El cierre de Fabric no es el final, sólo el inicio de una guerra
This article appeared originally on THUMP UK. "The Sub-Committee have decided to revoke the premises licence in respect of Fabric, 77A Charterhouse Street, EC1" — Islington Council Licensing Sub-Committee, 2016

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El cierre de Fabric no es el final, sólo el inicio de una guerra

El jueves 6 de septiembre del 2016 quedará en la historia como un punto inolvidable en la historia de la vida nocturna del Reino Unido.

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Este artículo se publicó originalmente en THUMP Reino Unido.

El jueves 6 de septiembre del 2016 quedará en la historia como un punto inolvidable en la historia de la vida nocturna del Reino Unido y más allá. Los eventos que tomaron lugar a primeras horas de esa mañana tendrán un enorme efecto para todos nosotros con cualquier nivel de interés en la idea de que los clubes y los lugares de música en vivo son de gran inportancia. Fabric, el club británico más famoso después de The Hacienda, ha cerrado y no hay nada que podamos hacer al respecto.

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A estas alturas, ya habrás leído la declaración publicada por el Consejo de la Ciudad de Islington y te estarás preguntando como dos planas páginas de un PDF, una forma de ser, un significado para vivir, ha sido reducido a escombros burocráticos.

A estas alturas, también debes saber por qué el consejo ha decidido reprender a fabric. Dos trágicas muertes relacionadas con drogas, potencialmente evitables, en un corto periodo de tiempo son, por supuesto, causa de una grave preocupación. Una detallada examinación de lo que llevó a esas muertes y lo que se pudo haber hecho para prevenir futuros incidentes de esa índole, eran completamente necesarios. Nadie está diciendo que fabric—o cualquier otro club nocturno del mundo—debe pasar sin castigo después de estas fatalidades, pero debemos colocarlas en un contexto más amplio. Y ese contexto es lo que los clubes nocturnos son y lo que la vida nocturna es.

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Antes de que exploremos exactamente lo que esta clausura significa para la vida nocturna en Londres y todo Reino Unido, tiene sentido investigar ese plano comunicado hecho por el consejo más a fondo. El principal problema del consejo con fabric era la disponibilidad de drogas dentro del club, y la inadecuada búsqueda de aquellos que las llevaban dentro. Se ha propuesto que esta búsqueda inadecuada es lo que llevó a las recientes muertes. Hasta ahora, el no legalizarlas, el ignorar el hecho de la falta de educación decente sobre drogas en el país, es un problema mayor de lo que cualquier club pueda representar.

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Las cosas se ponen interesantes cuando el comunicado—una versión increíblemente reducida del largo y detallado debate llevado a cabo un día antes por la noche—se adapta a la realidad de los juerguistas que consumen drogas y que llenan el club Farringdon cada fin de semana. Y aunque sabemos que Sadiq Kahn ha estado en el club en modo recreativo, no podemos asegurar que alguien del Subcomité de Licencias del Consejo de Islington haya estado, lo cual puede explicar la escena que se ha dibujado en el comunicado:

La intervención del staff y de la seguridad era gravemente inadecuada en luz de la preocupante evidencia y era abundantemente obvio que los asistentes al club estaban drogados y manifestaban síntomas de que lo estaban. Esto incluía sudoración, ojos rojos cristalizados que miraban hacía el espacio y gente solicitando ayuda.

Si no fuera tan deprimente, ofrecería una fascinante visión sobre cómo la documentación oficial—la cual pretende representar objetivamente una situación específica—se rebaja a un territorio paradójico. Estos sudados asistentes desesperados por ayuda, con ojos rojos cristalizados, son las mismas figuras que aparecen en las herramientas educativas que, irónicamente, son escasas.

Al comunicado, implacablemente le falta eficiencia. Una institución cultural—señalada correctamente por Angus Harrison la semana pasada en THUMP como de gran valor para Londres como el mismo Teatro Nacional—ha sido robada de nuestras manos por otro consejo londinense que gusta de decidir lo que es mejor para nosotros. Y, si, lo adivinaste, lo que es mejor para nosotros es otro montón de robóticos departamentos. Así es como el comunicado, y el mismo fabric, dan fin:

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El Subcomité de Licencias constató que está siendo socavado el objetivo de prevención del delito. Una revisión previa de la licencia del lugar se llevó a cabo menos de 2 años atrás tras otras muertes como premisa. Los problemas que ellos mismos manifestaron en esa revisión no han sido correctamente dirigidos, resultando en un aumento del crimen y muertes.

El Subcomité ha decidido que la revocación de la licencia es tanto apropiada como proporcionada, en luz de las circunstancías.

Los pasos internos permanecen en lugar en espera de una determinación final o de una apelación.

Y eso es todo. En una pausa entre esos tres párrafos, perdimos uno de los lugares más importantes del país, para siempre.

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La razón de que el cierre de fabric sea tan importante y central para la vida nocturna, es simple: esta es una advertencia para cualquiera que piense que la cultura club es una parte importante de lo que significa vivir en la ciudad. Fabric ha sido, convenientemente de algún modo, dibujado por un subcomité como una nefasta cueva de desigualdad, donde adolescentes tropiezan al haberse llenado—literalmente—de MDMA, mientras la seguridad y el staff se hacen de la vista gorda. Sabemos que en el caso de fabric, esto no es verdad. Sabemos que 80 supuestos dealers fueron arrestado ante estas premisas y sólo se hizo un enjuiciamiento. Sabemos que el club ha cooperado con la policía una y otra vez, en un intento de demostrar que el sitio es seguro.

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También sabemos que Londres está cambiando a un paso alarmante, y una parte alarmantemente grande de ese cambio es que más y más sitios comunitarios de adoración cultural y social, están siendo derribados a favor de construir departamentos de lujo. Es un punto obvio, que los problemas increíblemente complejos estén siendo reducidos a algo que sea fácil de digerir, no obstante, no es algo pertinente. Démosles dos años y fabric se habrá convertido en una tienda de víveres o en un departamento que le pertenece a un niño malcriado de 22 años llamado Toby.

Esta sanitización social no es específica de Londres. Pasa un tiempo en Manchester o Leeds o Bristol y verás la Londresificación de todo el país tomando forma ante tus ojos. Y los consejos y las fuerzas policíacas en esas ciudades mirarán este punto de referencia como una decisión hecha por unos seleccionados dentro de un cuarto en Islington, y pensarán que si lograron salirse con la suya la cerrar fabric—uno de los clubes nocturnos más celebrados de todo el mundo—con términos que no son sino espurio, entonces cualquier cosa es posible.

Y ese es un aspecto increíblemente preocupante para cualquiera de nosotros que entiende qué tan especial e importante y vital e integral es un club nocturno para vivir.

Habiendo dicho eso, el peor resultado posible, peor que el cierre de cualquier club, es el admitir una derrota. El apoyo a fabric fue innegablemente vocal y de alto perfil. Una petición para salvar el club obtuvo más de 100,000 firmas, y eso no fue suficiente. Así que, ¿qué hacemos? Lo intentamos de nuevo, gritamos más fuerte, y nos preparamos para una verdadera batalla. Las protestas podrán sonar extremas como respuesta al cierre de un lugar, pero la limpieza social y cultural debe ser peleada tan sistemáticamente como ejecutada. En lugar de desmoronarnos, necesitamos ser más organizados y movilizarnos mejor que nunca antes, para evitar que nuestras ciudades desaparezcan frente a nuestros ojos.

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