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Música

​Este DJ se llevó una lección inesperada

Todos pasamos por esta etapa alguna vez.

Cuando pensamos en DJs reconocidos y en fiestas en donde están involucrados, inmediatamente podríamos imaginar que todo se trata de pasarla bien y de tener acceso a beneficios exclusivos. Se nos olvida que antes de estar frente a un público, los DJs también son parte del público y también asisten a fiestas como cualquier persona, lo que significa que no siempre habrá un conductor privado, ni un promotor que te ayude a ingresar de inmediato a la fiesta.

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Así lo relató hace un par de años FuntCase en un estado que publicó en su fanpage de Facebook. El productor y DJ de Reino Unido, conocido por tocar con una máscara y por ser parte del legendario sello de dubstep fundado por Flux Pavillion y Doctor PCircus Records– se tomó un tiempo para contar su experiencia como asistente regular a raves, sin los beneficios que ser un DJ internacional le otorgan en muchas ocasiones.

Así es, FuntCase también llega a pasar noches en las que tiene que caminar y transbordar vagones de metro una hora para llegar a la fiesta a la que quiera ir a divertirse con sus amigos, porque no siempre existe la posibilidad de tener a alguien a tu disposición que te lleve y te recoja. También hay días en los que tiene que hacer fila para que el cadenero lo deje entrar al club, mientras el frío lo hace desear no haber nacido.

Una vez adentro todo mejora, la música sube de volumen mientras te se acerca al escenario y después de un rato, echa un vistazo al backstage para saludar. Llegan las 7 de la mañana y es momento de que regresen a casa, de caminar otra vez bajo el crudo frío inglés matutino de noviembre y de esperar el transporte en un presunto barrio peligroso, como los que hay en cualquier ciudad.

El DJ compartió esta reflexión solo para recordar el esfuerzo que muchas veces hacemos como consumidores para asistir a las presentaciones de nuestros artistas favoritos y los comentarios en el post de la gente no se hicieron esperar, algunos relataron que han viajado de ciudad en ciudad, cientos o miles de kilómetros para verlo, gastando todo su dinero, durmiendo en el sillón de algún amigo sólo para unas cuantas horas de acto en vivo que hacen que todo valga la pena y no se arrepientan de hacerlo una y otra vez.

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