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Música

La música dance es mi religión: Steve Weinstein nos habla acerca de los orígenes sagrados de las fiestas del circuito gay

Las fiestas del circuito crearon espacios sagrados donde los hombres gay se reunieron para celebrar su identidad sin hostilidad ni ser juzgados.
(Photo via noiZe.buzz)

Los raves y la religión no están tan separados como creerías. De hecho, "Dios es un DJ" y la todapoderosa "iglesia"del rave son metáforas utilizadas tan comúnmente que se han convertido proverbios desgastados. Pero, ¿de qué otra forma la música dance podría ser comparada con una práctica espiritual? Para explorar esta pregunta, THUMP comisionó una serie de ensayos esta semana, vagamente basados en el tema: la música dance es mi religión. El editor de NoiZe Steve Weinstein nos habló acerca de los orígenes ancestrales del "circuito", un consorcio de fiestas dance gay por todo el mundo.

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En 2002, "develé" la celebración del hedonismo gay conocida como la Black Party para el mundo en general a través de un controversial artículo para Village Voice. En mi crónica, describo cómo la más grande – y probablemente la más larga – fiesta de fetiches en Nueva York atrajo a 8,000 personas, la mayoría hombres, al Roseland Ballroom durante 17 horas de baile y sexo desenfrenados. También expliqué cómo el promotor de "the Saint", el megaclub privado completamente gay donde la fiesta se originó, tenía la intención de recrear los ritos druidas de la primavera cuando los hombres se iban al bosque, se vestían con pieles de animales y bailaban al ritmo de los tambores para asegurar una temporada de plantación fértil.

Lo que específicamente molestó a muchos hombres gay fue el uso de la palabra "espiritualidad" para cubrir lo que describieron como una oleada de cartas molestas como "romantizar una cultura" del "sexo inseguro y abuso de drogas", "una confirmación de los peores estereotipos de los hombres gay", una "actividad autodestructiva y peligrosa", e incluso un "nihilismo sexual".

La controversia que inició mi artículo fue parte de un debate más grande que ha molestado  a los hombres en "el cirtuito" durante mucho tiempo, la ronda anual de fines de semana internacionales de baile que incluyen a la Black Party. Por el otro lado están aquellos como el etnógrafo Mickey Weems, quien considera a esas fiestas como rituales sagrados. Por el otro lado están aquellos, como el dramaturgo Larry Kramer, quien ha denunciado a estos eventos como expresiones comercializadas que promueven la conducta autodestructiva a expensas del activismo político auténtico.

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Esa división es más vieja que el mismo movimiento moderno de los derechos homosexuales. En la explosión de energía que siguió a los disturbios en Stonewall Inn en junio de 1969, la Alianza de Activistas Gay sostuvo todas sus reuniones políticas en una estación de bomberos abandonada de Nueva York. Muy pronto, las fiestas de baile de sábado por la noche se convirtieron en la proverbial cola del perro. GAA murió cuando la necesidad de bailar rápidamente abrumó las necesidades políticas.

Lejos de ver esto como algo catastrófico, Peter Shapiro en Turn the Beat Around, un documental de 2005 acerca de la historia de la música disco, comentó "GAA perdió fuerza porque, de una forma, el ascenso de la discoteca convirtió al activismo en algo muy irrelevante. La música disco", agregó, "fue emblemática para un nuevo de resistencia política". En las décadas que siguieron a Stonewall, los observadores como David Nimmons, Cathy Crimmons y Barbara Ehrenrich escribieron serios análisis de las fiestas del circuito como la vanguardia en un movimiento que podría fundamentalmente cambiar y elevar la forma en la que todos nos relacionamos mutuamente.

Circuit NoiZe, una revista nacional que cubre esta escena, fue fundada en 1993 con la misión específica de enfatizar en los aspectos espirituales del circuito. Los artículos elogiaban "el poder espiritual" de "un solo organismo en el dancefloor" reinterpretando los rituales sagrados de las religiones extáticas pre-monoteístas. El concepto, sin embargo, es mucho más antiguo que la revista (ahora llamada únicamente noiZe, y de la cual soy el actual editor).

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En 1980, el difunto Bruce Mailman abrió the Saint, el megaclub definitivo en el lado este de Nueva York. Fue ahí que se fundó la Black Party, y rápidamente se convirtió en su evento distintivo. Durante algunos años entre 1980 y 1988, the Saint fue como el santuario para el "viaje" musical de 18 horas que sus miles de miembros gay embarcaban cada noche de sábado. En una declaración doctrinal, Mailman escribió cómo los antiguos ritos druidas de primavera fueran una de las principales influencias para la Black Party.

The Saint estaba destinado a durar pocos años, fue víctima de la epidemia de SIDA que destruyó a muchos de sus miembros. Luego de su muerte, sin embargo, los DJs esparcieron el evangelio del viaje de toda la noche. Las primeras fiestas del circuito, tales como la Red Party en Columbus, Ohio y la White Party en Miami, con una fuerza de 30 años hasta la fecha, han funcionado como recaudadoras de fondos para las organizaciones locales en contra del SIDA que carecen de fondos. Las fiestas del circuito también fueron definidas como la creación de espacios sagrados donde los hombres gay podrían reunirse para celebrar su identidad sin hostilidad y sin ser juzgados.

Incluso luego de reunir una comunidad devastada y conflictuada, muchos eruditos gay dirigidos por Kramer se manifestaron en contra de fiestas de esa índole, impulsados por el comportamiento que creó esa epidemia en primer lugar. Sus argumentos podrían parecer justificados por la forma en que los promotores gay se dirigieron hacia la escena con mega-eventos con fines de lucro como la White Party de Palm Springs. Justo como los raves se transformaron en festivales de EDM, supervisados por conglomerados y solicitando patrocinios corporativos, así también, las fiestas del circuito han sido corporativizadas.

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Con la comercialización del circuito, los críticos como Michelangelo Signorile lo vieron como algo anti-espiritual, extensiones superficiales de hombres gay urbanos consumidos por las drogas, fascismo corporal y consumo conspicuo. En su libro de 1997, Life Outside, Signorile escribió acerca de las fiestas del circuito en un capítulo sarcásticamente titulado "La Iglesia Evangélica del Circuito": "Los gimnasios son los templos del culto. Los clubes nocturnos y los clubes sexuales sus santuarios. Y las drogas … son los elíxires místicos y las pociones que nos llevarán a un lugar más elevado donde todo está bien y nos conectaremos con el alma de los otros".

Para 2007, me encontraba preguntándome en la revista Out  si estas fiestas podrían seguir siendo relevantes frente a estos cambios. Con el matrimonio y la formación de familias siendo algo común, ¿lo que se necesitaba era un "espacio seguro" para celebrar nuestra homosexualidad?

En los años que siguieron, sin embargo, el concepto de las fiestas del circuito se había esparcido a América Latina, Asia y África, y se había convertido en una de las formas más prominentes en las que los hombres gay se hacían notar. Songkran en Bangkok, el cual incluye una fiesta de espuma en un sauna gay, Jump en Taipei, cuatro días de fiesta en torno al año nuevo y MCQP de Cape Town se han convertido en eventos importantes donde los hombres gay afirman su identidad al crear espacios seguros y propios.

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Incluso en las democracias occidentales más desarrolladas, las fiestas parecidas a las del circuito están sufriendo. ¿Por qué? Hace siete años, DJ Manny Lehman me dijo, "Tenemos que hacer que nuestra subcultura perdure, porque es importante mantener lo que nos hace únicos y diferentes. Sí, se transformará. Los chicos podrán decir 'esto es cansado'. ¿Pero ellos tienen idea cuánto hemos trabajado para esto?

En la actualidad, muchos eventos parecidos al circuito, tales como Black & Blue en Montreal y el Love Ball de Viena, cuentan con una exitosa cantidad de asistentes gay y heterosexuales. He ido a ambos eventos muchas veces, y me he divertido un montón. Pero sin importar lo grandiosas que son estas fiestas, no niegan la continua importancia de reunirse en una celebración comunal de nuestra sexualidad.

En los siete años que han transcurrido desde que apareció mi artículo en Out, las fiestas nuevas como One Magical Weekend en Orlando y Masterbeat New Year en L.A. y Ascension on Fire Island han probado que los detractores estaban equivocados. Otras fiestas como la Black Party, que probablemente se moverán hacia locaciones underground en Brooklyn el año próximo, siguen evolucionando.

Cuando Weems escribió: "como un terreno de juego para fascistas corporales y putas de crack, el circuito ha sido una dimensión sagrada" en The Fierce Tribe, estaba bromeando, por supuesto. Pero cuéntenme entre esos que ven la naturaleza tribal del circuito como algo más importante. Porque si perdemos nuestra identidad, ¿para qué nos sirve la igualdad?

Este artículo apareció orginalmente en THUMP US.