Falta apoyo del público hacia los promotores independientes colombianos

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Música

Falta apoyo del público hacia los promotores independientes colombianos

“No tenemos problema en gastar $200.000 en una botella de whisky o $20.000 por un gramo de perico, pero ponemos el grito en el cielo si el cover está a más de $30.000”.

Hace 15 días quisimos establecer en este espacio un diálogo entre diferentes actores del entorno electrónico y preguntarnos qué escena queremos para los años venideros. Uno de estos protagonistas son los promotores, y estos vienen quejándose, con bastante razón, de que vender boletas en Colombia se ha convertido en un martirio incesante. Justo en este país, agobiado por la incertidumbre económica, atormentado por un dólar que en 2016 tuvo un pico de 3.434 pesos y necesitado de apoyo estatal, se ha vuelto costumbre querer la cultura baratica o, mejor aún, al gratín.

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Estamos mal acostumbrados. Hoy una gran parte del público en Colombia exige cada vez más: pide mejores experiencias a menores precios. Y a pesar de todo esto todavía hay por ahí un par de colectivos que le cumplen a la gente con buen contenido a precios económicos. En el país estamos quedados en desarrollo de públicos culturales, y quizá por ello es que a la audiencia electrónica le falta sensatez de cara a las iniciativas independientes, cuya principal motivación es el amor hacia el género. Y este amor, justamente, es lo que necesitamos para alcanzar desde varios frentes artísticos, al menos, una sostenibilidad.

Hoy una gran parte del público en Colombia exige cada vez más: pide mejores experiencias a menores precios

Falta sensatez porque es realmente triste ver en algunas ciudades del país, por ejemplo, covers de 10.000 pesos para eventos que tienen tres o más artistas locales y la fiesta a duras penas se llenan. No puede ser que porque un artista tenga un nombre difícil de pronunciar y venga de una región foránea, ahí sí no nos cueste pagar una boleta. ¿Por qué sucede eso? ¿Tan permeado está el arribismo en la escena? Y lo más grave del asunto es que en muchísimas ocasiones los talentos nacionales están por encima del nivel de esos artistas extranjeros, pero nada… al parecer nos toca arrodillarnos ante los apellidos extraños y el marketing barato.

Paradójicamente, en múltiples ocasiones son los mismos promotores y clubes los que malcrían al público con sus curiosas tácticas publicitarias. Hay noches con promociones dramáticas solo porque el talento es local. ¡Qué tal eso de "mujeres dos por uno antes de media noche"! Y ni hablar de cuando le dan una relevancia nula a los DJs nacionales en los flyers y horarios. A estas acciones les podemos sumar esa cultura terriblemente egocéntrica de "estar en la lista" que, a la larga, les deja malas mañas a los amigos de los promotores, pues nunca vuelven a pagar una entrada por ese estatus que creen tener. ¡En clubes de Medellín a veces la situación es tan crítica que hasta se ven extranjeros regateando el cover! ¿En qué otro club del mundo se ve eso?

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Metámonos la mano al bolsillo por los promotores que realmente se preocupan porque el dancefloor sea un espacio de liberación y no una pasarela coctelera

Promotores: comencemos campañas y estrategias que promuevan llegar temprano a los eventos. Gestionemos para que en los festivales pongan a los nuestros en las horas estelares. ¿Qué tal si en vez de una cerveza nos enciman un CD o trabajo del artista en cuestión? Párenseles a sus amigos y díganles: "Oigan, paguen el cover así sea una vez, ¡apoyen de verdad!". Que nazcan liderazgos y mesas de diálogo para que el Estado nos deje de ver como una amenaza de la noche.

Piénsenlo. Estas ideas no son tan descabelladas.

En definitiva este editorial es una invitación a que apostemos más por los parches independientes, a que apoyemos colectivos como RE.SET, Techsound, Overcast, Unterbog, THC, Nómada, In-Correcto en Bogotá; Nutabe, Move y Medellinstyle en Medellín, así como Sonido Central en Cali, Garden en Pereira y otro puñado de iniciativas que seguramente aún no tenemos en el radar. Metámonos la mano al bolsillo por los promotores que realmente se preocupan porque el dancefloor sea un espacio de liberación y no una pasarela coctelera. Si no tenemos problema en gastar 45.000 pesos en un Uber, 200.000 en una botella de whisky o 20.000 en un gramo de perico, no pongamos el grito en el cielo si el cover de un club o la entrada a una fiesta es de apenas 30.000.

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