Descontrolados: Una historia de punk y muerte en Guayaquil

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Música

Descontrolados: Una historia de punk y muerte en Guayaquil

Recordando a uno de los grupos más legendarios de los incios del punk ecuatoriano.

Se supone que todas las historias tienen un inicio, un desarrollo y un final. Siguen esa sucesión, y ahí cierran un ciclo. Se supone. Hay historias que no se ajustan al molde. Parecen empezar por el final y terminar en el principio. O siguen de largo, aun cuando el camino se les acaba a sus protagonistas. Esta historia es así, aunque uno la cuente bajo el esquema común. Lo es, seguramente porque trata sobre una banda de punk. Su nacimiento, auge y caída no encajan en los moldes: se les escurren, los quiebran, les escupen en la cara. Esta es la historia de Descontrolados, "la primera banda punk del Ecuador", y de cómo su legado desafía a la muerte, al tiempo y al olvido.

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Punk is not dead.

I

Guayaquil, ciudad calurosa y agobiante, inicios de los 80. Seguramente entonces, como ahora, la gente vivía en esqueleto, con la ventana abierta y con vendedores de gaseosa que ofrecen vasos individuales a una fracción de dólar gritando en la calle. Seguramente entonces, como ahora, se sentía en el aire el aliento de un poder derechista y conservador, mezclándose con la brisa del estero y del río.

En esta ciudad, el rock existe en bajo perfil, escabulléndose de la opinión pública y sus miradas de reproche. Quienes lo tocan o lo escuchan usan blue-jean y camiseta, nada de ropa negra llamativa; o al menos así lo recuerda Julio Salame, músico de vieja guardia y líder de la banda de hardcore insignia de la ciudad: Notoken. Los toques se hacían a escondidas, en casas principalmente, o en antros de poca monta. Todo el movimiento, según cuentan quienes lo vivieron en ese entonces, estaba enconchado en Urdesa Norte, una zona que pertenecía a la clase media alta, y que hasta ahora es referente de la gestación de movimientos artísticos. La música se filtró en la ciudad a través de los gomelos que podían viajar a Estados Unidos y traerla para que se diseminara en copias caseras grabadas en casetes.

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En ese panorama aparece un man al que le quedaban cortos los adjetivos. Dicen que usaba unos pantalones rotísimos. Que llevaba una rata de juguete colgada de la oreja a modo de piercing. Que tenía su pelo rubio siempre parado con una cresta. Que de su cinturón colgaba una vaina de revólver, en la que cargaba un banano. Y le decían Prema, pero se llamaba Orlando Aníbal Ambruzzini o tal vez Abruzzini, el misterio de su nombre es parte de la leyenda.

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Este ser de las calles, irrumpía -porque no podría hacer otra cosa con su facha y su porte- en cualquier lugar al que iba. Quienes lo conocían de cerca dicen que siempre olía a sobaco y a guaro, y que tomaba vodka como si fuera agua. Prema parecía haber aterrizado de otro planeta en el Guayaquil ochentero, pero venía mochileando de algún lugar de la Tierra y encontró una madriguera en el templo Hare Krishna de la Perla del Pacífico. Era argentino, fue el primer punk que apareció en la ciudad y naturalmente formó una banda.

Mientras él rondaba la ciudad, muchos músicos de la época se juntaba en la casa de Gastón Thoret, ubicada en Urdesa Norte, la cual era como la central de las fiestas rockeras. Paolo Thoret, hijo de Gastón y vocalista de Las Vírgenes Violadoras (banda guayaca de "punk del futuro"), recuerda que creció viendo a esos fenómenos a través de la puerta de su cocina. "¿Cómo fue crecer con un papá rockero?", le pregunté cuando lo conocí. "Pasábamos hambre", respondió cagándose de la risa.

De niño vivía fascinado con el universo de su viejo, "un genio musical", como lo define. Venían de una familia adinerada. Gastón creció en Estados Unidos con un papá que era gerente de una disquera en Los Ángeles. Cuando llegó a Guayaquil, a los 15 años, venía cargado de música que en la ciudad estaba más allá de lo exótico: Hendrix, Clapton, Zeppelin, y por sobre todo Los Beatles. Gastón los conocía bien a todos. Paolo piensa que su visión y su destreza venían de esa ventaja. Además, tenía una sala de ensayos increíble en su casa. "Yo tengo cosas chéveres ahorita", dice el hijo, "pero mi papá me culeaba".

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En una de esas fiestas donde Gastón apareció Prema. Paolo recuerda haberlo visto entonces como un tipo normal, no muy llamativo, pero con una voz que anunciaba su presencia a kilómetros. "Notabas que el man estaba ahí", dice. Gastón y Prema se encontraron y conversaron superficialmente acerca de formar una banda. Paolo cuenta que al día siguiente, Prema apareció en el ensayo con un blazer blanco y un hacha de juguete "atravesándole" el cuerpo. "Entonces mi viejo supo que él era el indicado", agrega.

El destino habla hablado, uno puso la música y el otro la actitud.

Así surgió Descontrolados. Gastón en la guitarra, teclados y los arreglos, fungía como la cabeza musical. Por su lado Prema, gracias a la extravagancia por la que luego todos lo recordarían, se encargaba de las letras y de ser frontman. Mohan Vilas Dasa, un hare-krishna amigo de Prema llenaba el espacio del baterista. Peter Llerena, un músico de salsa, hacía lo propio en el bajo. Adicionalmente habían dos coristas, una de ellas, la esposa de Mohan Vilas, también era krishna. La banda comenzó a componer en casa de Gastón bajo este esquema, y en el 84' sacan su primer disco bajo el sello de Emporio Musical.

Esto marcó un hito para la música de la época, porque Descontrolados era una banda de rock nada digerible para la sociedad y aun así pudo grabar en un estudio profesional, cosa que era más ansiada que el Santo Grial por todo el mundo. El secreto, según Paolo, fue el carisma de Prema con las mujeres. Él se ganó el afecto de una de las duras en Emporio Musical, y por ende el permiso para que la banda grabara ahí. En el álbum debut aparecen temas como "Pobre Charles Darwin" o "Represión Policial", convertida más tarde en un himno underground, que reflejan una faceta más primitiva del sonido de la banda. No obstante, para ser "punk", era bastante melódico. Tenía el vértigo y las cadencias rápidas propias del género, pero estaba matizado con riffs de guitarra y bajo que le daban una sonoridad diferente, mucho más sofisticada que roñosa.

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La banda nunca llegó a presentarse en un "concierto" verdadero durante esta época. En verdad su aparición en los escenarios de Guayaquil todavía se siente como un mito para muchos. Julio Salame recuerda haberlos visto tocar en la kermesse de un colegio. David Antepara, que fuera segundo baterista de la banda, no tiene memoria de eso. Paolo dice que cuando aparecían a tocar en los huecos que acogían a los rockeros, no duraban en pie más de dos canciones. Según él, Prema se emborrachaba tanto que para el segundo tema siempre armaba algún escándalo que interrumpía el show por completo. Fuera por llamar la atención de los policías violentamente, o por caerse al piso bajo el peso del guaro que se metía.

Entre el 84 y el 88 la banda no produjo mayor cosa. Mohan Vilas salió de la formación y se quedó con su propia versión de la historia. Parecía que Descontrolados perdía el control indefinidamente.

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II

En enero del 88, David Antepara aparece en el mapa de Descontrolados. Gastón lo buscó para reanimar a la banda, porque sabía que era baterista en algunos otros grupos de heavy metal. David vivía a tres cuadras de la casa de Gastón en Urdesa. Entró a ensayar enseguida y se quedó para ver mutar a la formación mientras grababan su segundo disco en el estudio de "Ecuason". Se llamó Año 2000, y salió en el 88. Después Gastón lo reeditó bajo el nombre de Piedad.

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Según David y Paolo, esta fue una de las épocas de mayor fertilidad para la banda. Las cintas de los ensayos que Gastón tiene guardadas contienen algo de la música más vanguardista que haya surgido en la historia nuestro país, según dice. El sonido de Descontrolados se alejaba cada vez más del punk "clásico", de dos compases y tosquedad pura. Cuando Gastón y Prema componían, coqueteaban con el dark-wave y el post-punk, géneros que ni siquiera estaban en la imaginación de los músicos guayacos de la época. Sonaban como Joy Division o como los primos darks de Soda Estéreo si se quiere. Entre los temas inéditos que quedaron empolvándose en alguna caja, Paolo habla de "Lluvia" como si fuera más grande que La Quinta de Beethoven. Como la cuenta, la canción ni siquiera tiene guitarras, sino que contagia todo el poder de la oscuridad con los acordes que su viejo tejía en los teclados.

David documentó los ensayos de la banda en dos videos roñosos que subió a su canal de YouTube y que juntos no suman más de 1000 vistas. En ellos se puede ver la gama de ritmos que la banda metía en su forma de tocar. "Agárrame los Huevos" y "Chiquitita" son los dos temas que quedaron para que tengamos una idea de cómo se movía Prema con la música que tocaban David, Peter y Gastón. El Punk está en su pinta. Por lo demás, las canciones suenan a un surf-rock inocentón que recuerda a los "Hombres G" o a los "Beach Boys".

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Como fuera, la banda adquiere un carácter musical que la catapulta aún más a la fama, utilizando la figura de Prema como trampolín. Sería esa combinación la que les permitía pegar en la radio y ser conocidos fuera de Guayaquil en lugares tan remotos como España, sin haber dado un solo show decente. Era tan contradictorio el panorama, que David recuerda con la frustración filtrándose en su voz cómo alguna vez un par de chicas llegaron a ofrecerles tocar en una discoteca, y salieron espantadas por la actitud que Prema tuvo con ellas. El frontman no cambiaba su forma de ser, desbordaba por todas partes. "El man se tiraba pedos en el escenario", recuerda David entre risas.

Entonces, la tragedia.

Prema caminaba una noche hacia la casa de su novia, una alemana que había llegado a Guayaquil con un esposo de algún lado de Europa con mala reputación. En boca de todos, el punkero extravagante también era un mujeriego consagrado. Hay voces que claman desde el pasado que incluso tenía dos hijos perdidos en algún lado. Como fuera, sus vaivenes con las mujeres le daban una capa adicional de complejidad a su reputación en la calle. Cuando estaba llegando al departamento, alguien salió de entre las sombras y le metió un número de puñaladas que la historia tal vez nunca llegará a esclarecer. Él se arrastró sangrante hacia el templo de los Krishnas que estaba cerca, y murió al poco tiempo.

Si uno escucha "Piedad", uno de los temas más perturbadores de la banda, incluso podría pensar que Prema cantó sobre su muerte antes de hora. " Hastiado de este mundo cochino / Decides acabar con tu vida de un buen tajo / Y tomas el cuchillo firmemente entre tus manos / Y abres bien tussss venasss…Piedad…". Su novia fue detenida como sospechosa y luego liberada al día siguiente. Volvió a Alemania y un par de años después se mató saltando de un edificio. Parecerían la versión tropical de Sid y Nancy.

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Las teorías sobre su muerte son tan salvajes que entre ellas hay una que dice que él mismo se mandó a matar, después de conocer la fecha de su partida al otro mundo por un gurú que visitó en la India, antes de llegar a Guayaquil. La lógica no responde ante esto, pero yo no voy a romper el mito. La especulación permite sobrevivir a la música de alguna manera.

Prema se fue antes de hora, convertido en un mártir punk, dejando tras de sí una estela que parece haberse perpetrado en la humedad y el calor que se amontonan en los recovecos de la ciudad. La noticia le llegó como un plomazo a los miembros de la banda. David recuerda no poder creérselo cuando lo escuchó. Nunca sabremos lo que cruzó la mente de Gastón. Ni siquiera Paolo lo sabe. Después de lo ocurrido nunca más volvió a hacer música en serio ni a hablar de Descontrolados. Él fue quien se encargó de conseguir un abogado que tramitara el entierro de su compañero, que literalmente, no tenía dónde caerse muerto. Prema no tenía sus papeles en regla mientras estuvo en Ecuador, y por ende, ni siquiera pudo ser expatriado. La prensa publicó en las primeras páginas de la sección de crónica roja lo que le había pasado, con el nombre de la banda mal escrito. Al final, acabó metido en un nicho, en un rincón apartado del Cementerio General de Guayaquil.

III

En Guayaquil, cada año, cuando se celebra el natalicio o el aniversario del fallecimiento de Julio Jaramillo, el cantante popular más popular de la historia de Ecuador e ídolo en muchos lugares de Latinoamérica, hordas de fanáticos llegan a serenatearlo con sus mejores éxitos y bailar frente a su mausoleo en una fiesta de embriaguez melancólica.

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La tumba de Prema, por el contrario, ni siquiera tenía una flor hasta hace un par de años. Pero, como era de esperarse, su presencia sobrevivió a la muerte. Con él, Descontrolados quedó resonando en un disco reeditado sin permiso en el 2005 por el ya extinto estudio Latin Core Records; en el internet; y en el eco de los antros underground. Fuera de Guayaquil, la banda y su frontman se convirteron en una figura de culto. Fanzines, camisetas, afiches, todo lo que se pudiera imaginar se multiplicó invocando su figura desde algún lugar perdido del más allá. Para algunos que estaban en el jardín de infantes cuando él murió, su figura en la música "marginal" lo convirtió en un ídolo tan grande como el mismo "Ruiseñor de América", aunque no tenga quién vaya a cantarle en su tumba.

Hay personas que por fanatismo o curiosidad, se han dedicado años a investigar sobre este hombre del que casi nada se sabe más allá de su paso intenso por Guayaquil. Son las nuevas generaciones las que sobreviven su legado. Paolo, que tiene su banda hace casi 10 años, dice con vehemencia que esa es la "venganza" de su viejo. La influencia de Descontrolados late en cada acorde de Las Vírgenes Violadoras, como si fuesen sus hijas bastardas. Fuera de eso, él se encargó de llevar a cabo un tributo a la banda de su viejo en un bar de la ciudad. Unió un grupo llamado Descontrol, en el que estaban el mismo David Antepara, junto con otros músicos. La gente llamó al cantante "la reencarnación de Prema". Hoy en día dice que le han picado las ganas de sacar sus propias reediciones de algunos temas inéditos que su viejo tiene empolvándose con despecho, pero prefiere no hacerlo por no matar su esencia: "mejor que suenen así horribles, ¡qué chucha!".

Julio Salame, de Notoken, dice que él no considera que Descontrolados sea una banda "punk". Para él, no sonaban a lo que el punk sonaría. Incluso opina que ni siquiera fueron tan "pioneros" en cuanto a introducir el rock inédito en la ciudad, porque según él ya habían bandas que tocaban alguna variación del género como "El Grupo Bodega" o "Los Corvets". No obstante, si se une algún criterio compartido: Fueron los primeros en proyectar la imagen de una banda de rebeldes, contestatarios y escandalosos. Tal vez no eran punk por lo que tocaban, sino por cómo lo tocaban. Por la actitud con la que entregaron su música. Tal vez es por eso que Julio no puede quitarse de la cabeza el recuerdo que tiene de Prema paseando con toda su parafernalia decadente por el sur de Guayaquil. Hoy en día, Notoken tiene un cover de "Represión Policial", que forma parte principal de su repertorio.

Si la banda siguiera en manos de sus integrantes, posiblemente no quedaría nada de ella. Mohan Vilas, el primer baterista, se fue a Estados Unidos, donde distribuye incienso y graba covers de sus boleros favoritos para su canal de YouTube. Peter Llerena sigue tocando salsa en algún lugar de Guayaquil. David Antepara toca su batería ocasionalmente en una banda de covers. Gastón Thoret se dedicó durante un tiempo a dirigir un gimnasio de natación con su esposa y ya no quiere saber nada de Descontrolados. Si Prema no se hubiese ido, tal vez su tumba hubiera sido la última parada de todo, ahí en un rincón del olvido. Pero cuando hay punk de por medio, y alguien parte antes de hora, las cosas se le escapan de las manos a la muerte.

Epílogo

Descontrolados se mantiene flotando en la imaginación de los que se consideran marginados. Vive en las mentes de los que se reflejan en quienes se mostraron como los primeros parias ante una sociedad conservadora. Para reforzar esto podría extenderme en una reflexión rimbombante sobre la importancia de la memoria y de la supervivencia del legado cultural de la banda. Pero no tendría sentido. El punk no se trata de eso. Hace poco, en Quito, una ciudad diametralmente distinta a Guayaquil, y casi tres décadas lejos del paso de la banda por la Tierra, vi un parche con la portada de su primer disco en el morral de una conocida.

Punk is not dead.

***
Agradecimientos especiales a María Isabel Cartagena y Fernando Garcés por su impulso en las primeras etapas de la investigación de esta historia, que ayudó para que finalmente la pudieran contar sus protagonistas.