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Cultură

La opinión de un inglés sobre la ceremonia de clausura

Ahora nos podemos regodear porque hemos reencontrado nuestra negatividad extraviada.

Oficialmente, se le llamó Ceremonia de Clausura, pero en realidad se trató de un magnánimo concierto en el que participaron casi todos los artistas británicos que han tomado el micrófono alguna vez en sus vidas.

Miles de millones de espectadores alrededor del mundo seguro pasaron la mayor parte del tiempo preguntándose quiénes eran esos changos en el escenario: ¿Take That? ¿Kaiser Chiefs? ¿Taio Cruz? Seguro todos pensaron que esta nación tan decadente se quedó sin músicos y tuvo que recurrir a bandas de segunda que tocan en pubsyrestos de X Factor.

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Mientras David Bowie yacía en su profundo sueño criogénico, McCartney parpadeaba involuntariamente ante el rostro reconstruido con papel maché de su fallecido amigo, y Kate Bush intentaba descifrar su nueva lavadora en Norfolk; alguien en Stratford combinaba La Era del Rock con La Ceremonia de Premiación Británica.

Y mientras el alcalde Boris se meneaba al ritmo de las Spice Girls, preguntándose cómo podría acercarse a Emeli Sandé esa noche, era obvio que éste era el Londres que todos conocemos y amamos. No esa aterradora visión de Danny Boyle en la que David Beckham llega en su lancha para ver a Fuck Buttons en un rave del otro lado del espejo. La Ceremonia de Clausura corrigió todo esto de forma extraordinaria. No fue un recuento de nuestra mágica vida en Albión, fue la Plaza Leicester a lo grande.

Primero tuvimos un poco de Madness y Blur en un loop infinito que los voluntarios y empleados mal pagados seguro prefirieron ignorar. Después un poco de Ruby Blue para las señoras con rolas clásicas y cursis de los noventa, seguido de boletos a mitad de precio para We Will Rock You, aplaudiendo con vacacionistas bolivianos. Una foto de nosotros posando junto a un taxi negro, el London Eye y el Big Ben, y de vuelta a los comediantes de The 99 Club para unas risas al 2x1, y finalmente cerrar con un poco de Tinie Tempah. Lo único que faltó fue un tributo de tres minutos al Angus Steak House.

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Olvídate de la British Leyland, no hay un símbolo más representativo de la declive postindustrial en Gran Bretaña que Annie Lennox. En la época más oscura de los británicos, Annie fue la “diva” de la élite, y aquí estaba de nuevo, bostezando desde la tumba, exaltando a todas esas personas cuyos gustos musicales están dictados por la lista de los cien álbumes más vendidos de la historia. De la noche a la mañana Clapham impuso sus gustos musicales sobre toda una nación.

Desde el primer, “Oh, Dios mío, ¿en serio lo van a dejar hacer su nuevo sencillo?” hasta el último: “MUERE MALDITO ED SHEERAN”, a través del inolvidable “Vom” de Lily Allen, internet estuvo plagado de una aguda negatividad, mientras nos cagábamos sobre todo lo bueno que habíamos construido durante esas dos semanas.

Al parecer ahora podemos decir que todo “ha vuelto a la normalidad”, “el cinismo británico está de regreso”, “¿no es esa una bendición un poco perversa?", "¿pero acaso no nos gustan que todas nuestras bendiciones lo sean?” y nos podemos regodear porque hemos reencontrado nuestra negatividad extraviada. Es lindo ser negativos. Pero es mucho más lindo ser positivos.

Aunque debo decir que Eric Idle fue genial… si eres un francés que piensa que los mejores comediantes son los mimos.

Sigue a Gavin en Twitter: @hurtgavinhaynes

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