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Durante la década de 1980, el historiador militar John Keegan respondió a la pregunta "¿Por qué luchan los soldados?" con tres respuestas: "incitación, coerción, narcosis". Posteriormente, el propio Keegan descartó su teoría por resultar demasiado simplista. Sin embargo, Kamienski afirma que, además de la incitación a la que conducen los deshumanizantes programas de adiestramiento y la coerción que ejercen las naciones para que el pueblo luche en su nombre, el aspecto de la "narcosis" puede tomarse de forma literal: para lograr que una persona mate a otra, es preciso alterar sus capacidades volitivas. Las drogas pueden hacer que los soldados hagan cosas que de otro modo nunca harían, como dejar de lado su faceta humana para convertirse en el aparato bélico de un ejército.
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Debo confesar que las veces que he consumido Amanita muscaria no me he visto embargado por la necesidad imperiosa de reducir a cenizas un poblado noruego, pero la dosis adecuada administrada de la forma correcta puede alterar la realidad del que la consume hasta el punto de que considere natural ciertas acciones que no lo son (como el saqueo y la violación). La combinación de drogas que consumieron los terroristas de Bombay los indujo a ese estado: la cocaína les dio energía, los esteroides la fuerza y el ácido alteró su percepción de la realidad y los dispuso para la lucha suicida.Kamienski cree que un ejemplo especialmente impactante de este uso de las drogas lo encontramos en los soldados que combatieron en la Segunda Guerra Mundial. "Me conmocionó mucho saber que los miembros de la Wehrmacht estaban muy drogados con metanfetaminas durante la invasión de Polonia", confiesa. "Son cosas de las que no hablan en los libros de historia".
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Pero los alemanes no eran los únicos que recurrieron al speed para potenciar a sus tropas. El resto de potencias también lo hicieron: británicos, estadounidenses, japoneses e incluso los finlandeses, que en aquella época eran los mayores consumidores de heroína. "Mi conclusión es que los ejércitos que se enfrentaron en la Segunda Guerra Mundial lo hicieron bajo los efectos de la metanfetamina o el speed", señala Kamienski.En el siglo 20, la condena del consumo de drogas y la preocupación por sus efectos sociales se agudizaron y dieron como resultado la aparición de medidas legislativas de carácter prohibitivo. Kamienski se refiere a la guerra de Vietnam como "la primera guerra farmacológica" debido a la ingente cantidad de drogas que se consumió: muchos historiadores sugieren que entre un 10 y un 15 por ciento de los soldados estadounidenses que lucharon en ese conflicto acabaron enganchados a la heroína.Lo que realmente sorprende de todo esto es que hasta ahora no se hubiera hecho un estudio exhaustivo como el de Shooting Up sobre este tema. No debemos olvidar que el consumo de drogas era una práctica culturalmente aceptada hasta hace relativamente poco, por lo que tampoco es de extrañar que se extendiera al campo de batalla. Actualmente, los ejércitos occidentales son muy poco tolerantes con el consumo de drogas, aunque muchos soldados estadounidenses retornados de Irak y Afganistán aseguran que abundaban las go pills como el Adderall y las bebidas energéticas, así como una gran variedad de licuados de proteínas y suplementos para aumentar la masa muscular, productos que, en un contexto histórico, harían a los vikingos morirse de risa.Ya está a la venta Shooting Up, de Lukasz Kamienski.