Me colé a una fiesta de los Olímpicos en Río de Janeiro
The palace at Parque Lage/Photo by the author

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Me colé a una fiesta de los Olímpicos en Río de Janeiro

Los atletas olímpicos pusieron su resistencia a prueba para un maratón de sonidos de Chase & Status en un castillo.

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Este artículo se publicó originalmente en THUMP EUA.

La llegada de los Juegos Olímpicos a Río de Janeiro ha traído consigo algo parecido a una notificación de desalojo para muchas partes de la ciudad. Más escuelas, centros culturales y hasta edificios históricos emblemáticos de los que puedo contar han detenido sus actividades rutinarias y renunciado a sus espacios para servir como alojamiento a muchos extranjeros durante los juegos. Dentro de estas "residencias oficiales", el foco principal es –al menos según el discurso oficial– la promoción cultural de cada país a una audiencia global. En cuanto al tipo de actividades culturales que puedes esperar, hay de todo, desde catas de cerveza fina en Casa Austria hasta sirenas (¿ah?) y concursos de drag queens en Casa Dinamarca.

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Los británicos, tal vez debido a su apego a los castillos reales, insistieron en encontrar la casa más majestuosa de Río de Janeiro: el palacio de Parque Lage. Ubicado sutilmente detrás del ajetreo y el bullicio de las playas, y a muchas millas del Parque Olímpico, es esencialmente un castillo rodeado por un bosque denso. El personaje militar portugués del siglo XIX, Rodrigo de Freitas Mello construyó esta casa digna de una postal en 1811, y que fue vendida por su antiguo dueño en los años 20 a su actual dueño, el magnate industrial Henrique Lage, quien remodeló el lugar como un regalo para su esposa. Desde 1975, el espacio ha sido la sede de la prestigiosa Escuela de Artes Visuales de Río. Su estilo ecléctico y sobrio –mezclando columnas romanas con detalles de mármol negro por todos lados– se siente como una versión real del cliché de paraíso tropical que Río evoca en la imaginación internacional, pero con un sabor distintivamente Inglés, incluyendo un jardín diseñado por un arquitecto de paisajes británico.

El pasado domingo 14 de agosto, la denominada "Casa Británica" abrió sus puertas al público por primera vez durante los Juegos Olímpicos de este año –aunque decir que "abrió sus puertas" puede ser una pequeña exageración. Para la ocasión –una fiesta dance que estaría aparentemente encabezada por dúo británico Chase & Status y su sonido flotante inspirado en el drum and bass– decidieron dejar entrar a un selecto número de personas para disfrutar de la fiesta junto a los atletas británicos, quienes están actualmente en el segundo lugar de la tabla de medallas olímpicas. Según lo que pude averiguar de la audiencia en el lugar, la lista de invitados contenía primeramente gente que, o tenía al menos algún tipo de contacto con alguien de adentro, trabajaba para el gobierno, o simplemente era lo suficientemente importante. Aunque yo realmente no encajaba en ninguna de esas categorías, me las ingenié para asegurar una invitación a través de un amigo brasileño.

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Llegué alrededor de las 8 PM, y cualquier esperanza de una entrada tranquila fue rápidamente arrancada por una larga fila de gente moviéndose lentamente. En Río, una gran sonrisa y un apretón de manos entusiasta es generalmente todo lo que se necesita para ganarse la entrada a un evento como este, pero los ingleses decidieron pedir identificación y tomar una fotografía de cada uno de los invitados –lo que pareció un enfoque muy británico a la usualmente muy informal escena de fiestas carioca (un término local para la gente nacida en Río). Una vez dentro, no vi ni una señal de la escuela de arte que usualmente ocupa este espacio. Por el tiempo de duración de los Juegos, la institución ha tenido que mudarse a una esquina recóndita de la ciudad, aunque imagino que se beneficiarán de las exorbitantes sumas de dinero que se rumora que el gobierno británico paga por la renta del espacio.

Un salón de clases convertido en un salón para ver el tenis / Foto por el autor

Claramente los británicos también han gastado dinero adicional acondicionando sus alrededores. La alberca de piedras naturales de la casa, un destino popular para los turistas en Río, fue convertida en una pista de baile con un panel de vidrio e iluminada con luces LED. Los salones de clases se transformaron en cuartos de televisión equipados con pantallas y monitores gigantes que transmiten todas las competencias olímpicas en tiempo real. Bares que ofrecen todo tipo de bebidas alcohólicas imaginables se han montado en cada esquina del lugar; en la puerta, mujeres británicas advertían a los invitados tener cuidado durante la indudable noche salvaje a seguir: "no olviden beber agua, sino se pueden marear mucho por el calor".

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Dentro de la sala principal, alrededor del 90% de los presentes parecían susurrar nerviosamente entre ellos, preguntándose dónde estaba el alucinante equipo de Gran Bretaña, como esperando por una estrella de Hollywood en una premier. "Están atrapados en el tráfico", me explicó uno de los organizadores, pero eso no fue ninguna sorpresa para un carioca como yo –el tráfico en Río nunca ha sido peor que en estas últimas semanas, gracias a las descabelladas normas impuestas por los juegos y puestas en marcha por el tan impopular alcalde Eduardo Paes.

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Un set aleatorio de house y pop emanaba del sistema de sonido –un soundtrack lo suficientemente placentero para que los tempraneros comenzaran a emborracharse un poco. De repente, un suspiro comunal de alivio barrió toda la sala, dejando en claro que los atletas habían entrado al castillo. Se habían bajado de un par de autobuses que los habían llevado hasta ahí desde el otro lado de la ciudad, con sonrisas de oreja a oreja estampadas en sus caras que parecían preguntar, "¿aquí es donde está la fiesta?". Una pregunta de interés universal que había surgido en el curso de estos Juegos Olímpicos concernía a los hábitos de fiesta de los atletas, quienes mantienen un estatus mítico en la imaginación pública. ¿Es aceptable para ellos emborracharse hasta quedar ciegos y bailar hasta el amanecer durante una competencia internacional de este tipo?

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Los fiesteros congregados / Foto por Nina Pennick

Decidí acercarme a uno de ellos y preguntarle por mí mismo. "Olvida esa idea", dijo Louis Smith, medallista de plata en la competencia gimnástica de caballo con arzones. "Ya terminé, así que puedo fiestear. Trato de prepararme de cuatro a seis semanas antes de la competencia, pero cuando se acaba, puedo hacer lo que me venga en gana". Nadie parecía particularmente avergonzado cuando se enfrentaban a las miradas curiosas que abundaban en la fiesta. Sir Bradley Wiggins, el ciclista olímpico ganador de ocho medallas, parecía completamente tranquilo con sus lentes de sol metálicos puestos y disfrutando la noche como si no hubiera un mañana, intercalando sus pasos de baile con selfies para calmar a los fans.

Alrededor de las 11 PM, Will Kennard, de Chase & Status, emergió de la sala que los británicos habían nombrado "VVIP" para mezclarse en el que parecía ser el bar preferido de los atletas, escondido en uno de los rincones más remotos de la mansión. Pero Will se perdió en un mar de peticiones de selfies viniendo tanto de los atletas como de los invitados del local. Sophie Hall, la esposa de Will y manager de MTA Records (el sello fundado por el grupo en 2009), me dijo que Saul Milton –el "Chase" del dúo– en realidad no estaba aquí, sino en algún rincón de Europa dando otro show.

Will Kennard se sube al escenario / Foto por Nina Pennick

Sólo bastó que el productor se subiera al escenario en el extremo más lejano de la alberca para desatar una real locura. Algunos de los atletas –quienes hasta ese momento se habían apegado a los tragos más mansos– comenzaron a tomar shots de vodka y cachaça (la bebida espirituosa más popular de Brasil, un licor destilado de caña de azúcar fermentada) liberalmente distribuida por los bartenders. Para entonces, no había lugar a duda de que nos esperaba una fiesta. El sonido pretencioso de Chase & Status pudo haber tenido bajos muy pesados para que los cariocas se emocionaran a esas alturas de la noche, pero era lo suficientemente animado para que los atletas soltaran todas las tensiones acumuladas por meses de entrenamientos y competencias implacables.

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Pero no fue sino hasta que se subió al escenario el productor de hardcore nacido en Alemania, MC Rage, durante el set de Status, que los atletas inundaron la pista de baile en masa, bailando hasta abajo en una demostración de primera categoría de los recién adquiridos pasos de baile estilo brasilero. Los chicos del rugby probaron ser, por lejos, el grupo más ruidoso en la pista de baile, dándose palmadas en la espalda y actuando como cuates, como verdaderos "house lads".

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El color verde de los cordones de las credenciales de los atletas era lo único que los separaba del resto del público, y mientras los niveles de alcohol aumentaba en la sangre de los atletas, sus acreditaciones oficiales comenzaron a desaparecer, en un intento aparente para volverse un poco más anónimos. "No quiero estar expuesto", dijo inexpresivamente un atleta. "Ya estoy expuesto", añadió con una risa amigable, regresando a su círculo de amigos. Olly Robinson, de su mismo equipo, me dio una mirada desamparada mientras presenciaba la retirada veloz de la mayoría de los atletas cuando me acercaba lentamente, tan pronto como me presentaba como un reportero en servicio.

Más celebraciones de la gran exportación cultural de Gran Bretaña / Foto por Nina Pennick

Me di cuenta de que los ojos fisgones de los reporteros ya no eran bienvenidos en la pista de baile, así que me escapé al bar y me encontré con una de las ciclistas inglesas, quien pidió no ser nombrada en este artículo. Pasamos un rato hablando de la obsesión de la prensa con escudriñar en los trapos sucios de los atletas olímpicos, con reporteros desesperados por acuñarles de alguna manera un escándalo sexual o agarrarlos tomando alcohol desenfrenadamente. Ella menciona el reciente episodio trágico de un reportero de The Daily Beast quien puso en peligro a media docena de atletas gay solo para hacer un artículo sobre el uso de Grindr en la Villa Olímpica; le digo que el incidente dejó a la mayoría de los reporteros íntegros del planeta sintiéndose muy avergonzados y ella asiente con la cabeza mostrando alivio mientras le explico que mis objetivos de la noche están muy lejos de eso.

Resulta que los atletas que disfrutan de una fiesta son exactamente como… Gente normal disfrutando de una fiesta. Sí, no hay que negar que la presentación del dúo inglés prácticamente hizo que la casa se viniera abajo y los atletas se volvieron locos con ella. Había gente bebiendo en proporciones bíblicas, coqueteo, sesiones de besos, y una atmósfera de alto octanaje alimentando la pista de baile eléctrica, como en cualquier fiesta en todo su esplendor.

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Alrededor de las 2 AM, los organizadores del comité británico hicieron saber que la noche debía llegar a su fin debido a las restricciones de tiempo del lugar. Pero los niveles de energía de algunos de los invitados no los dejaban irse todavía a sus literas olímpicas. "¿Sabes de alguna otra fiesta que todavía esté viva por aquí?", me preguntó una de las atletas. Le di algunas indicaciones de uno o dos afters que todavía debían estar activos en Río, así que llamó a un Uber y continuó con nobleza. Una verdadera campeona olímpica de la vida nocturna.