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Ecuador

Las 11 hijas que lloran a su padre en Ecuador: murió en su sillón favorito durante el sismo

VICE News está en la zona cero del sismo, donde se han registrado más de 440 réplicas. Un 90 por ciento de las viviendas, y un 95 por ciento de la infraestructura hotelera están colapsadas tras el terremoto.
Imagen por Edu León/VICE News.
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Parece una frase dura, pero es cierto: "El pueblo apesta por los finados que hay". La dice María Zambrano, de 74 años, que acaba de perder a su esposo, Wilfrido Laaz, de 86 años, en el terremoto en Ecuador. Aún así ella no quiere dejar Pedernales. "¿Qué va a decir mi compañero?, ¿qué yo he esperado que él se muera para yo coger mi camino? Me quiero quedar".

Sus once hijas la escuchan y se llevan las manos a la cabeza. Las que viven en Guayaquil se la quieren llevar, temen por la situación sanitaria y los temblores que no paran. Desde el día del sismo ha habido 440 réplicas de más 3,5 grados y esto hace que las estructuras sigan cediendo.

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La numerosa familia Laaz Zambrano está recluida en el patio de una casa donde han improvisado una carpa con palos de caña y un plástico de color negro como techo. Allí por el día funciona el comedor, la cocina y un salón; y por la noche todo se convierte en un gran dormitorio donde todos comparten su luto. Al amparo de ese plástico negro también velaron a su muerto, el domingo pasado, horas después de rescatarlo de su casa. Estaba en la planta baja, sentado sobre su sillón favorito, donde esperaba a las visitas.

'El pueblo apesta por los finados que hay'.

María lamenta que su esposo no haya subido con ella al segundo piso, no sabe qué lo detuvo. Como si pensara en voz alta dice: "Parece que él esperaba eso para irse porque no se subió, tenía buena hora para subirse, pero estaba allí tranquilo". La pareja estaba en habitaciones separadas cuando el hotel y el billar que tenían como vecinos cayeron sobre su vivienda de madera. El segundo piso de una manera inexplicable se desplazó sobre la casa contigua mientras que el primer piso fue sepultado. "Sentí que los pies me temblaban y me fui a bajarme por la escalera, pero ya no la encontré", recuerda María.

El primero en llegar a la casa partida en dos fue uno de los últimos hijos de la pareja, Agustín Laaz, de 39 años, quien había estado en un centro comercial cercano cuando vino el temblor. Él fue corriendo a ver su padre, sorteando los cables de alta tensión que azotaban la calle y echaban chispas. Ya no había luz en Pedernales y una densa nube de polvo impedía la visibilidad. Cuando llegó a la cuadra de su casa llamó a gritos a sus padres y solo le respondió su madre. Trepó como pudo los escombros y la sacó en brazos y luego volvió a buscar a su padre. "Papito, papito", gritó y ante el silencio entendió que había muerto.

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El rescate se hizo con las primeras luces de la mañana. "Me fui a hacer (por) gente para sacar a mi padre, pero no se pudo, estaba debajo de las tres lozas de los edificios de al lado", cuenta. Luego fueron a buscar una retroexcavadora y retiraron la mole de cemento y fierros. Así se hicieron los primeros rescates, cuando aún no llegaban los organismos de socorro a esta población de la costa ecuatoriana que quedó aislada por los derrumbes que se produjeron en las carreteras tras el terremoto.

Los equipos de rescate pierden la esperanza de encontrar supervivientes en Ecuador. Leer más aquí.

El uso de maquinaria pesada ha sido altamente criticado por los rescatistas que llegaron luego a Pedernales porque según los protocolos internacionales se debe hacer una búsqueda manual durante las primeras 72 horas para no romper los espacios vitales que pueden quedar tras un derrumbe. "La población local son los primeros que respondieron, considero que sí actuaron de manera rápida, pero si nos llamó un poco la atención de estos procedimientos, pero respetamos las decisiones locales", dijo el jefe de los topos mexicanos, Wilson Jaramillo, que junto a otros cuatro compatriotas vino a prestar su ayuda.

Pero con errores o sin ellos, al cabo de cuatro días de rescates se han recuperado 166 cuerpos, la mayoría de habitantes de Pedernales. Todavía queda levantar los escombros en la zona de playa donde funcionaban los hoteles de tres, cuatro y cinco plantas, y buscar a esas personas que vinieron a pasar un fin de semana. Ya no es sólo el olor lo que indica que quedan restos humanos bajo los amasijos de concreto, sino los perros que buscan personas atrapadas. De estos hay dos tipos, los que ladran cuando detectan personas vivas y los que lo hacen cuando hay muertos. Pero en Pedernales solo ladran los segundos.

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Imagen por Edu León/VICE News.

Pedernales, hasta antes del terremoto, era una playa visitada, sobre todo, por la gente de la sierra por su cercanía. No era un destino masivo, pero pese a ello en los últimos diez años empezaron a levantarse los hoteles en la primera línea de playa y el centro de la urbe. Al turismo le antecedió el negocio del camarón, que dio dinero a muchas familias que luego se dedicaron a este negocio.

Los hoteles eran estructuras imponentes que se distanciaban bastante de las casas de madera que había tenido el poblado antes de su 'boom'. Ese 'boom' comenzó cuando abrieron las vías que conectaron a esta playa escondida con otras ciudades del litoral. Antes de los años 60 la playa estaba complemente aislada, sus habitantes solo conocían las rutas de canoa y avión militar para salir.

'Estaba debajo de las tres lozas de los edificios de al lado'.

En esos tiempos había un aeropuerto, se llamaba Maximino Puertas, pero lo cerraron hace algo más de treinta años. La antigua pista es ahora la vía más ancha de la ciudad y lleva el mismo nombre del aeropuerto. Ahora tras la tragedia más de uno ha pensado que si tuvieran un aeropuerto toda la ayuda habría llegado más rápido. Y así se lo hicieron saber al vicepresidente Jorge Glas, que en ausencia del primer mandatario, que estaba de visita en El Vaticano, asumió el control de la tragedia.

En el Pedernales de antaño "no se pasaba tormento". Así cuenta la matriarca de la familia Laaz. Ella y Wilfrido siendo jóvenes tuvieron una finca en la que sembraban verde, yuca, guineo, maíz, maní… Las hijas de la pareja trabajaban en la finca los fines de semana y su sustento estaba garantizado, además si el padre ayudaba en otras fincas recibía alimento como pago por su trabajo. Pero los chicos crecieron rápido y la finca quedó sola. Los años además trajeron la osteoporosis al patriarca de la familia y la mejor decisión fue cambiar el campo por el centro de la ciudad y entonces se mudaron a la casa de madera que con el tiempo quedó rodeada de comercios y establecimientos turísticos, que un fatídico día colapsaron.

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Imagen por Edu León/VICE News.

La playa más cercana a Quito ya no está para visitas. Un 90 por ciento de las viviendas y el 95 por ciento de la infraestructura hotelera colapsaron tras el terremoto. De las 14.000 viviendas que existen en el catastro municipal, unas 10.000 están afectadas. Los 7,8 grados del movimiento dejaron su huella hasta en el malecón de la playa, donde se desprendieron los ladrillos, porque según cuentan fue como una ola que se movía debajo de la tierra. La recuperación no será rápida, tras el rescate de las víctimas y la limpieza de los escombros vendrá la activación de la líneas vitales: agua, luz, teléfono… y luego la reconstrucción.

No hay un tiempo estimado, todo dependerá de los recursos que el Estado entregue. Hay un cálculo hecho por las autoridades locales y el Banco del Estado de 650 millones de dólares. Por estos días en Pedernales se pasea un asambleísta del oficialismo, Esteban Melo, que comenta que se aprovechará el proyecto de gravar con más impuestos a la ciudadanía que está en la Asamblea Nacional, que en principio era para equilibrar las finanzas públicas, para recaudar dinero para la crisis.

También se han activado cuentas solidarias para recoger dinero, pero todo tomará tiempo. Tiempo que quizás no tienen los habitantes de Pedernales y que temen quedar pronto en el olvido. El presidente y el vicepresidente del país pasaron por aquí, pero ahora solo está el ministro de Interior. Y aunque hay muchos voluntarios y organismos de socorro, no podrán quedarse para siempre. Su misión acaba con el rescate.

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