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Cultură

¿Debo vender mis pies a los fetichistas?

La penuria nos lleva a hacer cosas extrañas.

Como una desempleada de veintitantos, recorro los anuncios en Craigslist de forma regular, enviando solicitudes a un sinnúmero de estudios de investigación pagados y considerando donar partes prescindibles de mi cuerpo, como óvulos. En una que otra ocasión, me han llamado la atención algunos anuncios solicitando mujeres jóvenes con "pies bonitos". Soltera y constantemente pobre, elegí dos posts y envié correos con fotos de mi cara y pies. La "Sra. Cielo" me respondió.

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Me rehúso a usar mi apellido para identificarme por teléfono. Ella me dijo: "¿Eh? ¿La chica del cabello corto?" "Sí". "Oh, cariño. Estoy en una llamada de larga distancia. ¿Te puedo volver a marcar en 20 minutos?" "Claro". Colgamos y me pregunté por qué ya nunca escucho a nadie describir una llamada como de larga distancia. Me senté frente a mi ventilador, escuchando a los Beach Boys. "Mama Says" empezó a sonar y me invadió la culpa. ¡Pero esto es en nombre del periodismo! ¡Estoy siendo valiente! Y soy pobre, así que también estoy siendo realista.

No me llamó a los 20 minutos. Tuve que salir a mi trabajo de medio tiempo, pero antes le envié un rápido correo, disculpándome y preguntando si podríamos posponerlo para la siguiente mañana. Me respondió casi de inmediato con un "sí"; sin signos de puntuación.

A la siguiente mañana, con el poco tiempo que tenía antes de salir corriendo al trabajo nuevamente, marqué su teléfono. Sonó unas cuatro veces antes de que se activara el buzón de voz de la Sra. Cielo: "Hola. Si estás llamando por la fiesta…" empezaba, y a continuación daba todos los detalles como hora y fecha, pero no el lugar. Repitió los datos una vez más antes del tono y le dejé un breve mensaje con mi "voz telefónica". ¿Qué rayos estaba haciendo?

Algunos días más tarde logré obtener una entrevista con ella. Vestida con pantalones color vainilla, un top y zapatos cerrados (para crear más misterio), llegué hasta una puerta con agujeros de bala en una cuadra particularmente malvibrosa del pueblo. El amigo al que convencí de acompañarme por cuestiones de seguridad me ofreció una última salida: "Si no te sientes cómoda con esto, te puedes echar para atrás", me dijo, mirándome a los ojos. "Sí, pero," empecé. "La historia valdrá la pena".

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La Sra. Cielo abrió la puerta y subí por las escaleras, percatándome de su pequeña cabeza rubia asomándose al recibidor. "¡Hola, cariño!" me recibió. "¿Quién es él?" me preguntó frunciendo el ceño. Se refería a mi amigo. "Mi novio", mentí, mientras la seguía hasta un cuarto color púrpura con un escritorio y una recepcionista. "¿Oh? ¿Él sabe lo que haces?" cerró la puerta detrás de mí. "Sí", mentí de nuevo. ¡Estaba desatada!

Me llevó hasta otro cuarto púrpura. La Sra. Cielo era mucho más pequeña que yo y mi metro sesenta. Era una mujer con un ligero sobrepeso y sandalias, se identificó como una dominicana neoyorquina, y me explicó que de ahí provenía su amor por el reggaeton.

No me debió sorprender tanto descrubir que tenía equipo de sadomasoquismo regado por todo el lugar. Me llevó hasta un sillón de cuero negro. Cuando la Sra. Cielo se disculpó por un minuto para tomar una llamada sobre la fiesta, le envié un mensaje a mi amigo: "Hay un recepcionista. Creo que todo va a estar bien. Será extraño pero seguro".

Cuando regresó, me entregó una ficha para que anotara mi información básica para su rolodex o algo. Escribí mi nombre de pila, teléfono, correo y una breve descripción física (en la cual tuve el tino de resaltar "pies pequeños").

Cuando me preguntó sobre mi experiencia, le dije que era virgen a todo este rollo de los pies. Me dijo: "¿Pero tienes experiencia en la industria para adultos?" Pensé en la primera vez que voté. "Sí…" Miré el rostro de mi empleadora. "¿De dónde eres?" "Florida". Eso no era lo que me estaba preguntando. La gente me ha identificado con algunas etnias realmente interesantes, a pesar de que soy la gringa más genérica y aburrida que hay. "¿De DÓNDE eres?" Así que mentí de nuevo: "Soy persa". Se atragantó de la emoción, justo lo que yo había esperado. "¡Mi primera persa!"

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Una vez que se tranquilizó un poco, me empezó a decir las reglas, las cuales, literalmente, son: "no chupar, no coger". Quería llorar, pero seguí sonriendo como pendeja. Entonces me dijo: "Te puedes quitar el top, si quieres. Y no te asustes si algunos güeyes se lo sacan para… terminar. No tienes que tocar si no quieres, pero es legal". Al parecer, durante sus años mozos, la Sra. Cielo trabajaba topless.

Me dijo que algunos güeyes me podrían pedir que los pisara (todo bien) y también a sus cositas (nada bien) las cuales a veces se salen de sus pantalones (aún peor). También me dijo que si quería, podía participar en "sesiones privadas", en las cuales hay mucho dinero (nada bien + aún peor). Se nos exhorta a hablar sucio. "No puedes verte incómoda mientras un güey te está chupando los dedos", me dijo la Sra. Cielo, agitando sus manos en el aire. El plátano que me había comido esa mañana comenzó a revolverse en mi estómago.

También se espera que las chicas "limpien" después de cada sesión, una premisa que realmente me asustó y que incluía "rociar tu área" con alcohol y refrescar tus pies con toallitas para bebé. Me dijeron que había áreas en forma de cubículos para mayor privacidad, pero sentí que "tu área" podía referirse a otras cosas.

Me dijo que debía vestir un bikini (no) o un vestido de coctel (¿un vestido de verano que compré para la boda de una amiga el año pasado?) y tacones con los dedos descubierto ("DEBEN ser tacones"). Me regaló un consejo y me dijo que usara medias porque "a algunos hombres les gusta como se siente… el material".

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Además, todas las chicas debían dejar sus bolsos, ropa casual y pertenencias en un clóset en uno de los cuartos privados, lo cual me alteró un poquito. Me sentiría mucho más cómoda haciendo esto si supiera que puedo salir corriendo cuando quiera, sin tener que esperar afuera de un cuarto en el que seguro están chupando y cogiendo.

Volvió a recalcar que todo debía ser legal y esto, de hecho, era legal. "Soy una profesional", me dijo, levantando una botella de jugo de naranja, y envolviendo toda su boca alrededor de la apertura antes de darle un trago.

Pensé en una amiga que hizo baile exótico para pagar su universidad. "¿Usamos… nombres falsos?" pregunté. Me señaló el nombre que había escrito en la ficha. "Ay, cariño", su rostro se iluminó ante la posibilidad de unos pies tan vírgenes. "¿Éste es tu nombre de verdad?" Nos sentamos durante un rato en silencio mientras ella pensaba en un buen nombre para mí. "Pareces una flor", me dijo, dejando su boca ligeramente abierta después de dejar que el cumplido se deslizara por el aire con aroma a lubricante. Sonreí agraciadamente. "¿Alguna vez te han puesto un apodo?" Recordó cómo La Parca había sido uno popular en la prepa, pero decidí que a muchas personas probablemente no les parecería muy sexy. Sin embargo, tampoco sabía que hubiera tantas personas a las que les exitaran los pies, y ahí estábamos. Finalmente nos decidimos por "Magnolia", en honor al tatuaje que tenía en mi brazo, mi oda al sur. "Perfecto", murmuró, agregando "[MAGNOLIA]" a mi ficha.

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Antes de despedirnos, me dijo con un guiño: "Oh, y Magnolia. Sobre tu novio", miré su pequeño rostro. "Menos es más. ¿Me explico? Tengo esposo y… sí. Entre menos le digas, mejor".

Dejé el (posible) burdel tras haber enseñado únicamente mi pie derecho, con un bronceado disparejo y con las uñas rojas y descuidadas. No pareció importarle.

Al día siguiente, busqué fetichismo de pies en YouTube. Lo único que había escuchado fue de un güey con el que salí poco tiempo, y que mencionó que le gustaban. Una vez me escribió un mensaje ligeramente amenazador diciendo que "haría cosas terribles" con los míos. Nunca le permití explicarse y, en consecuencia, limité su contacto con ellos. Era evidente que tenía que aprender algunas cosas antes de que algún ejecutivo sin nombre me chupara el pie. Hice una primera búsqueda con un simple "foot fetish".

El primer video era de Discovery Health. Creo que era canadiense. No es que eso importe.

Me preocupaba un poco el olor de mis pies después de ocho horas de trabajo antes de la fiesta. Ahora me sentía más confiada de que quizá el olor me ayudaría a ganar un poco extra. A pesar de eso, no me podía quitar de encima la imagen de mi gata olfateando los Vans putrefactos de un cierto ex novio. Mi gata entrecerraba sus ojos, como si estuviera drogada, con su boca abierta y a veces babeando. Me imaginé a este ejecutivo cualquiera bajo una tenue luz. Mi estómago se revolvió.

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Después tuve que ver algo realmente extraordinario.

Soy una chica. He tenido que usar zapatos incómodos. Ésta podría ser yo usando mi tacones para la entrevista en un mal día. También me recuerda un poco a un documental sobre las anémonas de mar. No lo entiendo.

Sí. No entendí nada. (La Sra. Cielo me dijo que cada "sesión" durante la fiesta debía durar diez minutos, o unas tres canciones. No pude evitar pensar que esta es la clase de música que podía anticipar como una especie de seudodistractor mientras mis dedos entraban en acción). El güey de los pies que mencioné antes estaba en el chat, así que le pedí que me aclarara algunas cosas.

Yo: OK, ¿puedo preguntarte sobre pies, sé que te gustan, pero son lo tuyo? Sólo quiero entender.

Él: Los pies son bonitos… y he besado pies… pero nada asqueroso.

Yo: ¿Entonces sólo son bonitos? No te… excitan, ¿o sí?

Él: Los pies puedes ser estimulantes. Los pies tampoco aparecen todo el tiempo. Además, un pie no tiene tanta flexibilidad, así que un güey puede simplemente agarrarlo y hacer lo que quiera con él.

Me empecé a preocupar. Mi pies no hicieron nada malo como para ser violados.

Yo: ¿Alguna vez has tenido una erección sólo por ver un pie? ¿Y qué hace a un pie sexy?

Him: El barniz de uñas ayuda.

Me: ¿Algún color en particular?

Me había hecho un pedicure esa mañana, tenía las uñas moradas y necesitaba que las validaran.

Him: Pff, ¿cualquier cosa menos negro? No sé, los pies son simples. La vulnerabilidad de un pie, como si no perteneciera al resto del cuerpo. Es simplemente bonito. Y seguro he tenido una erección por ver pies, sólo no recuerdo cuándo.

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Ésta no fue una buena señal. Ya había visto mis pies y al parecer no despertaron nada en él, y eso no pintaba bien para mi recaudación de fondos en la fiesta, lo que haría la historia mucho menos interesante.

Yo: ¿Te dan ganas de tocar los pies con tu pipi? ¿Es así como funciona?

Él: ¡Ja! No. Al menos no para mí. Aunque la masturbación con los pies es otra cosa.

Yo: Háblame de eso.

Him: Eh, creo que puedes usar internet para eso.

Decidí no usar internet. Aunque no me considero una santa, sigo siendo una chica de 24 que nunca ha visto más de 30 segundos de porno. Esto es algo que me daba vueltas en la cbeza, y cada vez me sentía más pequeñas que cuando planeé la historia por primera vez y tuve mi entrevista con la Sra. Cielo.

La Sra. Cielo dijo que recibiría al menos unos cientos por vender mi inocente alma de magnolia, pero el miedo de que estos extraños se agasajaran con mi pies no me dejaba dormir. Aunque ese dinero caería muy bien a los números rojos en mi cuenta de banco, estaba claro que no podría hacerlo. Habría sido una gran historia, ¿pero cuál habría sido el precio?

El día de la fiesta, había pensado en escribir alguna mentira estúpida como una emergencia familiar o un dolor de gargante, pero lo olvidé. Y estuvo bien, porque creo que la Sra. Cielo hizo lo mismo con esa pequeña Magnolia que pasó por su casa de perversiones y olores putrefactos, días antes. Después de todo, seguro había docenas de mujeres con nombres de flor dispuestas a poner su bienestar personal en pausa con tal de llenarse los bolsillos. Mujeres inteligentes.

Quizá algún día tendré los huevos y el cerebro para permitir que un contador sin nombre disfrute de mis uñas para pagar la renta, pero todavía no. Y probablemente, nunca.