Matthe Ailo (24) y Lene Anti (20), dos jóvenes pastores de renos contemplan el horizonte ártico. Todas las fotos por Hedda Rysstad
La región de los samis, que se extiende por el territorio de Noruega, Suecia y Finlandia, así como en la península de Kola, en Rusia, es el hogar ancestral del pueblo indígena de los samis que, a pesar de no contar con estadísticas oficiales, se estima que oscila entre 80 000 y 100 000 personas. En la actualidad, la mayoría de ellos viven en las ciudades escandinavas más grandes y hablan once idiomas entre ellos.Entonces, en 1978, estalló una crisis política después de que el gobierno de noruega anunciase sus planes de construir una presa y una central eléctrica en un río de la provincia de Finnmark, un territorio que era el hogar de un pueblo sami y donde se practicaba el pastoreo de renos y la pesca de salmones salvajes. Durante casi una década, los samis, con el apoyo de miles de grupos medioambientales internacionales, protestaron contra el desarrollo en Finnmark y Oslo. Pero, en 1982, el Tribunal Supremo de Noruega dictaminó que el gobierno estaba en su derecho de seguir con la construcción, que terminó cinco años después.La cultura sami sigue estando amenazada a pesar de que las cosas estén mejorando poco a poco: tanto la música como el arte y la lengua tienen cierto peso en la cultura y en la política. Según la gente con la que hablé en Sápmi, formar parte del pueblo sami es algo de lo que estar orgulloso hoy en día. Sin embargo, eso no repara todas las pérdidas que han sufrido a lo largo de la historia.Al conducir hacia Karasjok, en el norte de Sápmi, detuve el coche para poder admirar el paisaje de los campos abiertos, e inmediatamente me sentí cautivada por el silencio, la magia de la luz y el frío extremo. Una bonita capa blanca cubrió la tierra tan rápido que apenas pude darme cuenta. Todo parecía extrañamente precioso y sobrenatural, y de repente apareció un pastor de renos en medio de la carretera que pasó lentamente por mi lado, mientras un arcoíris doble de color rosado se posó ante el cielo despejado.Lene Anti, una joven de Karasjok de 20 años, trabaja como aprendiz de pastoreo de renos en la actualidad para continuar con el negocio de su padre, y me invitó a pasar unos días en lo alto de las montañas, donde vive con su novio en una cabaña.Después de una hora conduciendo a la cima de una montaña en Karasjok, conocí a su novio, Matthe Ailo, que también es pastor de renos. La pareja pasa un período de 70 días trabajando en la cabaña.Me sorprende un poco que la televisión tenga señal en mitad de la nada, sobre todo en una cabaña sin agua y donde la electricidad no van más allá de las que produce el generador. Nos sentamos en el sofá y por un momento pienso en lo bonito que es disfrutar de ese silencio, algo que me resulta imposible viviendo en Copenhague. A menudo oigo de fondo Las Kardashian cuando uno de mis anfitriones enciende la televisión, una banda sonora original para acompañar el bonito y salvaje paisaje que se puede contemplar por la ventana.Les pregunté cómo es vivir a solo 20 kilómetros de la frontera con Finlandia. “Normalmente compramos las provisiones, el combustible y la bebida en Finlandia, es más barato”, me explicó Matthe. “Los fines de semana cruzamos la frontera para ir de fiesta, porque allí tenemos el bar más cercano. Aquí, la mayoría de la gente habla sami del norte, así que realmente no te das cuenta de que te encuentras al otro lado de la frontera”.Les saco una foto fuera de la estación de servicio y me invitan a subirme a sus motos de nieve rápidamente, porque se supone que no deberían conducir sin casco y la policía siempre está patrullando. Me subo y nos dirigimos al río: vamos tan rápido que, a 40 grados bajo cero, el aire es tan fuerte que parece que alguien me esté clavando alfileres en las mejillas.Subirse encima de las motos de nieve puede ayudar a los pastores a localizar sus renosEste artículo se publicó originalmente en VICE UK.
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Los samis lo han tenido difícil desde que sus tierras se dividieron a mediados de la década de 1800. Hubo un tiempo en que los pastores de renos podían desplazarse libremente por los cuatro países, pero entonces llegó el endurecimiento de las fronteras. Los samis han sido objeto de una campaña de discriminación constante: tanto la lengua como la cultura han sufrido una represión, al igual que muchos otros grupos indígenas de todo el mundo.Con el desarrollo de la economía de Noruega, el gobierno puso mucho énfasis en promover su propia cultura y lengua por encima de las de los samis, ya que los noruegos las veían como algo inferior. Por ejemplo, a principios de los años 1900, los niños samis fueron internados en colegios en los que se les forzaba a hablar noruego.
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A pesar del frustrante desenlace, el incidente obligó a las organizaciones internacionales a reconocer el maltrato a los samis por parte de Noruega: eso hizo que el gobierno se avergonzase tanto que tomó medidas para mejorar las relaciones.Aunque crecí en Noruega, nunca me enseñaron la historia del pueblo sami en la escuela. Habíamos oído hablar de los nativos americanos y de los inuit procedentes de Groenlandia, pero muy poco acerca de los samis que viven en nuestro país. Recuerdo haberlos visto en la televisión en alguna ocasión, pero nunca le di mucha importancia de pequeña. Cuando me hice mayor, empecé a interesarme por esta cultura tan especial y los espectaculares paisajes de Sápmi."Aunque crecí en Noruega, nunca me enseñaron la historia del pueblo sami en la escuela. Habíamos oído hablar de los nativos americanos y de los inuit procedentes de Groenlandia, pero muy poco acerca de los samis que viven en nuestro país"
Teniendo en cuenta el territorio que ocupan los samis en Noruega y Escandinavia, quise saber más acerca de lo que supone formar parte de esta cultura para los jóvenes noruegos en la actualidad, teniendo en cuenta las fronteras políticas, nacionales y culturales.
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Quedé con Alexander Hætta, de 16 años, y Egil Stueng, de 17, en una de las dos estaciones de servicio de Karasjok. Alexander comenta que para él la división de la frontera es notable, “Es como Noruega y Sápmi. De hecho, tengo la sensación de que en Karasjok, en Kautokeino y en Tana van un poco a la suya en comparación con el resto de lugares, según la concepción de la gente de Sápmi, ya que no se suele hablar sami muy a menudo [en el resto de la región]”, dice Alexander. Egil le mira y asiente. “A veces, cuando conozco a gente de lugares del sur de Noruega, me suelen preguntar si seguimos viviendo en tipis”, comenta entre risas.Según dicen, ese tipo de ignorancia no es algo con lo que tengan que lidiar a diario, pero ocurre. “Aunque no creemos que la discriminación constante a nivel nacional siga estando presente, todavía se puede encontrar hasta cierto punto”. No es tan fácil de percibir, pero existe: ya sea por el tono negativo o por cómo la gente se dirige a ti”.
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Nos paramos a mitad del río congelado y me preguntan si quiero sacarles una foto allí, me bajo y empiezan a conducir en círculos con la moto de nieve. Antes de que me de cuenta, los dos se encuentran estirados en el suelo riéndose con el vehículo al lado.Se levantan y, mientras estamos ahí parados en la oscuridad, les pregunto qué es lo que les ata a ese lugar. “Bueno, no puedes ir a pescar, a esquiar o conducir hacia la estación de servicio con la moto de nieve, ver a los renos o ser libre de todo el mundo cuando vives en una ciudad”, comenta Egil. “Me encanta estar aquí”.Aquí puedes ver más fotos de Hedda Rysstad durante su viaje a Sápmi."No puedes ir a pescar, a esquiar o conducir hacia la estación de servicio con la moto de nieve, ver a los renos o ser libre de todo el mundo cuando vives en una ciudad”