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Música

En Ometeotl se ofrenda el cuerpo al baile

Cualquier sonido es pretexto de baile.

Hacía casi 6 años que no regresaba al bello pueblo mágico de Tepoztlán en Morelos, la última visita fue un tormento para muchos durante cierto festival que se realizó en aquel mágico lugar. Partí de mi hogar con el temor de que se repitiera aquella terrible experiencia pero con la mente abierta a lo mejor ya que el Ometeotl se describía a sí mismo no como un rave, sino como una reunion cósmica. Sí, chairos, comeflores, danzantes cósmicos y demás fauna espiritual acudirían a este gran ritual de baile.

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Después de un viaje en metro, un autobús y un taxi por fin abandonamos toda señal de civilización y llegamos a la Hacienda Cuautitla, lugar donde fuimos recibidos por un mar de gente que esperaba para entrar. La noche ya estaba cargada con buen ambiente y buena vibra; gente sonriente esperando y bebiendo mientras la música se escuchaba a lo lejos, perros acompañados de sus dueños cargados de tiendas de campaña, semillas, frutos y galones de agua. Recibimos nuestras respectivas pulseras y después de una leve inspección, logramos entrar.

Primero lo primero, ¿dónde vamos a acampar?

El lugar era enorme, casi no había iluminación y el camino estaba lejos de ser plano. Después de deambular un rato y hacer reconocimiento de lugar, encontramos una pequeña comunidad de tiendas de campaña y decidimos establecernos en aquel lugar.

Consejo: Asegúrate de buscar un lugar bajo un árbol, la noche no dura para siempre y la sombra siempre será tu mejor amiga en estas situaciones.

La presencia de estupefacientes no se hizo esperar, bastaba con recorrer el circuito de acampado para escuchar a lo lejos "tachas, cuadros… tachas, cuadros".

Mhm, esto se va a poner interesante.

El cielo era perfecto para albergar la noche de baile, la carpa de colores vibrantes prevenía el viaje que te ibas a dar. El reloj apenas marcaba la medianoche y la fiesta ya estaba en todo su esplendor, chicas bellas bailando, aros de fuego y ula ulas vibrando al ritmo de la música.

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Los raves no son para débiles

Todo iba en aumento mientras avanzaba la noche. La música se vuelve más rápida e intensa, la carpa principal se torna en un patio de juegos de estupefacientes y lo único que importa es bailar (y para algunos, al parecer, ligar).

Fuera de estar en medio de la nada, la noche no fue muy diferente a otra fiesta: rostros deformados, música, baile y drogas. Cerca de las 5 de la mañana, después de maltripear con el baño, la poca iluminación y todas aquellas intensas creaturas de la noche ahogadas en psicotrópicos, sentí tranquilidad. Los intensos abandonan la carpa y el ambiente cambia por completo.

Lo interesante llega al amanecer.

Los primeros rayos de Sol apenas se asomaban, las bocinas vibraban al ritmo de Asura, quien se encargó de regresarnos a la estabilidad emocional y mental con su ambient trance. Alwoods siguió exitosamente con el ritual.

¡Ajá! ESO era el ritual cósmico del que tanto se había hablado, es difícil de explicar la sensación de hacer las paces con la vida mientras sientes el calor del Sol en tu cara y bailas acompañada de otros. No hay pedo por NADA, pura tranquilidad, sentido de comunidad y lo más importante: baile.

Llámalo como quieras, rave, ritual de baile, reunión cósmica o lo que sea. En ese momento, la Tierra comenzó a vibrar; la música te invita a bailar descalzo para sentir la tierra en tus pies, el ritmo provoca alzar los brazos y agradecer tu existencia y la vida misma, sólo queda sonreír junto al amanecer. Estar en sintonía contigo y con todos los demás, asciendes a otros pensamientos fuera de las trivialidades que nos acechan todos los días.

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En Ometeotl se ofrenda el cuerpo al baile.

Después de 6 horas de baile, llegó el mediodía. Familias enteras acudían a los temazcales, los perros mataban el calor en la laguna del lugar y la mayoría buscaba esconderse del Sol.

Buscamos un refugio para descansar después de las más de 24 horas en vela pero el Sol ya se traducía en sufrimiento así que empacamos nuestras cosas y huímos de ahí.

Cualquier sonido es pretexto de baile.

En el camino de vuelta, aún podía escuchar el ritmo retumbar en mis oídos. Cualquier sonido, el motor del taxi, el aire cortado por la ventana o mi respiración, era pretexto de baile. El Ometeotl me había marcado con aquel ritmo magnético que, por unos momentos, me conectó con la Tierra.

Y fue así que ahogada en serotonina, con los tímpanos diluídos en música y un rasguño inexplicable en la mano, regresé al caos de la ciudad con la mejor experiencia cósmica grabada en el corazón.

¡Gracias Ometeotl, nos vemos el próximo año! ♡

Val sigue teniendo experiencias cósmicas en -@pandroide