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Carnaval de Barranquilla

Hablamos con Diana Ardila Kopp, la reina del carnaval gay de Barranquilla

Una reina trans que hace mucho tiempo dejó de soñar con ser reina.
La reina, Diana Ardila Kopp. | Cortesía: Corporación Autónoma del Carnaval Gay de Barranquilla y el Atlántico.  

Que las locas, que tan emplumadas. ¡Ay! Que el barranquillero siempre ha sido burlón y con más veras hace treinta años, cuando sólo existían hombres y mujeres, cuando para enamorarse sólo había una forma. Que muy entaconadas, las mariconas, pavonéandose por las calles. ¡Habrase visto! ¡Exhibiéndose en carnavales, delante de todos, como si no importara!

Un dedo que señala, una voz que grita y las luces del alumbrado público que estallan dejando la calle a oscuras. Una reina que sonríe sin saber a quién y una canción de Lisandro Mesa que se baila a ciegas. Ay, dame las tapas, mi vida, pa’ tapar la olla, mi amor.

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Un accidente no tan accidente.

De pronto, una llama tímida entre las manos de un hombre. Una vela, una cerilla, una linterna. Un candil. Cientos de chispas que salen del público y le devuelven su luz a la cumbiamba gay. “Los buenos siempre hemos sido más y es por ellos que desafiamos a los intolerantes”, cuenta Jairo Polo, fundador y presidente del Carnaval Gay de Barranquilla. “Es por ellos, por los buenos, que seguimos bailando”.

Al principio, la Guacherna Gay fue cosa de discotecas y bares clandestinos. De quienes no encajaban del todo a plena luz del día y necesitaban la complicidad de la noche. De locas, de mariconas, de emplumadas. De lesbianas, de machorras y trans. Pero la doble moral es grande y las mismas manos que los señalaban entregaban billetes para estar en sus shows. Querían ver a al rey, a la reina, a las Negritas Puloy. Quería divertirse con los bailes y maravillarse con la fantasía de sus comparsas.

“Decidimos salir por las calles”, cuenta Polo. Al principio, sólo por la cuadra del Troya in Bar. Luego, hasta la Catedral. No fue fácil. La ciudad no estaba preparada para tanto y sobraron burlas y linchamientos. Protestaron los de la iglesia y tuvo que meterse el alcalde. Pasaron seis años y Orlando Rodríguez, entonces concejal, logró que el carnaval los incluyera oficialmente en su programación. Que le aportaban mucho a las fiestas y no había razón para discriminarlos, dijo. Después, todo se hizo más fácil. Se organizaron en la Corporación Autónoma del Carnaval Gay, consiguieron permisos, patrocinadores y hasta protección de la policía. El año pasado, en noviembre, el Carnaval fue proclamado patrimonio cultural e inmaterial de Barranquilla.

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Ahora la Guacherna es otra. Familias enteras que saludan desde los andenes en la calle 72 con carrera 39. Más de seis mil personas que se apretujan en el bulevar de Siete Bocas. Niños que insisten en tomarse una foto con los actores. Ochenta policías que protegen a los bailarines y les sirven de edecanes. Un reinado, como todos los reinados, pero distinto. Con 23 candidatas, una corona y una reina trans que hace mucho tiempo dejó de soñar con ser reina: Diana Ardila Kopp.

VICE: Pero usted no tiene acento…
Diana Ardila Kopp: No, mi amor, no todos los barranquilleros hablamos igual. ¡Cómo se te ocurre si Barranquilla es un puerto y desde siempre nos hemos mezclado los que aquí con los allá! El acento que conoces es uno de muchos. Pensar en que sólo hay uno es un sesgo, ¿sabes? Uno inofensivo, pero sesgo al fin de cuentas. Como esa vez que, estando en la universidad, un programa de radio asumió que jugaba con los hombres cuando dije que era del equipo de baloncesto. Para ellos, no podía ser de otra forma porque estaría jugando con ventaja. ¡Qué visión machista! Si yo me identifico como mujer, soy una mujer. Ya está.


Vea nuestro documental "Transamazónicas, las reinas de la selva"


¿Para qué sirve ser reina?
Para muchas cosas, eso depende. Normalmente, se trata de asistir de eventos en los barrios populares de Barranquilla, llevar la tradición del carnaval, invitar a la gente, representar una cultura. Pero yo decidí hacerlo diferente. Acepté ser reina porque tengo unos ideales políticos, porque quiero llevar un mensaje de tolerancia y respeto por la diferencia. No es un secreto que esta es una ciudad machista, que discrimina y no reconoce la diversidad sexual. Yo quiero una corona que se convierta en una plataforma para luchar por la inclusión.

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¿Siempre soñó con ser reina?
Como todas las mujeres trans, he participado en reinados desde que tengo uso de razón. Pero a los 34 años, uno se va educando y va abriendo sus perspectivas. Las metas cambian y las prioridades también. Yo soy sicóloga y estoy estudiando una especialización. Hace mucho que una corona no me desvela, pero eso no quiere decir que esté mal soñar con una. Uno tiene derecho a ser lo que quiera. Peluquera, prostituta, reina o presidente. Lo importante es crecer y empoderase. Yo no quiero ser ejemplo de nadie, quiero ser inspiración. Y si para eso me sirve ser reina, está bien.

¿Por que cree que la eligieron?
Estos nombramientos se hacen por decreto. Casi siempre dependen de qué tanto te has movido y qué tanto te has hecho visible en carnavales anteriores. Yo, aquí, en Barranquilla, tengo un perfil reconocido porque fui la primera mujer transgénero en ocupar un cargo público nacional. Desde el 2012 fui funcionaria de planta en la Secretaria Distrital de Planeación de Bogotá. Trabajé con localidades, con habitantes de calle y con políticas públicas para personas LGBTI. Hace varios años que vengo marcando una pauta entre las mujeres transgénero, no sólo de mi ciudad, sino también de mi país.

¿Por qué es importante que el Carnaval Gay ahora sea patrimonio cultural?
Porque es casi una deuda saldada. Una que la ciudad tenía pendiente con nosotros. Durante muchos años aquí no se podía ser homosexual o transgénero sin terminar golpeado en la UPJ. Y es que nuestras luchas son diferentes a las de otros lugares del país. En Bogotá, que tampoco es el paraíso, es posible ser diferente. Tú puedes salir de la mano con tu pareja, tomarte espacios de participación y gritar por tus derechos. Aquí seguimos muy atrasados.

¿Por ejemplo?
El lenguaje sigue siendo muy violento. No sólo en las personas, también en los medios de comunicación. En la radio aparecen muchos comentarios que al principio son chistosos y se entienden como parte de esa forma de ser burlona que tiene el barranquillero, pero cuando se repiten una y otra vez, se vuelven agresivo y excluyentes.

¿Y qué puede hacer usted como reina?
Campañas de educación y empoderamiento. Estamos en una etapa en la que tenemos más oportunidades y no podemos desaprovecharlas. En Barranquilla no existen políticas públicas que nos den garantías ni líneas base que hablen de la vulnerabilidad de las personas LGBTI. No hay nada que nos explique y ni nosotros mismos nos entendemos del todo. ¿Cuántas personas saben que hablar de orientación y de identidad son cosas diferentes? Uno primero tiene que educar la casa para luego enseñarle al resto. Explicar que una lesbiana, un gay, un bisexual y un transexual no son lo mismo. Enseñar para para poder existir.

¿Qué hace cuando no tiene la corona puesta?
Juego baloncesto. Ya te dije.