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Música

Los hongos están ayudando a los adictos a encontrar a Dios y volver a la sobriedad

La psilocibina puede tener un sorprendente beneficio en aquellos que luchan contra la adicción.

Este artículo se publicó en Tonic, nuestra plataforma dedicada a la salud.

Han pasado dos semanas desde el último trago de Jack.

Cuando los investigadores le pidieron que dejara la bebida en ese preciso instante, Jack no estaba seguro de poder hacerlo –en su peor momento, el hombre de 26 años bebía de 30 a 40 cervezas al día, lo que es un consumo de alcohol 95% mayor al promedio. Él sabía que tenía un problema. Había probado con AA y rehabilitación; hasta había tomado disulfiram, una droga recetada que provoca nauseas cuando se combina con alcohol. Cuando accedió al estudio, fue, como él mismo dijo, "por desesperación". Jack escuchó mientras los investigadores le explicaban nuevamente lo que tenía que hacer –casi sin creer las instrucciones. Luego se reclinó en el sofá de gamuza, tomó el par de audífonos que estaban sobre la mesa a su lado, y se los puso. La música ambient sonaba. Se puso el tapaojos en la cara, respiró profundamente, y deslizó la cápsula de 25 miligramos de psilocibina bajo de su lengua. Y después tragó.

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Los psicodélicos asustan a Jack –así como a muchas personas. "Siempre me mantuve lejos de ellos", dice. "No quería tener la posibilidad de un mal viaje o una mala experiencia". Sin embargo, en condiciones controladas, una cantidad creciente de estudios aprobados por el gobierno en las últimas dos décadas han arrojado que los psicodélicos como la psilocibina –alcaloide activo en los hongos mágicos– podrían tener sorpresivas ventajas, especialmente en el tratamiento de enfermedades como el alcoholismo.


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La Universidad de Nueva York está llevando a cabo la fase dos del estudio doble ciego aprobado por la FDA y la DEA (Administración de Alimentos y Medicamentos y Administración para el Control de Drogas, respectivamente), siguiendo un estudio de demostración conceptual prometedor en la Universidad de Nuevo México publicado el pasado año. Esta investigación es la primera en más de cuatro décadas en usar psicodélicos para tratar el abuso de alcohol –180 pacientes serán tratados en los siguientes cinco años, lo que lo convierte uno de los ensayos clínicos más grandes en usar un alucinógeno como la psilocibina, que todavía está clasificada como una droga de la Lista I, una categoría reservada para cualquier sustancia con una alta probabilidad de abuso sin beneficios comprobados.

"Siempre he estado fascinado por cómo las personas cambian y cómo la droga funciona", dice Michael Bogenschutz, psiquiatra e investigador a la cabeza de ambos estudios. "En ese contexto, me di cuenta de que la gente presentaba cambios repentinos luego de años de lucha contra la adicción". Estudios como el de Bogenschutz buscan desmentir la idea de que la psilocibina no puede ser una medicina, y muestra que los tratamientos que la usan pueden incluso inducir ese cambio, inspirándolo en un nivel más fundamental e impulsado por el ego.

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Experimentar una pérdida total del ego, o "la muerte del ego" –es decir, la pérdida de identidad o del sentido de la realidad física– es una forma común en la que las personas describen el uso recreacional y no supervisado de los psicodélicos, lo que también es potencialmente aterrador. Pero eso no es necesariamente lo que lo que participantes del estudio como Jack experimentan en sus sesiones, dice Bogenschutz. En lugar de eso, está viendo que emerge un nuevo patrón entre muchos de los 30 sujetos que ha tratado hasta ahora: el de "ser tocado por Dios", o al menos tener consciencia de un poder superior. Hank, otro participante del estudio, creció en una familia agnóstica. A los cuarenta años de edad veía como su matrimonio se desplomaba y su padre moría. Lloró por casi ocho horas durante su primera sesión de psilocibina. En la segunda, tuvo una visión de su padre como esqueleto mientras tenía el tapaojos puesto.


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No fue para nada un episodio placentero o fácil para Hank, pero más de un año después, mantiene que pudo "ver que hay otro plano de todo esto", y que vio lo que necesitaba ver. "Eso le permitió a mi subconsciente abrirse y dejarme trabajar en las cosas que me preocupaban de mi vida". Todo esto nos hace preguntarnos: ¿Puede la psilocibina ser un facilitador hacia un poder superior? Y, ¿podría esta droga acelerar el progreso de las persona hacia la recuperación?

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Encontrar a Dios para curar una adicción no es nada nuevo. William James, conocido como el Padre de la psicología americana, escribió en su libro de 1902, The Varieties of Religious Experience, "La única cura para la dipsomanía [alcoholismo] es la religiomanía". Pero el ejemplo contemporáneo más famoso es Bill Wilson, mejor conocido como "Bill W.", cofundador de Alcohólicos Anónimos, y cuyo despertar espiritual precipitó su camino hacia la sobriedad.

"Me sentí elevado", escribió Wilson en su revelación, la cual ocurrió durante una hospitalización en 1934, "como si el viento limpio de la cima de una montaña soplara aclarándolo todo. Dios le llega gradualmente a la mayoría de los hombres, pero Su impacto en mí fue repentino y profundo". En la mitad de los Doce Pasos se menciona a Dios ya sea por nombre o como "Él", y se le describe en otro paso como "un Poder superior a nosotros [que] podría devolvernos nuestra cordura".

Unos 20 años después, Wilson experimentó con LSD –un psicodélico mucho más difícil de controlar que la psilocibina, pero el más experimentado del momento– y pensó que era algo que potencialmente cambiaría las reglas del juego para el movimiento de la recuperación. Mientras tanto, el psiquiatra Humphrey Osmond, quien se convertiría en amigo de Wilson, administraba LSD a pacientes alcohólicos internados en el Hospital Weyburnm en Saskatchewan, Canadá. Esto fue en 1953, justo a principios de la exploración con psicodélicos en la comunidad psiquiátrica, en la época donde esas sustancias todavía eran legales. (Fue Osmond quien acuñó el término "psicodélico" en una carta al autor y colega psiconauta, Aldous Huxley: "Si quieres explorar el infierno o elevarte a los cielos, solo toma una pizca de psicodélico").

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"Bill Wilson pensaba que el LSD podría ayudar a los alcohólicos incrédulos a experimentar el 'despertar espiritual' al centro de los doce pasos", escribe el autor Don Lattin en Distilled Spirits, su libro de 2012 sobre Wilson y AA. Pero por otro lado, no estaba nada entusiasmado con esta estrategia.


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"Desde el comienzo fue muy controversial dentro de AA", dice Lattin. No paso mucho tiempo antes de que Timothy Leary pusiera al LSD en las portadas de las noticias, e inevitablemente todas las investigaciones clínicas visibles con psicodélicos se detuvieron hasta la década de los 90. Ahora el nuevo modelo de terapia con psicodélicos –recuperado de la década de los 50 y repensado para el siglo XXI– podría ser capaz de inducir químicamente el mismo tipo de despertar espiritual y transformador, y ofrecer un nuevo paradigma de tratamiento, uno que mezcla el modelo de sanación antigua de la religión y la espiritualidad con los estándares contemporáneos de la práctica segura de la medicina.

"No te estás enfocando en porqué la loza del techo se está moviendo", dice Hank sobre una sesión típica. "O cómo la luz te pega en los ojos en una dirección u otra, o en que el ocaso sea tan hermoso. En lugar de eso, estás completamente inmerso en la experiencia superior de las que todos hablan".

Los investigadores han elegido estratégicamente la psilocibina, y no el LSD, como el punto focal de esta investigación. "El historial político con el LSD es sencillamente extraordinario", dice Matthew Johnson, un psicólogo y coinvestigador en el estudio de la psilocibina de Johns Hopkins. "Todavía se asocia con la contracultura de los 60". Una sesión de LSD también podría durar hasta doce horas, y es común tener un bajón difícil. "La psilocibina encaja perfectamente en un jornada laboral –de cinco a seis horas", dice Johnson. "Y termina cuando termina. Se desvanece un poco, y luego desaparece", agrega.

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No todos los que toman psilocibina tienen una experiencia mística, y para los que sí llegan a algo espiritual, los psicodélicos como la psilocibina no son los agentes exclusivos de esa conexión. "Es casi más interesante para mí que las personas tengan experiencias como estas sin la ayuda de ninguna droga", dice Bogenschutz. "Porque eso te dice que es una experiencia humana normal. No es solamente estar intoxicado. Muchas personas toman altas dosis de psicodélicos y no pasan por eso, así que no es un efecto directo –la droga hace posible que estas cosas pasen más frecuentemente de lo que pasan en las vidas diarias de las personas".

Sin embargo, sigue siendo un misterio para las personas que estudian la psilocibina cómo esta facilita estos momentos de epifanía. "No tenemos idea [de cómo funciona]", dice Johnson. "Hay evidencia de que los cambios importantes en la actividad de las redes del cerebro se asocian con sentimientos crecientes de unidad", dice. Los investigadores también han encontrado que la droga estimula un receptor primario –la serotonina 2A– y que enciende las regiones del cerebro que controlan la segregación de serotonina. A pesar de eso, Johnson agrega que todavía no hay registros de cómo la psilocibina podría afectar de forma diferente el cerebro de un adicto en comparación con el de otra persona. Muchos estudios también son preliminares, y la mayoría de los hallazgos hasta ahora son especulativos. "En este momento, podemos decir mucho más de los mecanismos psicológicos que de los biológicos".

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Los estudios en donde se usan las imágenes cerebrales –uno de las cuales dirige el equipo de Johnson– también están en sus primeras etapas. Un estudio apunta a examinar los psicodélicos en relación a lo que se conoce como la red neuronal por defecto –regiones del cerebro responsables del pensamiento referencial– que se desestabiliza bajo la influencia de psilocibina. Esta red es también hiperactiva en personas con trastornos de estados de ánimo como la depresión y la adicción, dice Johnson. Algunos investigadores creen que si puedes hacer que esos núcleos se rompan, eso podría desencadenar un colapso subsecuente del ego –aumentando las probabilidades de una experiencia transformadora.


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Mientras tanto, algunos de los participantes del estudio de Bogenschutz, piensan que esta experiencia va más allá de lo que puede explicar la neurociencia. En otras palabras, ellos realmente creen que han experimentado un fenómeno que no es de este mundo. "Hay una mujer que entrevisté [del estudio de Bogenschutz] que fue criada como católica", dice Lattin, quien actualmente está trabajando en un nuevo libro sobre el movimiento de terapias asistidas por psicodélicos. "No había estado en una iglesia en años, y no se creía religiosa, pero básicamente tuvo una visión de Jesús durante su sesión de psilocibina".

Jack no experimentó ningún dogma en específico en sus sesiones activas, pero dice: "ese fue el momento más espiritual que he tenido. Era como un poder superior. Puede que haya sido Dios". El punto importante para Jack no son los detalles de lo que vio o sintió durante sus sesiones, sino que recibió el llamado de atención que necesitaba para despertar. "Es casi como si estuviera en una de esas jaulas en las que te ponen debajo del agua para ver a los tiburones. Estoy al borde del precipicio, y en aguas peligrosas, pero puede verlo claramente. Puedo ver de cerca la enfermedad y cómo me ha afectado. Es casi como ver a la muerte directamente a la ojos".

El simple e inevitable hecho de que la psilocibina sea una droga recreacional puede ser el obstáculo más importante para que pueda convertirse en una opción realista que los terapeutas puedan recomendar. "Sí suena comprensiblemente absurdo para algunas personas", dice Johnson, quien no tarda en señalar que raramente se abusa del tipo de drogas que contienen psilocibina, y que no se conocen por ser adictivas. "No conducen a la búsqueda compulsiva de la droga", dice. "La mayoría de las personas tienen que ser valientes para usarlas frecuentemente, en lugar de resistir la tentación de seguir usándolas". Sin embargo, es necesario investigar más para saber si hay alguna consecuencia a largo plazo en el uso de la psilocibina –como el cambio en la química del cerebro de los pacientes. Mientras tanto, Jack dice que el enganche que alguna vez tuvo con el alcohol todavía no ha vuelto. "Ahora me enfoco en las cosas que me importan", dice. "Es como si el mundo comenzara a tener sentido. De cierta forma, todo se respondió". Los nombres de los participantes del estudio han sido cambiados para proteger su privacidad.