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Música

Orgullo Dance: Los orígenes gays de la música dance

¿Vale la pena ver a la música dance a través de un lente gay en el 2014? ¿Es simplemente un ejercicio de nostalgia inexperta? Intentaremos contestar en una serie de este mes en celebración al Orgullo.

El 11 de mayo de 2014, la Red Bull Music Academy organizó un evento al aire libre en el Hudson Square en Lower Manhattan para celebrar la vida de Larry Levan, uno de los creadores de la música house. Esta fiesta de alto perfil fue parte de un esfuerzo más amplio para renombrar la sección de King Street en donde se llevó a cabo como Larry Levan Way, en honor al infame DJ y el igualmente legendario club, el Paradise Garage, que hace mucho conformaba parte de la misma cuadra.

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Cientos de fiesteros llegaron a King Street la tarde de ese domingo, mientras que miles más sintonizaron en línea para ver el stream en vivo de los bailarines moviéndose y bailando bajo el sol a los viejos sonidos de disco underground tocado por los discípulos de Levan, François Kevorkian, David DePino y Joey Llanos. Haya sido una experiencia personal o virtual, algo rápidamente se hizo evidente en el Larry Levan Street Party, este no era tu típico público de música dance.

Con una edad promedio arriba de los 30 (si no es arriba de los 40), ésta claramente era una fiesta para adultos. Un segundo vistazo y la composición multirracial del público no solo se inclinaba hacia los negros y los latinos, sino que estaba conformada casi exclusivamente de minorías—y no sólo racialmente. Un porcentaje considerable de los asistentes en el Larry Levan Street Party eran gays. Era, visto a través del neblinoso filtro de la historia, una vista clara de las raíces de la música dance como nunca se habían visto. Una subcultura que, conforme los primeros rayos de derechos homesexuales empezaron a salir del closet, dio a luz a la cultura de música dance que ahora existe alrededor del mundo.

La profundidad a la que uno puede llegar escarbando en la historia de la música dance gay es limitada sólo por cuán profundo desee uno cavar. El autor Luis Manuel-Garcia recientemente llegó aún más profundo que la mayoría dentro de su artículo en Resident Advisor, An Alternate History of Sexuality in Club Culture, un pesado artículo que sorprendentemente se convirtió en una de las piezas más leídas del portal de techno internacional.

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"Nadie realmente niega que el disco salió de la vida nocturna gay," Manuel-Garcia aclara vía e-mail. "Pero conforme el house se convierte en acid-house se convierte en techno y en todos los demás sub-géneros, de alguna manera la gente gay se escapa de la narrativa establecida y desaparece."

Un hombre gay, no en cuestión, David Mancuso y su infame fiesta Loft—marcado por casi todos los autores, incluyendo a Manuel-Garcia, como la zona cero del comienzo del disco, gay o no. Estos primeros afters privados de principios de los 70s los realizaban el anfitrión y una red de bailarines dedicados dentro de la comunidad gay neoyorquina, incluyendo a Levan y a Frankie Knuckles (el "padrino de la música house," quien trágicamente se murió semanas antes de que la Larry Levan Street Party se llevara a cabo). Levan y Knuckles tomaron su pasión musical del Loft de Mancuso y empezaron a tocar en el Continental Baths, una casa de baños gay que, famosamente, sirvió como la plataforma de lanzamiento de la carrera de Bette Midler.

Knuckles se mudaría a Chicago, en donde tomaría una residencia como DJ en The Warehouse, y en el proceso le daría a la música house su nombre de género. Levan permanecería en Nueva York, en donde su propia residencia en el Paradise Garage actuaría como otro catalizador clave para la cultura DJ como la conocemos hoy en día.

Tanto The Warehouse como Paradise Garage ofrecieron una valiente versión underground de la fiebre disco que arrasó a un país completo de mediados a finales de los 70s. Fue un fenómeno cultural famosamente sintetizado en el esplendor del Studio 54, pero retratado con exactitud en la contradicción del chico malo-bailarín interpretado por John Travolta en Fiebre de Sábado Por La Noche. Esta disonancia cognitiva de las masas del mainstream eventualmente sufriría un colapso de una manera espectacular, con "disco sucks" convirtiéndose rápidamente en el grito de guerra anti-dance y anti-gay por asociación, (el lema mismo era un insulto homofóbico apenas disfrazado).

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Lejos del núcleo de la hostilidad que consumía al disco mainstream, los clubes gays urbanos continuaron nutriendo el sonido disco que se transformaría en música house y techno a principios de los 80s. En clubes gays como el Music Box de Ron Hardy en Chicago y Heaven de Ken Collier en Nueva York, The Saint marcaría el comienzo de una nueva era de sonidos electrónicos (muchos de orígenes de Italo-disco) y deslumbrantes shows de luces anteriores a la mayoría de la estética rave, y eventualmente los llamativos excesos del "EDM" actual.

Sin embargo, a pesar de estos pocos eventos atípicos, esta época aparentemente fértil para innovación en la música dance era, de hecho, un período sin explotar dentro de su popularidad. Innegablemente, el SIDA sólo agravó el problema, diezmando a mucha de la generación clubera a través del miedo y su sentencia de muerte transmitida sexualmente.

La música dance no entregaría otra cosecha de beats hasta finales de los 80s, esta vez en el Reino Unido con el acid house y la revolución rave. Impulsado por los poderes agudizantes del éxtasis con la empatía, esta escena famosamente convirtió a güeyes peleoneros en bobos amorosos. A pesar de íconos gays como Tony De Vit y el infame club londinense Trade, una gran mayoría de la escena acid house practicaba la sexualidad heteronormativa de la cultura mainstream. Lo mismo ciertamente se podría decir al respecto de la escena rave de Estados Unidos que surgiría en los 90s.

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Se podría discutir que la gota que derramó el vaso de la era original de música dance gay fue cuando el ícono de la vida nocturna Michael Alig asesinó a su dealer de drogas y maricón colega Angel Melendez en una rabia alimentada por las drogas. Fue un doble homicidio literal y metafórico que acabó con la vida del joven, al igual que con la extravagante escena de Club Kids en Nueva York, la cual gobernaba Alig después de escaparse de sus propias raíces rurales del Medio Oeste de Estados Unidos. Uno se podría sentir tentado a analizar la ironía de que un hombre blanco del Medio Oeste matara a un hombre latino de Manhattan, y que simultáneamente acabara con 20 años de innovación de música dance gay en el proceso.

De ese punto en adelante, la música dance de los 90s se definiría por una estética casi asexual, puros pantalones andróginos que eran completamente lo opuesto a la mezclilla abraza-caderas del disco. En 1997, Palladium, el club fundado por los empresarios de Studio 54 Steve Rubell e Ian Schrager y el club que alguna vez fue la Meca de la vida nocturna gay y verdadera música de DJ en NY, cerró con un set, ahora legendario, de Junior Vazquez. Ese mismo año, The Prodigy cantó "Smack My Bitch Up," y cualquier noción de las raíces gay de la música dance fueron prácticamente borrados. El electroclash intentó recuperar la fabulosa moda de la escena, pero se vió atrapado en un afecto agitado a pesar del sincero descaro de Larry Tee y el feminismo gay de Le Tigre.

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La otra cara de esa moneda fue impulsada por el redescubrimiento de vieja música dance gay, en su mayoría, gracias a nerds musicales heterosexuales de Brooklyn. Encabezado notablemente por fachosos como James Murphy, junto a The Rapture y Juan Maclean, estos nuevos flautistas de Hamelín de la música dance underground ansiosamente volvieron a enseñarles el disco y el house a una generación de hipsters previamente alimentados por una estable dieta de The Strokes y cerveza PBR.

Esto de ninguna manera es para intentar posicionar a las varias generaciones que cultivaron creadores de beats, como anti-gay. De hecho, uno podría fácilmente discutir que este grupo en particular conformado de casi puros músicos heterosexuales hizo el trabajo de conservar la historia de música dance gay mejor que la misma comunidad gay, que se volvió completamente obsesionada con divas del dance mainstream como Lady Gaga en el ínterin de las décadas. Pero eso no cambia el hecho de que el interés en la música dance gay vieja era casi académico por naturaleza, a pesar del número de hipsters sin playera que se cayeran de borrachos en Last Night's Party.

También existe una marcada diferencia entre conservación y creación cultural. Estaría complicado identificar innovaciones reales legítimamente identificados como gays dentro de la música dance en los últimos 20 años. Quizás es demasiado pedir. La cultura gay, al menos una subsección urbana negra y latina, ya ha engendrado una era (de una década) de cultura orientada por los DJs que actualmente eclipsa la popularidad tanto del rock como del hip-hop, 40 años después de su comienzo. Siendo realistas, ningún movimiento puede esperar mantener más que breves rastros de su estado de minoría una vez que llega al mainstream. Simplemente es un juego de números.

Así que, ¿vale la pena ver a la música dance a través de un lente gay en el 2014? ¿Es simplemente un ejercicio de nostalgia inexperta? Estas son preguntas que intentaremos contestar en una serie de este mes en celebración al Orgullo. Una cosa certera es que una parte de practicar la igualdad es darle igualdad a sucesos históricos que caigan fuera de la experiencia de la mayoría. La música impulsada por DJs puede que hace mucho haya abandonado sus orígenes como minoría, pero sigue siendo esencial que su historia no se pierda.