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Música

La doble vida de un barman de Berghain: Entre fiestas salvajes y teatro experimental

Conoce a Roman Shamov, quien además de repartir tragos, ha sido drag queen, voz de marionetas, actor de televisión y un polifacético gurú.
Photo by John Aigner

Foto por John Aigner

Llega el domingo por la mañana, cuando el sol está sobre el horizonte y los clubbers en otras ciudades llegan tambaleando a casa, pero Berghain, el templo del techno más conocido de Berlín, apenas está llegando a su mejor momento. Los DJs headliners están lanzando su set, el bar tiene tres clientes y la línea a lo largo del polvoso terreno que rodea la antigua planta de energía es de casi una milla. En el cavernoso núcleo del edificio, una multitud—vestida con todo tipo de ropa, desde simples playeras hasta ropa de fetiche o simplemente sin nada—está bailando con el estruendo del sistema Funktion-One que hay en el club. Roman Shamov, un antiguo berlinés de 48 años de edad comúnmente vestido con shorts, preside el bar principal. Como un accesorio en el club por casi una década, saluda a muchos de los regulares por nombre. Ocasionalmente, como un gesto de camaradería, servirá un shot de Kirschsaft (jugo de cereza) mientras los invitados se cargan de Jägermeister.

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"No soy un barman," me comenta mientras comemos comida Thai en el vecindario de Prenzlauer-Berg. Juzgando solamente por las apariencias, uno nunca adivinaría que esté educado hombre con su bigote recortado elegantemente, trabajase en la vida nocturna. Habla tranquilamente, pero con la estudiada enunciación de un actor. "He tratado de trabajar en otros bares y no dure tanto," comenta. "Soy un entretenedor." Como lo ve Shamov, el carnaval humano de drag queens, dominatrixes y curiosos que pasan por el lugar cada noche, no están aquí por exigentes cócteles, de cualquier forma. "Y en cuanto entretenimiento en el escenario," él confiesa, "la pasarela del Fassadenbar es muy buena."

Berghain, que abrió sus puertas en el 2004, es conocido por tener mucho más de lo que los ojos ven. Ya que el club sólo admite a 1,500 asistentes por ocasión, sólo una fracción del brutal edificio está abierta al público. Lo que contiene el resto—aburridas cámaras que sólo se abren en ocasiones especiales, cuartos oscuros, pasajes secretos—son fuente de especulación sin fin. Lo mismo podría decirse de la gente que trabaja ahí, muchos de los cuales llevan exitosas carreras creativas fuera de los confines del club.

Foto por John Aigner

Cuando Berghain organizó una exhibición de arte llamada Worker's Pearls en el 2011, más de 40 miembros del staff contribuyeron con pinturas, fotografías, instalaciones multimedia, conciertos u otras actividades. Shamov, un actor consumado y vocalista, es uno de los talentos multifacéticos. Su curriculum sería suficiente para abarcar cualquier vida ordinaria. Se pavonea por el escenario del afamado teatro Maxim Gorki en Berlín, tanto como tecnico electricista como actor; interpretando de todo, desde una drag queen hasta un caballero medieval en celuloide; haciendo la voz de una marioneta en un longevo programa de TV; incluso ha trabajado con Christian "Flake" Lorenz de Rammstein. Actualmente, dirige talleres de respiración en Estambul y Tokio; canta con una banda de rock indie llamada Weird Fishes; y sale de gira por el continente como la mitad de Meystersinger, un grupo de performance que mezcla teatro absurdo con vocales clásicas sobre beats de electrónica.

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El club ha permanecido como punto focal en su vida a pesar de todo. "Soy muy, muy aficionado a Berghain," comenta. "realmente ha sido, y sigue siendo, como un hogar. Ya asistía a Berghain antes de que fuera Berghain. Solía llamarse Ostgut [de 1998 al 2003], cuando estaba en el viejo Bahn-Gelände[una bodega de reparación de trenes]. Cuando lo vendieron, encontraron esta vieja planta de energía y lo movieron para acá. Fui con mis amigos al Panorama Bar y pensé, oh, esto es hermoso. El primer club que vale la pena desde los 90s. En ese entonces, E-Werk [un prominente club de techno] era el lugar ideal. Fuí ahí y bailé hasta el cansancio y tuve mi primera experiencia con drogas. Esa fue mi juventud."

Como un joven nacido de madre judía y padre islámico, viviendo en la época después de la Segunda Guerra Mundial, la juventud de Shamov no fue exactamente fácil. Nació en 1967 en el este de Berlín, creció en un pequeño departamento con su madre, tía, abuela y su novia durante una de las épocas más tumultuosas de la ciudad. Su casa albergaba más que sus propios secretos; la sexualidad de su abuela era un tema tabú y nunca vio ni una fotografía de su padre.

Roman de niño.

"Tienes que imaginarte el no conocer a nadie más," comenta sobre la vida en la República Democrática Alemana ocupada por los Soviéticos. "Había muy poca conexión con el mundo exterior." Vivió en una ciudad fracturada, pero su madre y tía—que habían huído de los Nazis durante la Segunda Guerra Mundial—estaban agradecidas de haber sobrevivido lo peor. "Viví en una familia judía que solía decir 'Gracias a Dios vivimos en un país donde nadie nos mata sólo por ser quienes somos'," él recuerda. "Estamos seguros aquí ahora."

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Mientras su madre esperaba seguridad, Shamov no quería nada de eso. Aunque amaba la literatura, no tenía interés en la escuela y perdió la atención. "Era el típico ausente de clase," me cuenta. "Era el chico divertido. También estaba muy, muy triste y me sentía muy perdido. Es por ello que pelee por ser más divertido que todos los demás." En contra de sus deseos, abandonó un trabajo estable como electricista en Maxim Gorki en sus veintes para trabajar en un show de televisión cubriendo la vida nocturna. Durante finales de los 80s e inicios de los 90s, cuando los clubes de techno y los raves comenzaron a infiltrarse a los espacios industriales abandonados de Berlín, se sumergió en el oscuro corazón de la escena afterhours de la ciudad. Tras evitarlos por décadas, también fue en estos días que él comenzó a analizar los secretos enterrados de su familia.

"Tuve un indicio a los 25 de que tenía que trabajar a través de mi historia, de otra forma hubiera sido un hombre muy infeliz," comenta. "Con la guerra y la huida de los Nazis, mi madre nunca tuvo oportunidad de ver hombres. Así que, cuando cumplió 29, fue a Moscú. Era la primera vez en su vida que estaba por su cuenta." Ella compensó el tiempo perdido cuando conoció a un joven académico de Dagestan. "Tuvieron dos noches íntimas y en la segunda noche, yo sucedí." Cuando se dio cuenta que estaba embarazada, le escribió al padre de Shamov, pero nunca recibió respuesta. Años después, su antiguo amante aseguraría que la KGB interceptó las cartas. Hasta este día, Shamov no sabe si eso fue verdad.

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"Lo conocí cuando tenía 35," recuerda. A pesar de las diferencias culturales, se entendieron en cierto nivel. Shamov incluso voló a Dagestan para visitar la tumba de sus abuelos junto a una extensa familia que el no sabía que tenía. "Mi padre estaba en la luna," recuerda Shamov. "Era tan feliz, increíblemente feliz de saber que tenía un hijo. No tenía más hijos además de mi."

En sus veintes, sin embargo, Shamov estaba menos interesado en encontrar miembros perdidos de su familia, de lo que estaba en escapar. Como muchos berlineses del este, su escape sobre el muro llegó de sorpresa. "Un buen amigo dijo, '¡Vamos!'" recuerda. "Ya había una agencia de actuación en Filadelfia interesada en mí, así que dije, '¡Ok cariño!' Tuve mi salida [del closet] en los Estados Unidos. Tuve las más increíbles fiestas y otras cosas, fue salvaje. Sólo el caminar por las calles de Nueva York era como una clase de realidad virtual para mi. Amo esa ciudad. Pero entonces, una vez que regresé [a Berlín] en 1998, vi la torre de TV y pensé, Ese es mi hogar. Y me quedé."

Foto por Sven Marquadt

Berlín ha cambiado radicalmente, pero con más seguridad, el crecido Shamov rápidamente encontró su andar. En el proceso de encontrarse, descubrió que tenía una maña por la música. "El algún punto comencé a mirar dentro de mi, a realmente cambiar algo. Eso me llevó a ser capaz de cantar," comenta. "Para ser capaz de cantar, de verdad tienes que estar firme en el suelo y estar en el momento, lo cual había sido absolutamente imposible para mi, porque estaba corriendo, corriendo y corriendo del pasado."

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Su nuevo interés lo ayudó a reconectar con un viejo conocido: Roger Baptist. Aunque los dos se habían conocido años antes durante una contienda de lucha en el cuarto oscuro de un club gay, Baptist estaba irreconocible para su segundo encuentro. El musculoso cantante, quien años más tarde se levantaría como la cabeza del grupo Rummelsnuff, una popular banda trabajando en el Neue Deutsche Härte [una mezcla de metal alternativo e industrial con new wave alemán] y Shamov congenio de nuevo para actuar juntos. Durante un concierto en SO36, "uno de los dueños de Berghain nos vio," explica Shamov. "E invitó a Roger, que ya estaba trabajando en la puerta de el Lab.Oratory, para actuar el Día de Año Nuevo [2008] a las 5 de la mañana."

Para ese tiempo, el antiguo cuarto de turbinas de la planta de energía había sido destruido y reconstruido para tener la mayor precisión acústica. Shamov instantáneamente sintió una conexión con el lugar y quería ser parte de él. Antes de su actuación, se acercó a los dueños para ver si habría una posición permanente para él.

"Cuando fui a la entrevista con los dos chicos de Berghain, ellos dijeron, '¿Qué crees que podrías hacer?' Y pensé, '¿Quizá cuidar la puerta?' Y me miraron y cayeron a carcajadas," comenta con una sonrisa. Aunque había sido amigo de Sven Marquardt—el más famoso cuidador del club—desde inicio de los 90s, la sociable personalidad de shamov no generaba miedo entre los cientos de esperanzados esperando fuera del club en una noche promedio. "No soy yo," comenta. "¡Hubiera dejado entrar a todos al club!"

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Así que inició en el bar en Lab.Oratory, un espacio dentro de las profundidades del edificio abierto cada fin de semana para "asuntos de gays," como Shamov lo describe. "Me preguntaron, '¿Hay algo dentro de las fiestas que hacemos en lo que no quieras participar?' Y yo dije, 'Estar desnudo, de ninguna forma… ¡Broma! No tengo problema. He visto de todo'." Hace una pausa para corregirse. "Pensé que había visto de todo. Mencioné, 'Hay una fiesta en la que no me gustaría trabajar.' Yo la llamaba la fiesta Nutella."

La sustancia de chocolate y avellana no es el infame factor dentro de esta orgía, sino una sustancia más picante. Desafortunadamente, en su primer fin de semana, un compañero de trabajo de el Lab se reportó enfermo y necesitaban a un voluntario que cubriera esa mierda. "Tenía pesadillas la noche antes," comenta Shamov. "Fui a Hauptbahnhof [la estación de tren central de Berlín] y compré un Tiger Balm. Es muy fuerte, como sabrás. Así que al comienzo, fuí a la parte de atrás y gentilmente esparcí un poco en mi nariz. Mis ojos lagrimeaban. Y entonces comenzó la fiesta… ¿quizá 20 minutos? Ni eso. Quizá cinco o 10 minutos. Fui a la parte de atrás, abrí mi Tiger Balm, metí mi dedo en él y directo a la nariz. Estaba más allá de cualquier cosa que puedas imaginar," comenta, sacudiéndose los recuerdos de su memoria. Entonces, con una sonrisa me comenta, "y no voy a hablar más detalles sobre el tema."

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En años recientes, ha estado cubriendo menos turnos en Berghain para hacer espacio para otras metas. En el 2010, unió fuerzas con Luci van Org, una ex-estrella de pop que aún tiene el tema "Mädchen" dando vueltas por las estaciones de radio, para crear el dúo musical teatral Meystersinger. El dúo, que ha lanzado dos álbumes y está actualmente trabajando en el tercero, viaja por el país haciendo performance con canciones que van desde lo alegremente tonto hasta lo oscuro y trágico. Las canciones lidian con la pérdida, el duelo y la soledad; pesados episodios teatrales sacan líneas sobre un dolor interno que te rompe hasta el llanto. Elocuentemente, la frase "Am Ende aller Dinge werd ich lachen" ("Al final de todo, reiré") es una característica recurrente en los posters y playeras del grupo. Como lo ve Shamov, Meystersinger es tanto una forma de exorcismo como entretenimiento, una poderosa expulsión del trauma incrustado en los psyches tanto individuales como de la nación. También es una forma de catarsis personal para él y Org, una que compara con "ir al psicoanalista."

"Luci realmente me empuja hasta el límite," comenta. "Es un divertido giro entre nosotros, esa relación de amor-odio que tienes que hace una dinámica muy fuerte y es muy productiva también. Alguna vez, ella me comentó, 'Somos muy parecidos y totalmente diferentes. Yo siento con mi cabeza y tu piensas con el corazón.' Gracias a Dios ambos tenemos un tornillo suelto."

Tan personal como es su trabajo, Shamov está ansioso de compartirlo con sus colegas de Berghain y amigos. Es rápido en señalar que muchos de sus colegas "son artistas, cantantes, escritores, o artistas de performance"—gente que ha jugado un rol poderoso en dar forma a su arte. Meystersinger se ha presentado en el club en múltiples ocasiones e incluso celebraron el lanzamiento de su último álbum con una fiesta en la Kantine, un pequeño club afiliado de al lado.

"Para una fiesta navideña en Berghain [sólo para el staff], me presenté con Meystersinger," comenta. "Fue muy conmovedor, porque unas cuentas personas que trabajaban ahí acababan de fallecer y cantamos una canción que escribí para mi mamá. Terminé con Geht's dir gut da wo du bist? Hab dich manches mal vermisst… Komm zurück ein kleines Stück' ['¿Estás bien, donde sea que estés? Te he extrañado a veces. Por favor regresa un poco']. La gente quedó muy feliz. Ellos dijeron, 'Gracias por honrar a la gente que se ha ido.' Fue una situación realmente agradable, llevar tu arte al lugar donde trabajas. Siempre ha sido hermoso crear esa conexión."

_Diana Hubbell es una escritora ubicada en Berlín, puedes encontrarla en _Twitter.__