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Kim Kardashian está en la portada de Forbes y se ve increíble

Kim Kardsahian no es una magnate de los celulares, es una magnate del cuerpo como empresa.

Una foto publicada por Kim Kardashian West (@kimkardashian) el 11 de Jul de 2016 a la(s) 8:16 PDT

Está bien… sí. Sí es un escándalo y asusta que la figura de una mujer como Kim Kardashian entre a la portada de Forbes. Pero seamos cruda y objetivamente justos: no se equivocaron. Lejos del escándalo y la doble moral, Kim Kardashian se lo merece. Digo doble moral porque estamos acostumbrados a enaltecer valores éticos frecuentemente inalcanzables para el voraz empleado promedio, quien no dudaría en hacer y dejarse hacer lo necesario para conseguir status y poder adquisitivo, mientras condena con un dedo sumamente acusatorio a los poderosos que lo hacen. Parece que todo eso se siente mejor si el condenado en cuestión es una mujer.

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¿Qué es lo que aprovechó Kim para hacerse (más) millonaria? Nuestra voraz e insaciable hambre de imágenes, el consumo desmedido de lo impalpable. Kim, tan menospreciada intelectualmente por su exuberante cuerpo, es un pez en las aguas del postcapitalismo. ¿Por qué es ella la portada de Forbes y no algún otro empresario que esté construyendo imperios con recursos materiales? Porque hoy la inmaterialidad es el negocio. El principal motor y símbolo de Occidente, el dinero, hoy es tan intangible como lo que consumimos. En este capitalismo cultural, consumimos éticas, discursos, aspiraciones. Esa dinámica tan de nuestros tiempos, tan de todos los tiempos, hoy está bien representada en las jugosas nalgas de esta voluptuosa celebridad. ¿Quién quiere ver la imagen de un horrible empresario dueño de una minera? En este mundo mediático, no ganan los malos. Nosotros queremos ver a una mujer increíblemente vestida, con un maquillaje y un peinado inmejorables, diciéndonos a todos: “¿Vieron? Es posible vivir bien ‘sin saber hacer nada’”.

¿Qué hizo de Kim Kardashian la magnate que es? En realidad no gana tanto como el resto de los empresarios que salen el portada de dicha revista. Kim ha ganado 160 millones desde que lanzó su videojuego Kardashian: Hollywood, eso es el 40 % de sus ingresos totales, lo cual la colocó en el lugar 42 de la lista de 100 celebridades de Forbes. Es prácticamente necesario inferir que no está en la portada por sus dotes como proveedora de servicios para celulares. Kim es una empresaria de su cuerpo. Mientras nosotros, ingenuos, vimos su video porno con morbo y hasta lástima, ella se frotaba las manos mientras fraguaba su plan para cobrarse con intereses todas y cada una de esas chaquetas que en aquel entonces no cobró.

¡Qué tiempos nos tocó vivir! Mientras Detroit representa el primer brote del apocalipsis económico, luego de la caída del modelo fordista; una imagen, la figura de una mujer cuyo cuerpo representa en todos los sentidos el concepto de “acumulación” (pero con muchísmo estilo), aparece como ejemplo en la portada del opinión leader de los empresarios. Ojo, lastimosamente Kim Kardashian no es sólo una empresaria exitosa, es una de las más importantes culturemakers en este momento. Con sus emojis y sus reality shows está, nos guste o no, urdiendo costumbres culturales. Nosotros podemos odiarla, o puede que nos encante todo lo que hace, no importa lo que pensemos. La reina de las selfies encarna una nueva manera de comunicarnos. ¿Ven por qué hay que ponerle atención?

Kim Kardashian lleva ya un buen rato mandando un mensaje (peligrosísimo para el heteropatriarcado y el conservadurismo decimonónico) dirigido a todas las mujeres: se puede ser brillante y ser la mujer más deseada. Una mujer puede facturar millones y estar súper operada. Una mujer puede instaurar globalmente el contouring como el último método de maquillaje mientras se hace millonaria con un videojuego de celular. Señoras: es posible ser una mujer admirada en la cama y fuera de ella, pero todo eso se siente más rico cuando la cama es tuya. Vamos, estamos hablando de la mujer que puso a Kanye West en el papel de segundón… “sin saber hacer nada”. Toma eso, Beyoncè.