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Música

Rockman Navarro sigue siendo un Game Boy geek

Para los que recuerdan a Rockman Navarro, no ha salido del mapa. Para los que no lo recuerdan, sigue haciendo chiptune, cacharreando con sus Game Boys y haciendo música de bacana.

¿Estuvo alguna vez en una fiesta así?

Si la respuesta es positiva, le deben sonar familiares nombres como La Galería, Piso 3 o Casa 33, un puñado de lugares (o si se quiere chirreteaderos) aledaños a varias universidades, donde después de clase, o entre clases, los más sanos iban a beber y a fumarse sus bareticos, todo ambientado al ritmo del drum and bass y otros géneros derivados. Sumergida en el vaho de estos lugares se fue gestando una escena "drumandbassera" universitaria grande, fuerte, de la cual muchos se inspiraron para abrirse su propio paso, y la cual muchos siguen manteniendo en pie hasta hoy.

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De seguro también les sonará familiar el nombre Rockman Navarro, un tipo de pelo negro y tatuajes con pinta de alguien que escucha mucho hardcore, que en verdad se llama Ramiro. Con un proyecto que empezó en 2003 como Ruido Lab y fue evolucionando hasta llamarse Rockman, Ramiro, oriundo de Bogotá, y gamer consumado, empezó a demostrarle a la ciudad que el sonido y, más que nada, las herramientas para hacerlo, no tienen ninguna regla específica, todo se adapta. Después de un recorrido de años de cacharrear, armar, desarmar, averiguar y programar, Rockman fundó en el país algo que se podría llamar chiptune, un género incrustado entre lo digital y lo análogo, que parece sacado de un juego de Nintendo, pero con un sonido mucho más agresivo, como si alguien le hubiera ofrecido speed a los personajes del juego, y de paso hubiera doblado las revoluciones por minuto. Este sonido se le volvió su estampa, y fue lo que hizo que Ramiro empezara a salir a tocar fuera del país, y terminara finalmente radicado en Nueva York, ciudad desde donde ha sido una de las fichas de Fixt Recordings y más recientemente de Formation Records.

Hablamos con Rockman porque nuestro radar no lo ha olvidado. Nos contó sobre esas épocas pasadas tocando en Bogotá, sobre cómo se hace el chiptune y el 8bit bogotano, sobre Nueva York, su último trabajo Self Destruction y las ganas que tiene de volver a tocar en Colombia.

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¿Empezaste de lleno a hacer música electrónica?

Desde los 9 años estoy metido en la música. Primero empecé a tomar clases de clarinete, y luego me interesé por la guitarra, y aprendí a tocarla por mi cuenta. Digamos que mi entrada a la música fue por el lado de la música clásica. Más adelante, después de empezar a tocar guitarra, me empecé a interesar por sonidos más pesados como el punk y el rock. Inicié varias bandas con amigos donde toqué la guitarra, la batería, o también cantaba. Y por esa línea punk terminé llegando al noise y más adelante al digital hardcore.

Y de alguna manera, llegaste al 8bit.

La música de videojuegos me interesó toda la vida, porque desde niño me la pasé jugando con con mi Gameboy, con mi NES y mi SNES (Sega y Sega Gane Gear). Paralelo a eso, estaba en una época de mucha experimentación por mis dos carreras: Música en la Javeriana y Artes plásticas en la ASAB, donde me fui enfocando en la plástica sonora y ruido. Empecé a tener varios proyectos musicales y plásticos que eran muy experimentales: proyectos donde mezclaba sintetizadores análogos y digitales, cajas de ritmos, sampleadores, pedales de efectos análogos y cosas más tradicionales como guitarras, una batería, mi propia voz y hasta un clarinete. Hasta hubo presentaciones donde incluí radio transistores que yo mismo intervine con una técnica que se llama circuit bending, y circuitos electrónicos pequeños con los que generaba un ambiente noise. O también hacía intervenciones interactivas y multimedia en donde el espectador podía ayudarme a hacer parte del ruido.

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¿Hubo algo así como una escena o movida 8-bit cuando vivías acá en Colombia, o ayudaste a crearla?

Que yo hubiera visto, no. No supe ni hice parte de ningún festival de este género en el país. Yo me limitaba a presentar mis secuencias de sonidos 8 bit con game boys y consolas clásicas de videojuegos más que todo en convenciones de arte, galerías, ferias. Estas intervenciones las incluía en los sets que luego construía, es lo que aún sigo haciendo. Luego entre 2006 y 2010, organicé en Bogotá unos eventos llamados Pixel Party 3D, que eran de drum and bass y 8bit.

No hubo una movida definida como tal, pero si frecuentaba lugares y gente: tocaba en sitios como Socorro, Cha Cha, Piso 3, La Galería, y me apoyaron muchos colectivos de la época: elniuton.com, ravinglacapital.net, Bogotrax y Cartel Urbano.

¿Qué experiencias se te quedaron clavadas en el tiempo que tocaste en Colombia?

Yo no empecé a tocar de la nada. Todo empezó con el R-Lab (Ruido Lab), un proyecto de experimentación propio que luego evolucionó en Rockman-Lab. En esa época estaba terminando mi carrera de artes plásticas y estaba muy metido en el tema de paisaje sonoro, que era básicamente irrumpir o intervenir un espacio público con mis sonidos y performances. Estaba teniendo problemas con la portabilidad de todos los elementos que estaba utilizando para hacer sonido, y después de mucha experimentación y mucha investigación, propias de un estudiante de música y artes, logré simplificar y unificar todo en un solo proyecto y una simple consola. Podríamos decir que así se crea el chiptune en Colombia, por allá en el 2006 ó 2007, y ya empiezo a tocar en varios clubs, festivales y raves alrededor de Suramérica con mi proyecto de música electrónica.

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Archivo personal.

¿A qué tipo de experimentación te refieres?

Cuando tuve problemas para portar todos mis instrumentos y herramientas se me ocurrió que necesitaba un instrumento portátil en el cual pudiera secuenciar y programar algunos sonidos con carácter análogo. Empecé entonces a usar varios Game Boys y programando las mezclas usando un programa sencillo de hacer música para las cámaras de los Game Boys. Luego, buscando en Google, descubrí una tendencia o escena europea en la que se modificaban Gameboys e instalaban reproductores portátiles dentro del casing de dichas consolas; al descubrir esto, consideré instalar alguna especie de sampler o reproductor de sonidos dentro de mis gameboys para tocar las secuencias que creaba en Fami Tracker, pero poco después descubrí secuenciadores como Little Piggy Tracker, Nano-Loop, LSDJ y LSDJ Player y muchos otros programas que se podían emular e instalar dentro de los Smart cards de un Game Boy. Entonces empecé a buscar en dónde podría encontrar esos cartuchos y algún tipo de device para transferir los datos, tal y como lo hacen los desarrolladores de videojuegos. Cuando empecé con esto, me di cuenta que ya había artistas como Zulumi y Maru, de China y Japón que también usaban Game Boys para hacer muy buena música, o Nullsleep y Bitshifter de Nueva York.

Suena demasiado geek y complicado. ¿En qué momento terminas en Nueva York y por qué?

Yo vine a Estados Unidos por primera vez como parte de un Rockman Tour, sin ninguna intención de mudarme. Pero jamás pensé que Nueva York me fuera a gustar tanto. Me enamoré muy rápido del caos y de la diversidad cultural que tiene esta ciudad, así que decidí radicarme acá porque aparte creo que este país tiene un terreno increíble para hacer giras y darse a conocer. Además empecé a trabajar para el sello Fixt Recordings (cuyo dueño es Celldweller), y me pareció la oportunidad perfecta para estar cerca de todo.

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¿Cómo cambió Nueva York tu sonido? ¿De qué manera te enriqueció o te empobreció musicalmente?

No es que Nueva York haya cambiado mi sonido, es que este siempre ha estado en constante mutación, nunca para. He pasado de punk rock a jazz, a música electrónica, a digital hardcore, a música clásica, y siempre he tratado de fusionar mis experimentos con mis raíces, y con el sonido que me hizo enamorar definitivamente de la música: el grunge punk rock.

Cuando me mudé a Nueva York fue una etapa llena de experimentación con dubstep y house, de la que salió un par de álbumes para el sello Fixt, eso sí, sin dejar ese sonido drumanbassero 8bit que siempre me ha caracterizado. Ahora estoy más concentrado en el drum and bass y ando trabajando para el sello Formation Records del Reino Unido, como artista exclusivo.

¿Llegaste a Nueva York y qué siguió? ¿Cómo ha sido abrirse espacio en la escena neoyorquina?

Nada ha sido regalado. He tenido la oportunidad de tocar en clubes y auditorios muy importantes, y mi sonido experimental me ha abierto las puertas en varias escenas: desde raves y warehouses, pasando por clubs y festivales. En este momento ya voy por mi tercer tour norteamericano, con The World of Drum and Bass, y he visitado no solo lugares de Estados Unidos, sino países como Venezuela, Argentina, Chile y Brasil.

¿Cómo es un setup normal tuyo?

Dos tornamesas o CDjs y un mixer de cuatro canales. Una guitarra o un vocoder que a veces cambia a ser un Game Boy o un synth. A veces también tengo un baterista.

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Rockman en Nueva York. Archivo personal.

Explícame un poco lo que haces de manera digital y cómo lo combinas con la manera análoga. ¿Cuál crees que es lo mejor y lo peor de esta combinación?

No veo la desventaja por ningún lado. Yo me dedico a usar varias herramientas y experimentar con ellas. Lo digital tiene sus pro, lo análogo también, simplemente hay que tener en cuenta que "menos es más", y si combinas demasiadas capas de elementos sonoros, tu música va a sonar demasiado busy, o sobrecargada. Por darte un ejemplo: para hacer mis sub layers o sub bajos siempre uso instrumentos virtuales u ondas sine digitales y para las capas altas de los bajos prefiero synths análogos, una voz o una guitarra eléctrica. La única regla es experimentar y crear tus propias reglas. Es casi imposible ser análogo purista hoy en día, puesto que todas las plataformas de producción son digitales y casi todo el mundo reproduce su música digitalmente, música que también es distribuida por medios digitales.

¿Qué te motivó en un principio a esta experimentación de "lo viejo con lo nuevo"? Es evidente que vas más allá en ese aspecto, de lo que van varios DJs…

A mí simplemente me gusta hacer música de todo tipo, y usar los elementos, herramientas e instrumentos que estén a mi alcance y disposición. Por ejemplo los secuenciadores (trackers) que se pueden correr en consolas de videojuegos o DAW (audio digital estaciones de trabajo) son simplemente herramientas de expresión e instrumentos de creación para hacer cualquier tipo de música." Actualmente lo que comenzó como una necesidad de expresión para algunos artistas y músicos, se ha convertido en una tendencia, de la cual no creo que haga parte.

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Yo por mi parte colecciono sampleadores, drum machines, sonidos de chips clásicos, computadoras, efectos de juegos de Gameboy y Sega, sintetizadores, instrumentos musicales y consolas clásicas de videojuegos: es como una manía constante por la creación sonora.

Cuéntame un poco de tu álbum Self Destruction.

Self Destruction es un álbum que grabé en un estudio en Brooklyn Nueva York, en el cuál toco todos los instrumentos y voces, lo pueden encontrar en mi Soundcloud o cualquier emisora o distribuidora digital.

¿Qué tienes entre manos ahora?

El highlight de mi año es que acabo de firmar contrato de exclusividad con Formation Recordings UK, un legendario sello de drum and bass del Reino Unido. Por lo demás, sigo grabando y produciendo mis canciones, que es lo que siempre me ha apasionado hacer.

¿No extrañas la tierrita? Deberías venir a tocar pronto.

Claro que sí, no puedo esperar para volver a tocar en Colombia. Aún no hay fechas concretas, pero espero que pronto se dé el tour suramericano.

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Escuche el trabajo de este geek con actitud punk acá.