Sigue a THUMP México en Facebook
Este artículo se publicó originalmente en THUMP Colombia.Ilustración por Daniel SeniorLes ha pasado, ¿cierto?Esta historia me ocurrió hace poco, en uno de esos casos fortuitos. Todos sabemos que una buena fiesta se puede planear, pero también sabemos que las farras realmente memorables son las que no se planean, las que ocurren gracias a un conjunto de casualidades. El caso, pues, es que por fin nos pudimos reunir seis amigos del colegio sin haberlo concertado mucho. Quizá más de cuatro años habían pasado desde la última vez en la que todos, juntos, nos la metimos "como Dios manda". ¿Por qué? Lo normal: la universidad, ahora el trabajo, novias posesivas y hasta hijos de por medio.
Publicidad
Más trago. Necesitábamos más trago. Lo primero que hice fue ir a la barra, solo para poder tener un gesto con mis amigos, uno que nunca había podido tener. Ahora, con un trabajo estable, me podía dar ese lujo. Los invité a las dos primeras botellas de guaro, cada una a 250.000 –sí, eso valen en tan glamoroso. Ya instalados, suben las chicas que son un oasis de amor, un oasis que el hombre primario nunca podrá evitar.Relacionado: Los 6 tipos de cruda conocidos por la humanidad
Publicidad
Y sí, quizá económicamente la embarré feo, pero se los juro que no me sentía mal. Estaba feliz, mucho. Solo me bastaba recordar las caras de felicidad de mis amigos para entender que, sin duda, cada peso gastado, había valido la pena. Toda.Relacionado: Historias de DJs: toqué solo para la señora que trapeaba el club