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Música

Mala: "Suramérica tiene que darse cuenta de los tesoros que esconden sus jardines"

Luego de su travesía por la isla de Cuba, la leyenda del dubstep se sumergió en los orígenes de la música afroperuana para producir 'Mirrors', su segundo álbum en solitario.
Fotos por Tom D Morgan.

Este texto originalmente se publicó en THUMP Colombia.


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Dubstep, Deep Medi Musik, Digital Mystikz, DMZ. Todo aquel curioso interesado en el género descendiente del drum & bass y jungle a mediados del 2000, seguramente asocia estas etiquetas con una persona en específico, alguien incluido en ese puñado de leyendas que hoy por hoy siguen transformando el panorama de la música electrónica no comercial.

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Mark Lawrence, nacido en Croydon, un pequeño municipio al sur de Londres, supo irrumpir sin miedo en el ruedo del circuito británico bajo el nombre de Mala. Junto a nombres como Coki, Loefah, Peverelist y Appleblim, marcaron una época crucial en la escena inglesa, dando forma a un género conocido como dubstep, donde las excursiones de bajos y melodías raudas, cargadas de breaks y percusiones oscuras, ganaría miles de adeptos un par de años más tarde.

Ya sea como parte del mítico dúo Digital Mystikz, con el que produjo cortes como "Anti War Dub" –vinilo que en Discogs es vendido hasta por 300 euros–, o por su osadía en solitario al aventurarse en otras culturas, tal como lo hizo con su primer álbum Mala In Cuba, Lawrence es uno de los ingenieros sonoros más interesantes de los últimos tiempos. Motivado nuevamente por Gilles Peterson y su sello Brownswood Recordings, Mala presenta su segundo álbum en solitario, Mirrors, con el que se sumerge en las profundidades de la música afroperuana, para conocer sus orígenes, tradiciones y la manera en que su vasta riqueza ha logrado perdurar a través de los años.

Hablamos con el dueño y amo de los bajos místicos.

THUMP: ¿Cómo te cruzaste con Perú? Fue a través de tu esposa, ¿no?

Mala: Así es. Ella tiene varios amigos peruanos, y desde que nos conocimos, varios años atrás, siempre me hablaba de sus viajes a Perú. Desde aquel entonces siempre me pareció un país intrigante. Luego formamos una familia, por lo que se dificultaba viajar debido a los niños. Así que después del álbum de Cuba, Gilles Peterson y la gente de Brownswood Recordings me preguntaron si tenía en mente producir otro largo; me sugirieron un par de ideas y fue ahí cuando se me ocurrió planear un paseo familiar. Sinceramente, no tenía idea alguna de la música peruana, ni de su cultura, así que sería la oportunidad perfecta para aprender algo nuevo y experimentar con otros sonidos, otra gastronomía y otras personas.

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Cuando llegaste por primera vez a Perú, ¿cuáles fueron los principales contrastes que comenzaste a notar en comparación con la experiencia cubana?

Pensaría que inclusive desde antes de aterrizar en Perú, con el solo hecho de informarte ya comienzas a notar que hay muchísimas diferencias entre ambas culturas. Podrías decir que Cuba es una sola región, donde encuentras similitudes a lo largo de la isla cuando la recorres. En Perú, por su parte, convergen varias culturas y varias energías; el hecho de estar internado en la selva conlleva otras sensaciones a estar en la ciudad de Cusco o en Lima. Ni hablar de los paisajes, la comida y la misma música; es ahí donde encuentro que la cultura afroperuana le brinda un universo distinto de influencias al país. Y a medida que descubro todo esto, me siento liberado, porque sabía que al producir el disco podría abrir un espectro mucho más amplio de sonidos. Sin querer decir que me haya sentido limitado al crear el álbum de Cuba, pero todo el material que grabé en la isla era bastante similar, con una vibra, un color y un gusto bastante parecido, lo cual es hermoso, pero la diversidad en Perú es en verdad exorbitante.

Te tomó tres años poder terminar el álbum, ¿cómo dividirías el proceso durante este periodo de tiempo?

En realidad fueron dos años: llegué a Perú en noviembre de 2013, y lo finalicé en abril de 2015, pero no lo lanzamos hasta un año después. Hace un año el disco ya estaba listo, pero tuve muchos problemas con el arte; tenía varias ideas en mente, pero no lograba ejecutarlas tal como lo quería. Así que tuve que modificar el concepto del arte dos veces, hasta llegar a Fido, un fotógrafo peruano amigo de mi esposa. El hombre viajó a Perú y tomó varias fotografías, muy buenas, de paisajes desérticos y desolados.

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A Perú viajé cuatro veces. La primera vez viajé con mi familia y nos quedamos un mes. Tuve la fortuna de llegar con varias referencias de músicos de la región, gracias a Martín Morales, un amigo peruano radicado en Londres desde pequeño, dueño del sello Tiger's Milk, el cual se especializa en toda clase de música peruana, y quien además cuenta con varios restaurantes peruanos en Londres. Gilles Peterson fue quien me presentó con Martín, y fue el mismo Martín la persona que me introdujo rápidamente por algunos paisajes musicales propios de Perú. Algo que me sorprendió bastante, fue la reacción de algunos músicos locales tras ese primer encuentro, no podían creer que yo era Mala. Así que rompí el hielo bastante fácil, y lo que fueron encuentros pequeños de entrada, poco a poco se fueron extendiendo hasta llegar a otras personas, otros músicos, otros estudios. No estaba seguro de lo que quería componer, simplemente quería dejarme guiar por los sonidos tradicionales de todos estos grandes músicos. Quería aprender. Más allá de aprender sobre lo que estaba pasando en el plano electrónico de Perú, aprender sobre los sonidos del pasado.

Fue un proceso bastante fácil y natural. Me gusta que la vibra con los músicos sea lo más natural posible. Pienso que cuando entras al universo de otra persona, en este caso el de los músicos afroperuanos, no sería apropiado de mi parte llegar y ordenarles que toquen de una u otra manera, luego decirles gracias y regresarme a Europa. Cuando le preguntas a alguien si desea contribuir en algo a tu música, y esa persona se siente cómoda, entonces lo más seguro es que te brinde lo mejor de sí mismo.

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Lima y Cusco fueron las ciudades en donde más trabajaste, ¿no?

Sí, Lima y Cusco fueron nuestros centros de operaciones.

Es justo decir que eres uno de los artistas más grandes y respetados dentro de la música electrónica no comercial. Cuando visitas otro continente, Suramérica en este caso, ¿todavía hay gente que te reconoce?

¡Eso ni siquiera pasa en mi ciudad! La verdad he tenido mucha suerte a lo largo de mi carrera. La gente habla muy bien sobre mi contribución al escenario musical y es algo que agradezco mucho. Pero al mismo soy una persona tranquila, con una familia, que prefiere separar la vida privada con lo relacionado a la música. Tal vez si voy caminando por Bristol, Manchester o Londres, seguramente alguien dirá, "mira, ahí va Mala", pero no dejará de ser algo de nicho.

Estuviste también en Machu Picchu, al igual que en Urubamba, donde se encuentra localizado el Valle Sagrado de los Incas. Desde tu punto de vista, ¿es posible incorporar la "espiritualidad" propiamente en un disco? Teniendo en cuenta que es un término que conlleva cierto tinte de mercadeo en los últimos años.

Hay que ser cuidadoso cuando se pretende usar la espiritualidad para vender algo. Personalmente, respeto mucho el espíritu, sin importar de donde venga. Así que nunca usaría ese lado de la vida para obtener algo de popularidad o beneficios económicos. Lo considero una total falta de respeto. Pero al mismo tiempo, soy alguien que se siente conectado al espíritu, a la energía, y eso es algo que aprendí de Perú. Cuando la gente habla de Machu Picchu, de las civilizaciones que vivieron allí, de sus animales, sus ríos, sus montañas, se refieren a ellos como seres vivientes.

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Cuando estuve en Urubamba, tuve la oportunidad de compartir con un chamán, pero más allá de ese encuentro, aprendí que la perspectiva que se tenga sobre uno mismo y sobre la vida en general, es lo que te llevará con seguridad a través de la misma. Somos parte espíritu, y siempre buscaremos un significado más profundo de la vida, de sus misterios y de lo desconocido. Y fue esto lo que tomé a la hora de componer el álbum, algo bastante natural.

En términos musicales, has catalogado este álbum como música afroperuana. ¿Por qué decidiste enfocarte en esta corriente específica, en lugar de otros movimientos más llamativos como la cumbia o la misma electrónica andina?

Cuando escuché la percusión y los elementos pertenecientes a la movida afroperuana, de inmediato supe que esta sería la fuerza motora del disco. De igual manera, no puedo decir que es un álbum netamente de música afroperuana, o que solo haya sido inspirado por la misma. Honestamente, me hubiera encantado poder internarme en el Amazonas, pero debido al tiempo y a los niños no nos pareció lo más apropiado. Por estas mismas razones no se llama Mala In Perú, porque para ser un país tan pequeño, su riqueza es enorme, de muchas maneras. Ojalá algún día pueda volver e intentar algo distinto.

También he notado que mencionas instrumentos como el cajón, la cajita y la quijada como parte del proceso de producción del álbum. Instrumentos que tienen un fuerte arraigo con nuestras raíces latinas. ¿Por qué piensas que hay un porcentaje tan reducido de productores locales interesados por explorar nuestros recursos musicales? Pareciera que siempre nuestra inspiración es importada…

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Es bastante extraño, ¿no? No hace mucho tuve una conversación con alguien sobre este tema, y tal vez la conclusión sea que no te das cuenta del tesoro que esconde el jardín de tu casa. Si hay algo que noté estando en Perú, es que cada una de las personas que conocí se alegra y se enorgullece por ser peruano; algo que no suele pasar mucho en Londres, tristemente. Ustedes en Suramérica crecen con cosas fascinantes desde pequeños, y tal vez sea eso mismo lo que haga perder en cierta medida lo exótico. Para ustedes es una simple quijada, yo en cambio veía una mandíbula de un burro muerto usada como instrumento musical, ¡era algo extrañamente increíble!

Sabes, los que vivimos al sur de Londres, nos han criado sin saber nada de Perú, Colombia, Chile, Ecuador, Uruguay, y la lista continúa… Por ende, cuando un turista visita por primera vez alguno de estos países, se encuentra con un mundo totalmente diferente, y es ahí donde llega la fascinación.

Recientemente, hay una nueva ola de músicos emergiendo a lo largo del continente: Nicola Cruz, Dengue Dengue Dengue, Chancha Via Circuito, Barrio Lindo… todos tratando de consolidar la naciente escena conocida como "electrónica andina". ¿Te familiarizaste con algunos de estos nombres? ¿Pensarías que es el momento para que Suramérica entre de una vez por todas con firmeza dentro del escenario electrónico?

Es gracioso porque uno de los miembros de Dengue Dengue Dengue, Rafael, asistía a las primeras fiestas de DMZ que organizábamos en Londres. Luego al estar en Perú, pude tocar con ellos en una fecha, y me contaron que tenían gran parte de mis primeros discos. Así que el verlo a él, absorbiendo un poco de esa esencia drum & bass y dubstep, para luego retornar a su país y fusionar los bajos pesados con la cumbia; y ahora verme a mí llegando a su tierra para aprender un poco de su cultura, es lo bonito de la música, siempre se mueve en círculos.

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Pienso que todas estas fusiones musicales de Suramérica, ayudan en cierta a medida a derribar barreras. Por eso sería importante que la música de ustedes llegara al otro lado del océano, para que, al igual que intento con Mirrors, sean muchas más las personas interesadas en escuchar la música de Sylvia Falcón, o que al leer los créditos del álbum conozcan los demás músicos y sus proyectos.

Además de estos proyectos locales, hay varios colegas tuyos como Quantic, El Buho, Floating Points, inclusive Gilles Peterson, quienes también han mostrado interés por los sonidos de nuestras montañas, nuestras aves y nuestros ritmos nativos. ¿Cuál dirías que es el plus que tienen los productores británicos comparado con el resto de la escena? Porque si hay una escena a la que no le importan las barreras, es a la inglesa.

Es una gran pregunta. Es interesante que lo menciones porque yo no lo veo de esa manera, aunque en realidad pueda serlo. Pero nunca lo he mirado desde esa perspectiva. La verdad no tengo idea. ¿Será la economía? Quisiera encontrar una respuesta que pudiera aclarar esta aseveración, pero supongo que ha sido la suerte el factor más incisivo en este caso.

¿Te molesta que todavía asocien la etiqueta dubstep con tus últimas producciones?

La verdad me siento bastante agradecido y honrado por la manera en que se habla sobre mi contribución al dubstep. Lo curioso es que nunca he sentido que soy un productor de dubstep, simplemente trato de hacer música que me apasiona, inspirado siempre por diferentes cosas. Tal vez por eso sea de los pocos productores de mi escena que se atreve a sumergirse en ese tipo de desafíos, porque no es para nada fácil irse de repente irse a Cuba o Perú a grabar y tratar de crear un álbum. Son mundos totalmente distintos.

Dejando a un lado la música, ¿cuáles fueron aquellos puntos relevantes del viaje que te marcaron?, ¿qué tal el ceviche?

Sin palabras. El ceviche es en verdad increíble, el lomo saltado, las bebidas como el pisco y la chicha morada, pero algo que me marcó bastante, la noche en que arribamos a Perú, llegamos tarde y los niños estaban con hambre y bastante cansados. Cuando llegamos a la casa que nos habían prestado, la dueña de la casa de inmediato nos mandó a traer un pollo de rotisería, y sinceramente, ha sido el mejor pollo frito que me he comido en la vida.

Pueden escuchar y adquirir 'Mirrors', al igual que otras producciones de Mala, por acá.