Mi primera vez en The BPM Festival
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Música

Mi primera vez en The BPM Festival

¿Cuántas veces puede uno disfrutar de la mejor noche de su vida?

El sol, la arena blanca y tersa, y los maravillosos tonos azules del Caribe mexicano, sirven como escenario al BPM Festival que cada año pone a bailar a sus asistentes con un gran y variado line up. Al pensar en este evento, recuerdo las imágenes que circulan en las redes sociales con multitudes eufóricas brincando en el dancefloor frente a un DJ que hace bailar a toda esa gente bonita en traje de baño. Parece un paraíso en el paraíso. ¿En verdad lo es? Este año asistí para responder esa interrogante y esto es lo que viví.

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Llegué a Playa del Carmen cuatro días antes de que iniciara el festival. Para mi sorpresa, la publicidad del evento no era excesiva y no abundaban los PR vendiendo boletos. Todo transcurría de manera normal. Acudí a uno de los antros que forman parte del BPM y me dijeron que venderían tickets hasta que iniciara el festival si es que cada evento no era sold out antes, y que fuera a la taquilla del BPM si quería adquirir mis entradas con anticipación. Esa fue mi primera parada al día siguiente. Ahí todo era orden y tranquilidad. Sin embargo, no pude comprar nada pues, a pesar de que aceptan tarjetas de débito y crédito, así como efectivo en pesos y dólares, no reciben American Express y ese, precisamente, era mi método de pago. Por fortuna, estos chicos tienen todo previsto pues aceptan Amex en la app del evento. Además, al adquirir boletos en línea, recibes un código que te permite el acceso a cada venue ya que lo escanean en la entrada. Me parece que esto es más práctico para no cargar boletos impresos que se pueden dañar en la playa o en la fiesta pero, claro, esto depende de cada quien.

Los mejores y más intensos sets del BPM Festival 2016

A diferencia de los días anteriores, la noche previa al inicio del evento, evité agarrar la fiesta con la intención de descansar y darle con todo al BPM. Cabe mencionar que para esta fecha, ya llevaba ocho días de fiesta y era necesario recargar pila. No pude dormir ya que mi hotel estaba junto al Blue Parrot y se escuchaba la música de los antros de la calle 12.

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Llegué puntualmente al primer evento en el Wah Wah Beach Bar, el lugar que me dio mis primeras y más grandes novatadas. A pesar de que la música sonaba intensamente, en el lugar aún seguían preparándose para el evento lo cual les tomó dos horas más. Dado que las fiestas de día se realizan en clubes de playa, siempre imaginé que habría una parte con camastros para broncearse. Una vez dentro, me di cuenta de lo equivocada que estaba pues, al menos en este lugar, no había ninguno; solo mesas con sillas, un par de salas y sombrillas. Para tener una mesa con cuatro sillas se requería el consumo de cinco botellas. Unos minutos después, redujeron ese consumo a tres. Ninguna de esas opciones era adecuada pues yo solo iba con mi novio y aún faltaban 15 horas de fiesta.

Teníamos que administrar nuestra ingesta de alcohol. Por ello, optamos por beber cerveza. ¿Precio? 70 pesos por lata. Comimos un burrito de jamón bastante bien servido por el que pagamos 150 pesos. Pasaron unas horas y el lugar no se llenaba. Sin embargo, en la playa, varios grupos de personas disfrutaban de la música así como de la compañía de sus flamantes hieleras y botanas a pesar de no tener boletos para el evento. A ellos, solo se les podían unir los asistentes al BPM que portaran pulseras de acceso de tres ó 10 días. Por desgracia, yo no contaba con ese beneficio pues mi boleto era general y si salía, solo podría reingresar al comprar otro acceso. Sí, odié a todos. Incluso pensé que había sido un gran error comprar el boleto pero esto cambiaría cuando, al entrar al baño, me di cuenta de que la verdadera fiesta estaba en la parte techada del lugar y no afuera, en la arena, como yo imaginaba. A pesar de que el evento no estaba a reventar, la gente en el dance floor bailaba con mucha entrega y sin pretensiones. La mayoría llevaba pequeñas mochilas que les permitían bailar con libertad sin perder de vista sus pertenencias. El calor era muy intenso y de inmediato me bañé en sudor. Volví a salir de la parte techada y ya había más gente en las mesas del beach bar. La fiesta continuó.

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Antes de ir al hotel a tomar un baño, era necesario cenar. Aún faltaba un evento más y tenía que alimentarme bien para enfiestar a lo grande pues, por fin, bailaría al ritmo de Sasha. Mientras mordía una jugosa hamburguesa, no imaginé que la mejor noche de mi vida estaba por escribirse.

A las 10 p.m., la fila en el Blue Parrot ya era larga. La entrada del lugar estaba decorada con elementos alusivos a la fiesta de Ants, lo cual hacía que mi emoción aumentara. Las puertas se abrieron a las 10:30 p.m. Todo estaba perfectamente organizado: una fila para brazaletes, otra para gente con boleto o código y una más para la taquilla. Cuando entré al lugar, Secondcity estaba tocando y la gente de inmediato comenzó a bailar. Los visuales comenzaban a iluminar la hormiga en relieve que colgaba sobre el escenario. Recorrí el club y descubrí, con sorpresa, que los precios eran más bajos que en el Wah Wah pues aquí, la cerveza costaba 60 pesos. Para pagar con cualquier tipo de tarjeta, el consumo mínimo era de 400 pesos. ¿Corto de efectivo? No te preocupes, dentro hay un cajero que da dólares. Me sorprendió ver que, a pesar de que el lugar estaba lleno, la mayoría de las mesas estaban vacías. -¡Genial! La gente viene a disfrutar la música- pensé. Y así fue. Pude ver innumerables estilos de outfits en los asistentes; sin embargo, predominaba la comodidad y la ropa ligera. Era de esperarse pues la noche era larga y el calor, intenso. A las 2 a.m., seguía entrando gente al evento y las mesas comenzaron a ocuparse. Para tener mesa, debías consumir más de 10 mil pesos. Si solo pedías una botella, necesitabas encontrar un rincón en el piso o sobre alguna bocina para colocar tus bebidas. Poco antes de las 3 a.m., el lugar estaba lleno. Cuando Sasha empezó su set, la euforia aumentó hasta que nos volvimos locos. Por doquier, vi rostros sonrientes y cuerpos bailando en libertad. La colonia de hormigas se había apoderado del lugar y todos estábamos a su merced. En ese crisol de nacionalidades, todo giraba alrededor de la música; el ambiente estaba teñido de PLUR (peace, love, unity, respect). Esto, en efecto, es el BPM. Los pocos posers que había pasaron a segundo plano. Algunos asistentes comenzaron a irse pero la mayoría permanecimos hasta las 6 a.m., hora en que terminó la presentación de Andrea Oliva, para después partir a nuestras habitaciones, departamentos, playa o afters.

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Lo mejor de la moda en The BPM Festival

La grata impresión que me dejó el showcase de Ants perduró hasta el día siguiente a pesar del cansancio. Por la mañana, regresé al Wah Wah para el showcase de Black Butter Records de THUMP. Este era mi décimo día de fiesta y necesitaba descansar pues me esperaban dos eventos más. Fui al club de playa que está junto al venue y me recosté en un camastro mientras escuchaba los sets del BPM. A las 6 p.m., entré al lugar y no me separé de la pista a pesar de que, lo confieso, no conocía a la mayoría de los DJ que se presentaban. En efecto, el BPM también brinda la oportunidad de conocer y bailar al ritmo de nuevas e interesantes propuestas.

Una vez más cené y me preparé para mi último evento en el BPM: ENTER. de Richie Hawtin. A diferencia de la noche anterior, la atmósfera de esta presentación era mucho más densa, oscura y misteriosa. Amé que la naturaleza de cada evento se reflejara en la iluminación y en los colores predominantes. Mis tenis volvieron a sentir el rigor de mis pies con cada paso de baile pero tantos días de fiesta ya causaban estragos en mí. Cuando ya no pude más, me fui con pesar pues hubiera deseado quedarme hasta el final. A pesar de eso, estaba consciente de la importancia del descanso para poder continuar la fiesta. No me quedaba duda de que ese fue mi error y que ahora estaba pagando el precio.

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Después de dos días en el BPM, me queda claro por qué este festival atrae a una gran variedad de turistas de diferentes partes del mundo. Me voy de Playa del Carmen sumamente adolorida por tanto baile y con una cruda terrible pero con una gran satisfacción de haber vivido semejantes fiestas. Después de todo, ¿cuántas veces puede uno disfrutar de la mejor noche de su vida?

Karen continúa la búsqueda de nuevos horizontes musicales. Está en Twitter.