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Música

La mezcla de todos los ritmos latinos soy yo: Happy Colors

El reto de seguir rompiendo las barreras de ser un latino en Estados Unidos que produce electrónica.

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A través de su campaña We're Open, Smirnoff demuestra estar comprometido con promover y ampliar la inclusividad en el mundo, buscando derribar fronteras y prejuicios territoriales, de lenguaje, género y preferencia sexual.

En esta ocasión, gracias a Smirnoff Sound Collective conocemos a Happy Colors, un DJ y productor dominicano/americano cuya música y personalidad trascienden fronteras, y que demuestra cómo su relación con el mundo ya no depende de jurar alianza sobre una bandera, sino de inspirarse por todas las culturas y personas que conoces a lo largo de tu vida —algo especialmente clave en el mundo de la electrónica.

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El primer año fue el más difícil. Cuando tenía 12, Héctor Mendoza y su familia se mudaron de República Dominicana, el país en el que habían pasado toda su vida, a Estados Unidos, en búsqueda de mejores oportunidades. Pero, entendiblemente, el cambio afectó bastante a Héctor, quien apenas empezaba su adolescencia, y que recuerda haber sufrido un enorme shock cultural.

"Me acuerdo que el primer año yo no aguantaba, yo estaba loco por volverme a mi país," dice el productor hoy en día. "El 31 de diciembre, normalmente en Santo Domingo hacen fiesta y todo mundo está en la calle, hay bebedera… Cuando yo vine para [Estados Unidos] todo el mundo tranquilo en su casa. Yo me puse a llorar cuando dieron las 12. Estaba loco por irme pa' mi país de nuevo. Pero ya me acostumbré."

Con el tiempo, las cosas se normalizaron, hasta su primer regreso a Dominicana, cinco años después de su partida. En ese viaje, todo cambió, para bien y para mal. En el clímax de su adolescencia, Héctor regresó de su primer vacación a Santo Domingo más desmadroso que nunca, con una sed imparable por echar fiesta.

Relacionado: NAAFI y el cruce de fronteras en la escena club global

Poco después de su regreso a Florida, ya con el diablo adentro, Héctor decidió hacer una fiesta casera en la que todo se salió de control, al grado de que terminó castigado un año entero. "Yo estaba bien rebelde en esos tiempos," me dijo Héctor hace unos días desde Miami, en una entrevista por Skype. "Pensaba que yo controlaba el mundo. Por eso fue que me castigaron, para que no me fueran a matar en la calle."

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Sin saberlo, ese viaje, esa fiesta y el castigo subsecuente terminarían fungiendo como los catalizadores para que Héctor creara Happy Colors, proyecto de música electrónica que este año fue firmado por Sony Music, y el cual recibió hace unas semanas una nominación para los Grammys Latinos dentro de la categoría de Mejor Artista de Fusión/Interpretación Urbana (lo que quiera que eso signifique), gracias a su álbum El Negrito Happy.

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A través de su campaña We're Open, Smirnoff demuestra estar comprometido con promover y ampliar la inclusividad en el mundo, buscando derribar fronteras y prejuicios territoriales, de lenguaje, género y preferencia sexual.

En esta ocasión, gracias a Smirnoff Sound Collective conocemos a Happy Colors, un DJ y productor dominicano/americano cuya música y personalidad trascienden fronteras, y que demuestra cómo su relación con el mundo ya no depende de jurar alianza sobre una bandera, sino de inspirarse por todas las culturas y personas que conoces a lo largo de tu vida —algo especialmente clave en el mundo de la electrónica.


El primer año fue el más difícil. Cuando tenía 12, Héctor Mendoza y su familia se mudaron de República Dominicana, el país en el que habían pasado toda su vida, a Estados Unidos, en búsqueda de mejores oportunidades. Pero, entendiblemente, el cambio afectó bastante a Héctor, quien apenas empezaba su adolescencia, y que recuerda haber sufrido un enorme shock cultural.

"Me acuerdo que el primer año yo no aguantaba, yo estaba loco por volverme a mi país," dice el productor hoy en día. "El 31 de diciembre, normalmente en Santo Domingo hacen fiesta y todo mundo está en la calle, hay bebedera... Cuando yo vine para [Estados Unidos] todo el mundo tranquilo en su casa. Yo me puse a llorar cuando dieron las 12. Estaba loco por irme pa' mi país de nuevo. Pero ya me acostumbré."

Con el tiempo, las cosas se normalizaron, hasta su primer regreso a Dominicana, cinco años después de su partida. En ese viaje, todo cambió, para bien y para mal. En el clímax de su adolescencia, Héctor regresó de su primer vacación a Santo Domingo más desmadroso que nunca, con una sed imparable por echar fiesta.

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Poco después de su regreso a Florida, ya con el diablo adentro, Héctor decidió hacer una fiesta casera en la que todo se salió de control, al grado de que terminó castigado un año entero. "Yo estaba bien rebelde en esos tiempos," me dijo Héctor hace unos días desde Miami, en una entrevista por Skype. "Pensaba que yo controlaba el mundo. Por eso fue que me castigaron, para que no me fueran a matar en la calle."

Sin saberlo, ese viaje, esa fiesta y el castigo subsecuente terminarían fungiendo como los catalizadores para que Héctor creara Happy Colors, proyecto de música electrónica que este año fue firmado por Sony Music, y el cual recibió hace unas semanas una nominación para los Grammys Latinos dentro de la categoría de Mejor Artista de Fusión/Interpretación Urbana (lo que quiera que eso signifique), gracias a su álbum El Negrito Happy.

Aunque en su primer año en Estados Unidos lloraba constantemente por regresar a Dominicana, lo cierto es que sin ese cruce de fronteras y mezcla de culturas, Mendoza probablemente no haría la música que lo caracteriza, o quizá tampoco se dedicaría a ello de tiempo completo.

Hoy en día, Héctor se considera más bien como un "latino internacional" —alguien que, como su música, no proviene de un solo lado, sino que es más bien un sistema complejo de ritmos e influencias, y que continúa evolucionando constantemente sin importar el país en el que se ubique físicamente. Y eso, indudablemente, tiene su origen en la migración que lo hizo pasar de ser un dominicano, a alguien que, como millones de personas, no se identifican con una sola bandera, un solo estilo de música, o un proyecto; más bien, es parte de una generación cuyos integrantes vorazmente consumen influencias de todo el planeta, y adaptan lo que les gusta para forjar su personalidad, su estilo de vida, y el trabajo que producen. Un ser en constante evolución. "Yo soy global; la mezcla de todos los ritmos latinos soy yo," dice tanto sobre él como sobre su música.

La música de Happy Colors es el ejemplo perfecto de lo anterior. Mientras que el nombre de Happy Colors podría confundir a un escucha, dando la impresión de que se trata de un proyecto de electropop para la radio comercial, en realidad no podría estar más alejada de eso: es bass music esquizofrénica, influenciada por todo tipo de géneros latinos e incluso globales: de danzón a merengue a cumbia y reggaetón, llena de glitches, drops y cambios de ritmo que te hacen sentir como si te hubieras metido demasiado speed en La bodeguita de en medio. Si hay algo que suene bien, sin importar de dónde provenga, entonces ese sample entra a la canción.

2016 ha sido un año muy importante para Happy Colors. Después de dar el que hasta la fecha ha sido su show favorito, en el EDC México ("me sorprendió; no me imaginé que tanta gente ahí fuera a verme," dice), Mendoza firmó un contrato con Sony, y posteriormente fue nominado al Grammy Latino. Además, por supuesto, tocó por todo el mundo, pero simbólicamente quizá su show más especial haya sido hace apenas un mes, cuando regresó a República Dominicana por primera vez después de esa última visita que desató su rebeldía. Era su primer show en su país natal, y aunque él creía que nadie lo conocía, más de dos mil personas asistieron, sorprendiéndolo por completo.

Detrás del discurso provocador de sus canciones, las cuales buscan entretener o incomodar (dependiendo del escucha) con títulos y frases como "Cuando Cago Yo la Pinga Mia Toca El Agua", está el reto de seguir rompiendo las barreras de ser un latino en Estados Unidos que produce electrónica ("Si yo fuera gringo con los ojos azules y el pelo amarillo como Justin Bieber yo estuviera ya en el main stage de Ultra", dice); de llevar esa música por todo el mundo, algo que ya ha tenido la oportunidad de hacer ("en otros países me abren más puertas que en este", sentencia); y de que se le tome en serio como productor (sobre las colaboraciones con otros artistas que ha hecho, como Los Rakas y Lapiz Consciente, dice "me gusta hacer esos temas con artistas para que vean cómo en verdad yo puedo producir. Yo también puedo hacer melodía, yo también puedo tocar piano, y toda esta mierda.")

Relacionado: Branko y la apropiación cultural de la música club global

El próximo año, Mendoza publicará su primer álbum con una trasnacional, en el cual sigue trabajando, y que estará dividido entre lo "ignorante" —como apoda a sus canciones más provocadoras— y algo más comercial ("Es comercial, pero cuando llega el drop ahí es que se mete el diablo", dice). Sin embargo, su fórmula permanece igual: "En las canciones yo quiero que la gente las escuche, y sientan como que están viendo un video, o como que sientan que están leyendo un libro. Me gusta irme por todos los lados, para que la gente se entretenga. No es para que solamente lo escuchen, sino pa que se entretengan, se rían."

Y pronto podrá llegar una validación de que, pese a lo que la gente opine de los contenidos líricos de su música, algo está haciendo bien, cuando se conozcan los ganadores del Grammy Latino 2016, en poco menos de un mes. "Mucha gente me ha dicho '¿Cómo es que este cabrón saca una canción una semana antes de que lo firme Sony, y la canción se llama "Cuando cago yo la pinga mía toca el agua"? ¿Quién carajos hace eso?"

Conecta con Happy Colors en Facebook // Twitter // SoundCloud

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Aunque en su primer año en Estados Unidos lloraba constantemente por regresar a Dominicana, lo cierto es que sin ese cruce de fronteras y mezcla de culturas, Mendoza probablemente no haría la música que lo caracteriza, o quizá tampoco se dedicaría a ello de tiempo completo.

Hoy en día, Héctor se considera más bien como un "latino internacional" —alguien que, como su música, no proviene de un solo lado, sino que es más bien un sistema complejo de ritmos e influencias, y que continúa evolucionando constantemente sin importar el país en el que se ubique físicamente. Y eso, indudablemente, tiene su origen en la migración que lo hizo pasar de ser un dominicano, a alguien que, como millones de personas, no se identifican con una sola bandera, un solo estilo de música, o un proyecto; más bien, es parte de una generación cuyos integrantes vorazmente consumen influencias de todo el planeta, y adaptan lo que les gusta para forjar su personalidad, su estilo de vida, y el trabajo que producen. Un ser en constante evolución. "Yo soy global; la mezcla de todos los ritmos latinos soy yo," dice tanto sobre él como sobre su música.

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La música de Happy Colors es el ejemplo perfecto de lo anterior. Mientras que el nombre de Happy Colors podría confundir a un escucha, dando la impresión de que se trata de un proyecto de electropop para la radio comercial, en realidad no podría estar más alejada de eso: es bass music esquizofrénica, influenciada por todo tipo de géneros latinos e incluso globales: de danzón a merengue a cumbia y reggaetón, llena de glitches, drops y cambios de ritmo que te hacen sentir como si te hubieras metido demasiado speed en La bodeguita de en medio. Si hay algo que suene bien, sin importar de dónde provenga, entonces ese sample entra a la canción.

2016 ha sido un año muy importante para Happy Colors. Después de dar el que hasta la fecha ha sido su show favorito, en el EDC México ("me sorprendió; no me imaginé que tanta gente ahí fuera a verme," dice), Mendoza firmó un contrato con Sony, y posteriormente fue nominado al Grammy Latino. Además, por supuesto, tocó por todo el mundo, pero simbólicamente quizá su show más especial haya sido hace apenas un mes, cuando regresó a República Dominicana por primera vez después de esa última visita que desató su rebeldía. Era su primer show en su país natal, y aunque él creía que nadie lo conocía, más de dos mil personas asistieron, sorprendiéndolo por completo.

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A través de su campaña We're Open, Smirnoff demuestra estar comprometido con promover y ampliar la inclusividad en el mundo, buscando derribar fronteras y prejuicios territoriales, de lenguaje, género y preferencia sexual.

En esta ocasión, gracias a Smirnoff Sound Collective conocemos a Happy Colors, un DJ y productor dominicano/americano cuya música y personalidad trascienden fronteras, y que demuestra cómo su relación con el mundo ya no depende de jurar alianza sobre una bandera, sino de inspirarse por todas las culturas y personas que conoces a lo largo de tu vida —algo especialmente clave en el mundo de la electrónica.


El primer año fue el más difícil. Cuando tenía 12, Héctor Mendoza y su familia se mudaron de República Dominicana, el país en el que habían pasado toda su vida, a Estados Unidos, en búsqueda de mejores oportunidades. Pero, entendiblemente, el cambio afectó bastante a Héctor, quien apenas empezaba su adolescencia, y que recuerda haber sufrido un enorme shock cultural.

"Me acuerdo que el primer año yo no aguantaba, yo estaba loco por volverme a mi país," dice el productor hoy en día. "El 31 de diciembre, normalmente en Santo Domingo hacen fiesta y todo mundo está en la calle, hay bebedera... Cuando yo vine para [Estados Unidos] todo el mundo tranquilo en su casa. Yo me puse a llorar cuando dieron las 12. Estaba loco por irme pa' mi país de nuevo. Pero ya me acostumbré."

Con el tiempo, las cosas se normalizaron, hasta su primer regreso a Dominicana, cinco años después de su partida. En ese viaje, todo cambió, para bien y para mal. En el clímax de su adolescencia, Héctor regresó de su primer vacación a Santo Domingo más desmadroso que nunca, con una sed imparable por echar fiesta.

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Poco después de su regreso a Florida, ya con el diablo adentro, Héctor decidió hacer una fiesta casera en la que todo se salió de control, al grado de que terminó castigado un año entero. "Yo estaba bien rebelde en esos tiempos," me dijo Héctor hace unos días desde Miami, en una entrevista por Skype. "Pensaba que yo controlaba el mundo. Por eso fue que me castigaron, para que no me fueran a matar en la calle."

Sin saberlo, ese viaje, esa fiesta y el castigo subsecuente terminarían fungiendo como los catalizadores para que Héctor creara Happy Colors, proyecto de música electrónica que este año fue firmado por Sony Music, y el cual recibió hace unas semanas una nominación para los Grammys Latinos dentro de la categoría de Mejor Artista de Fusión/Interpretación Urbana (lo que quiera que eso signifique), gracias a su álbum El Negrito Happy.

Aunque en su primer año en Estados Unidos lloraba constantemente por regresar a Dominicana, lo cierto es que sin ese cruce de fronteras y mezcla de culturas, Mendoza probablemente no haría la música que lo caracteriza, o quizá tampoco se dedicaría a ello de tiempo completo.

Hoy en día, Héctor se considera más bien como un "latino internacional" —alguien que, como su música, no proviene de un solo lado, sino que es más bien un sistema complejo de ritmos e influencias, y que continúa evolucionando constantemente sin importar el país en el que se ubique físicamente. Y eso, indudablemente, tiene su origen en la migración que lo hizo pasar de ser un dominicano, a alguien que, como millones de personas, no se identifican con una sola bandera, un solo estilo de música, o un proyecto; más bien, es parte de una generación cuyos integrantes vorazmente consumen influencias de todo el planeta, y adaptan lo que les gusta para forjar su personalidad, su estilo de vida, y el trabajo que producen. Un ser en constante evolución. "Yo soy global; la mezcla de todos los ritmos latinos soy yo," dice tanto sobre él como sobre su música.

La música de Happy Colors es el ejemplo perfecto de lo anterior. Mientras que el nombre de Happy Colors podría confundir a un escucha, dando la impresión de que se trata de un proyecto de electropop para la radio comercial, en realidad no podría estar más alejada de eso: es bass music esquizofrénica, influenciada por todo tipo de géneros latinos e incluso globales: de danzón a merengue a cumbia y reggaetón, llena de glitches, drops y cambios de ritmo que te hacen sentir como si te hubieras metido demasiado speed en La bodeguita de en medio. Si hay algo que suene bien, sin importar de dónde provenga, entonces ese sample entra a la canción.

2016 ha sido un año muy importante para Happy Colors. Después de dar el que hasta la fecha ha sido su show favorito, en el EDC México ("me sorprendió; no me imaginé que tanta gente ahí fuera a verme," dice), Mendoza firmó un contrato con Sony, y posteriormente fue nominado al Grammy Latino. Además, por supuesto, tocó por todo el mundo, pero simbólicamente quizá su show más especial haya sido hace apenas un mes, cuando regresó a República Dominicana por primera vez después de esa última visita que desató su rebeldía. Era su primer show en su país natal, y aunque él creía que nadie lo conocía, más de dos mil personas asistieron, sorprendiéndolo por completo.

Detrás del discurso provocador de sus canciones, las cuales buscan entretener o incomodar (dependiendo del escucha) con títulos y frases como "Cuando Cago Yo la Pinga Mia Toca El Agua", está el reto de seguir rompiendo las barreras de ser un latino en Estados Unidos que produce electrónica ("Si yo fuera gringo con los ojos azules y el pelo amarillo como Justin Bieber yo estuviera ya en el main stage de Ultra", dice); de llevar esa música por todo el mundo, algo que ya ha tenido la oportunidad de hacer ("en otros países me abren más puertas que en este", sentencia); y de que se le tome en serio como productor (sobre las colaboraciones con otros artistas que ha hecho, como Los Rakas y Lapiz Consciente, dice "me gusta hacer esos temas con artistas para que vean cómo en verdad yo puedo producir. Yo también puedo hacer melodía, yo también puedo tocar piano, y toda esta mierda.")

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Y pronto podrá llegar una validación de que, pese a lo que la gente opine de los contenidos líricos de su música, algo está haciendo bien, cuando se conozcan los ganadores del Grammy Latino 2016, en poco menos de un mes. "Mucha gente me ha dicho '¿Cómo es que este cabrón saca una canción una semana antes de que lo firme Sony, y la canción se llama "Cuando cago yo la pinga mía toca el agua"? ¿Quién carajos hace eso?"

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