombres vestidos de policía, pasamontañas y AK-47. Nos preguntaron qué hacíamos y les dijimos que estábamos grabando un video musical de la banda; después de revisar nuestras cosas nos dejaron ir.

Publicidad

Salimos y nos paramos a tomar una cerveza para calmar el susto. El teléfono del músico que íbamos a entrevistar sonó; era su primo preguntándole si todavía haríamos la entrevista en su casa. Durante la plática el primo preguntó por dónde habíamos andado y el músico respondió que grabando en el cementerio. El primo le respondió con una carcajada "¡No mames primo! Me hubieras dicho que eran ustedes, ya los iba a desaparecer uno de mis comandos". Pedimos otra caguama y cancelamos la entrevista. —Daniel Díaz, productor.

Tacos que te ponen pacheco

Antes de trabajar en VICE, ayudaba como fixer en sus producciones desde Tijuana y otras partes de la Baja. Uno de mis últimos proyectos allá fue con VICE EU en la producción de un capítulo para la serie estelar de Munchies, Huang's World. Después de días de insistir en que visitáramos Kokopelli, mi taquería favorita, el equipo accedió y le dimos a Eddie Huang una de las mejores experiencias culinarias de su vida.

Terminando la escena, los chicos de Kokopelli nos prepararon una taquiza para despacharnos, antes de terminar de grabar e irnos a visitar la zona roja de Tijuana, pa' que conocieran, pues. Nosotros no sabíamos, pero nuestros tacos estaban completamente bañados en aceite de cannabis y al subir a la camioneta de producción nos dimos cuenta que difícilmente íbamos a poder movernos en las próximas horas. Llegamos a la cima de un monte para hacer las últimas tomas de la ciudad cuando nos terminó de pegar. Nos quedamos sentados un par de horas pachequeando y platicando en espanglish mientras se nos bajaba. Fue de esas experiencias que fortalecen la relación de un equipo de trabajo, a base de carcajadas y buena vibra. —Joey, productor de Noisey.

Publicidad

Debut sicodélico

Para Miscelánea Mexicana, viajamos a Sonora para conocer a Octavio Rettig, médico de profesión, quien se ha especializado en el Bufo Alvarius —sapo endémico del desierto— y lo utiliza para curar a la gente con adicciones. La idea del documental era conocer a Octavio, mejor conocido como el "Profeta del Sapo", entrar a la comunidad indígena seri y vivir de cerca la experiencia con dicho anfibio. Además era el debut de Alejandro Mendoza como host, lo cual hacía un poco más compleja la filmación.

No entendíamos bien cuál era el uso medicinal del sapo, así que nos invitaron a una primera sesión. En la playa de Punta Chueca, pueblo en el que habita la comunidad seri, Raymundo fue el protagonista del ritual. Lo que sucede es muy sencillo: las glándulas del sapo son exprimidas como acné y el líquido se vierte en una placa de vidrio. Se deja secar durante la noche y a la mañana siguiente dicho líquido se convierte en una especie de hojuela. Esta hojuela se mete en una pipa, se quema y se fuma; se "respira", como dice el Profeta. Fuimos testigos de cómo Raymundo entró en un viaje espiritual difícil de explicar, su cuerpo ahí estaba, pero su mente se había ido.

Alejandro Mendoza tuvo que enfrentarse a esta experiencia en su debut como host. Según él fue un viaje inolvidable, místico y mágico. A pesar de que el efecto duró solo cinco minutos, durante los siguientes cuatro meses Alejandro estuvo viviendo ciertos "rebotes" provocados por haber respirado el sapo. —Santiago Fábregas, productor.

Publicidad

Guarida Templaria

Hace un buen rato que el equipo de VICE México trabaja en el desarrollo del piloto de VICE News Today, el noticiario en HBO que se estrenará en unos días. Uno de esos pilotos nos exigía dar seguimiento a la Tierra Caliente en los días posteriores a la detención de Servando Gómez, "La Tuta", último líder conocido de los Caballeros Templarios. Con ello haríamos varios dispatches para comprobar si, como el gobierno mexicano presumía, este grupo estaba completamente desintegrado.

Como nadie cree que por decreto o por nombramiento los cárteles desaparezcan, intentamos comprobarlo de la única forma que podíamos durante un solo día. Fuimos a uno de los conocidos bastiones del grupo, el rancho conocido como "La Fortaleza", muy cerca de Apatzingán y convenientemente en un camino despoblado entre Morelia y el puerto de Lázaro Cárdenas. Un lugar que bien funcionaría para ejercer control territorial y comercial de la Tierra Caliente michoacana. Recordando ese día, no estoy seguro si en verdad creímos que no encontraríamos a nadie, o si creímos que el jefe en turno toleraría la minivan dorada –que preferimos rentar en vez de la Suburban negra que también estaba disponible–, con cinco personas que querían grabar ahí dentro. Ahí donde evidentemente no debíamos estar.

A los tipos de la primer camioneta que nos encontramos les costó un buen rato entender que éramos periodistas, y que sin permiso o contactos, queríamos entrar al rancho. Así nomás. Gracias minivan dorada por hacernos parecer tan amenazantes como tu mamá recogiendo un equipo de morritos. Nos dejó ir si volvíamos por ese solitario caminito de terracería. Así lo hicimos, arrepintiéndonos de no grabar ese primer acercamiento y sin material para enviar algo realmente interesante al final del día. Ellos también se arrepintieron.

Publicidad

Minutos más tarde nos cerraron el paso, con polvo levantándose sobre la camioneta por la maniobra. Se bajan cuatro hombres, ahora bien armados. Me acuerdo bien de un fusil, que apoyado sobre el piso era de mi tamaño, de dos cuernos de chivo, y alguna pistola decorada con el escudo del Necaxa. "Órale. Así terminan estas cosas", recuerdo que pensé, o dije, o alguien más dijo en la camioneta. Bajamos y platicamos unos veinte minutos en una maniobra de sangre fría por parte de Juan, el camarógrafo, y Mónica, la reportera. "Soy una mujer casada", "Mira el material", sin audio. Les dejé mi tarjeta e insistí que queríamos ver al jefe. Por supuesto, Los Caballeros Templarios todavía estaban ahí.

Aunque ese día pudimos regresar al hotel, dos días más tarde regresamos a la Ciudad de México cuando Nicolás Sierra, el miembro de Los Viagras quien nos permitió entrevistarle, nos citó para revisar su entrevista y cambiarla si no le gustaba. Como no nos prestaríamos a modificar nuestra publicación, y además qué pinche miedo que un cabrón como ese te pida cambiar su entrevista, decidimos guardar nuestras cosas al momento en que llegamos al hotel. Nadie discutió. Todos de vuelta. Nos trajimos varias lecciones y un piloto exitoso para el noticiario. —Rafael Castillo, productor de VICE News.

Mona, metro y reguetón

Por ahí del verano de 2013 empezamos a grabar los primeros episodios de nuestra serie Miscelánea Mexicana. Uno de los temas que estábamos investigando eran los combos reguetoneros. Después del incidente en 2012 cuando dos grupos de pelearon las estaciones de metro Insurgentes y Cuauhtémoc y en Reforma 222, salieron en todos los medios, pero todos los reportajes eran amarillistas y tenían muy poca información. Así que empezamos a buscar a estos grupos en Youtube y Facebook, y a escribirles para ver si a alguno de ellos les gustaría contar su historia en video. Finalmente, un contacto nos llevó a otro y terminamos reuniéndonos con Cidel, quien en ese momento era el líder de los Panamiur, uno de los combos. Nos invitó a hablar con él y sus amigos un sábado afuera de la estación del metro Impulsora, en el Estado de México. Llegaron como 40 jóvenes, de entre 16 y 24 años. Todos vienen vestidos con sus mejores camisas, peinados increíbles, muchos de ellos rapados a los lados y con mucho gel, lentes de sol fosforescentes, cadenas de fantasía, gorras de beisbol y pantalones entubados de colores brillantes. Muchos de ellos también traían playeras de Panamiur.

Los Panamiur nos invitaron a acompañarlos a una fiesta en algún lugar en el centro, aunque lo único que nos explicaron es que un DJ tocaría reguetón. No nos dejaron subirnos al metro, así que pararon y básicamente secuestraron dos microbuses. Todos iban cantando y monéandose. Luego nos subimos al metro en San Lázaro y otra vez tomaron dos vagones completos. Nos bajamos en la Merced, en donde, como en una escena de The Warriors, se encontraron con otro combo, creo que eran los Sicarios. Se gritaron, se hicieron señas, cantaron canciones y porras, como tratando de amedrentarlos. Luego los seguimos a una fiesta clandestina, básicamente una trapeada de reguetón en una bodega detrás de puestos de ollas y sartenes. Eramos como 300 personas, con caguamas y PVC, sudando y perreando.

Cuando llegamos al metro ese día en la mañana, teníamos la idea de conocer a algunos de estos chavos y ganarnos su confianza. Yo iba como camarógrafo ese día, y simplemente los seguimos y nos dejamos llevar, registrando todo lo que nos dejaron ver. Ese día regresé a mi casa sudado, cansado, quizás y un poco moneado y realmente emocionado. Crecí en la Ciudad de México, y siento que la conozco, que la he recorrido, desde los lugares más fresas hasta los barrios más peligrosos, y de pronto, sentí que los Panamiur nos habían dejado ver una parte de la ciudad que no sabía que existía, que los medios no habían visto, que nadie fuera de los mismos grupos había retratado, y me sentí realmente afortunado y feliz por el privilegio de haber podido convivir con ellos aunque fuera un par de días y de poder contar su historia. Por días como ese decidí hacer documentales, por eso los sigo haciendo y espero seguir en esto por muchos años más. —Bernardo Loyola, profeta y productor ejecutivo de VICELAND, nuestra canal de televisión.

Gracias a nuestros amigos:

@GooseIslandMx